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Columna
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¿A quién votar?

Escribo estas líneas desde Budapest, en la impresionante sede del Parlamento húngaro, donde participo en un seminario sobre las elecciones europeas organizado por la Sociedad Europea de Hungría. Está conmigo Alex Trechsel, del Instituto Universitario Europeo de Florencia, director de un proyecto de investigación que pretende ayudar a los ciudadanos europeos a averiguar por qué partido deberían votar en las próximas elecciones del 4-7 de junio al Parlamento Europeo.

Se trata, recordemos, de unas elecciones en las que más de 350 millones de votantes están llamados a las urnas, lo que las convierte (numéricamente) en las segundas elecciones democráticas más importantes del mundo, después de las de India. Y sin embargo, la desorientación de los votantes es tan grande que, según las encuestas, más de la mitad de ellos se abstendrán.

Estas elecciones deberían también ser las últimas en las que el resultado es conocido de antemano

Pero Trechsel y sus colegas no se han desanimado. Han creado una página web multilingüe (www.euprofiler.eu ) en la que se pide a los ciudadanos que respondan a 30 preguntas acerca de inmigración, gasto social, impuestos o las fronteras de Europa. Previamente, un equipo de 130 investigadores ha recopilado información sobre las posiciones de 300 partidos políticos europeos en estas mismas materias, de tal manera que, una vez respondido el cuestionario, el programa le dice a cada usuario cuál es el partido que mejor se ajusta a sus intereses y con qué porcentaje de concordancia lo hace. También permite averiguar si hay otros partidos en otros Estados miembros que defiendan mejor los intereses de uno, o, si uno pertenece al grupo de extranjeros comunitarios con derecho de voto en nuestro país, señala qué partido representa mejor sus intereses.

Todo esto lo hace de una forma visual muy atractiva: primero mediante una brújula que sitúa a cada partido y elector en un doble eje ideológico (izquierda-derecha) y europeo (más o menos Europea), y posteriormente, sobre una tela de araña con siete picos (inmigración, seguridad ciudadana, impuestos, medio ambiente, gasto social, valores y economía). Más de medio millón de personas ya han completado el cuestionario y buscado el partido más afín a sus posiciones. La página está bien construida, el cuestionario se completa en poco tiempo y los resultados pueden dar más de una sorpresa a alguno. Ustedes pueden juzgarlo por sí mismos si quieren.

Lo más interesante es que permite ver la distancia entre uno y su partido o partidos de referencia, pero también ver cuáles son las características dominantes en cada sistema de partidos. En España, por ejemplo, la mayoría de los partidos se sitúa en el cuadrante proeuropeo, con algunas diferencias entre, por un lado, socialistas (PSOE), populares (PP), nacionalistas y verdes catalanes (CiU, ERC e ICV) y UPyD y, por otro, los nacionalistas de fuera de Cataluña (PNV, CC, BNG) e Izquierda Unida, menos europeístas. No obstante, estas diferencias son mínimas si las comparamos con lo que ocurre en otros países, donde las posiciones están más polarizadas.

Estas elecciones van a marcar un punto álgido por dos razones de las cuales no podemos sentirnos muy orgullosos. Primero, porque, si los sondeos están en lo cierto, el nivel de participación será tan bajo que la legitimidad democrática de la Unión Europea saldrá muy mal parada, especialmente en Europa central y oriental, donde ya los resultados de las últimas elecciones de 2004 fueron demoledores (16% de participación en Eslovaquia, 20% en Polonia y así sucesivamente). En circunstancias normales, una participación no muy elevada no tiene por qué representar un obstáculo insalvable. Pero el problema en el contexto europeo es que la participación no sólo es reducida, sino que lleva bajando continuadamente desde 1974, cuando se celebraron las primeras elecciones directas. Entonces, un 63% de los europeos votaron; veinte años más tarde, en 2004, la participación había caído hasta el 45%. Lo que es peor: la participación ha descendido en proporción inversa a los poderes del Parlamento Europeo (a más poderes, menos participación), lo cual presenta una paradoja difícil de digerir. Por tanto, estas elecciones deberían ser las últimas en las que la noticia es que la participación ha vuelto a bajar.

Segundo, estas elecciones deberían también ser las últimas en las que el resultado es conocido de antemano. El Partido Socialista Europeo tiene una cohesión ideológica y de voto mayor que la del Partido Popular Europeo y, sin embargo, ha renunciado a presentar de antemano un candidato a la presidencia de la Comisión. A la vez, Gobiernos como el español han hecho pública su intención de apoyar la reelección del actual presidente de la Comisión, Barroso.

En ausencia de competición nacional en torno a Europa y en ausencia de competición europea en torno a Europa, los incentivos para votar en clave europea no parecen muy elevados. En ese contexto es fácil entender que los votantes se pregunten primero por qué votar y sólo subsidiariamente por quién votar.

jitorreblanca@ecfr.eu

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