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Columna
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El comodín

El Partido Popular era el apestado de la política catalana. El primer tripartito se comprometió formalmente a no mantener relaciones con la derecha española. El líder de Convergència i Unió, Artur Mas, puso a un notario como testigo de su promesa de no pactar con el PP. Sin embargo, en esta insulsa campaña de las elecciones europeas, el PP se ha convertido en el comodín, la carta que sirve para ligar todas las bazas de un soporífero debate electoral.

El PSC, como ya hizo con notable éxito en las últimas elecciones generales, utiliza al PP para todo: para movilizar a los suyos y para atacar a CiU. Cuando una estrategia de campaña ha dado buenos resultados es difícil resistirse a la tentación de repetirla. No van los jefes de campaña sobrados de ideas en los tiempos que corren. Pero la repetición puede convertir lo que en su día fue una buena idea electoral en un recurso patético. Este juego de buenos y malos es, a juicio de los responsables de la campaña socialista, más rentable que explicar a los ciudadanos por qué el Parlamento Europeo es tan importante. Me lo decía un alto dirigente de la Unión Europea el pasado viernes: el Parlamento tiene ahora una gran capacidad de bloqueo de las decisiones de la Comisión, "si la abstención es muy alta en toda Europa, se llenará de euroescépticos y de gilipollas y la gobernabilidad de la Unión se hará mucho más difícil".

En campaña se construye un relato simple, que parezca verosímil y motive a votar por los buenos y rechazar a los malos

El PSC prefiere avisar sobre el retorno del mal, como si estas elecciones decidieran el Gobierno español. Pero el PSC tiene dos adversarios, y por mucho que centre su campaña contra el PP, buscando sacar rendimiento del efecto bipartidista, también tiene que mirar de reojo a CiU, que es la que en el futuro próximo le puede desalojar del Gobierno catalán. Otra vez el PP es la baza. El PSC advierte, con un año de antelación, que CiU se aliará con el PP para volver a gobernar Cataluña. Otra versión de lo mismo: si tú no vas, ellos vuelven.

Es cierto que en el pasado la alianza con el PP ha hecho daño a CiU. Por eso, los convergentes tienen que defenderse. Y han encontrado el mejor argumento para el contraataque en Euskadi: ¿cómo puede el PSC criticar una hipotética alianza con el PP si el PSOE ya la tiene ahora en ejercicio en el Parlamento de Vitoria? ¿Con qué autoridad los socialistas pueden negar a los convergentes lo que ellos ya han llevado a cabo en el País Vasco? Hay que entender la lección de Euskadi, dicen en CiU y su entorno: El que puede pactar con el PP es el PSC-PSOE para reconducir el estado de las autonomías e impedir el paso al poder a los nacionalistas. Algunos más osados incluso dan el pacto por hecho. Implícito, por supuesto.

Conclusión: el PP debería estar encantado porque PSC y CiU le han convertido en referencia principal de la campaña. Lo cual indudablemente le da la legitimidad que no hace tanto se le negaba. Tanto protagonismo no sería de extrañar que se tradujera en algún avance en las urnas.

Todos sabemos que en política en general y, más todavía, en campaña electoral, la verdad queda fuera del horizonte de razonamiento de los líderes políticos. No vamos ahora a sorprendernos por algo que está ampliamente teorizado, por ejemplo, por el filósofo americano Harry Frankfurt. Pero para situar en su justo punto la pelea entre CiU y PSC, con el PP como arma arrojadiza, hay datos innegables. Primero: que el único partido catalán que hasta la fecha ha tenido una alianza estable -de legislatura- con el PP ha sido CiU. Y segundo que, a fecha de hoy, todo el mundo sabe que no hay ni una sola posibilidad -ni política, ni aritmética- de que, dentro de un año, el PSC gobierne Cataluña con el apoyo del PP. Y, sin embargo, entra dentro de lo probable que CiU lo haga con el voto del PP. La realidad es así de simple.

Pero, en fin, llevamos ya demasiadas elecciones para alegar ignorancia sobre lo que es una campaña electoral: la construcción de un relato lo más simple posible que parezca verosímil y motive a los ciudadanos a votar por los buenos y rechazar a los malos. Votamos para Europa. Y Europa no pinta nada.

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