Una final de culto
Athletic y Barça, los dos mecenas que han dado prestigio y solera al torneo copero,se encuentran en un choque apasionante que revitaliza una competición descuidada
No hay mayor enjundia para un torneo que le den brillo sus mayores mecenas. Es el caso de la Copa, hilo conductor en la historia del Athletic y del Barça, heráldicos finalistas en la gran cita de hoy en Mestalla. Nadie le ha dado más prestigio a un campeonato que está en el tuétano del club vizcaíno desde que hace 106 años levantara el primero de sus 23 trofeos. Sólo su rival azulgrana, cuya primera gesta copera se remonta a 1910, tiene mejor cosecha (24). El Athletic, que ha pagado su fidelización identitaria en tiempos de globalización, rompió su idilio con los éxitos en las finales hace justo 25 años, por lo que su regreso a la cumbre resulta extraordinariamente meritorio. Por eso, sin duda, en las calles valencianas el fútbol demuestra de nuevo estos días que no hay mayor catalizador de pasiones.
Al conjunto vasco le sostiene su orgullo; al catalán, un fútbol deslumbrante
El Athletic llega respaldado no por una afición, sino por todo un pueblo, con 35.000 feligreses (unos 15.000 sin entrada) en caravana durante 700 kilómetros hasta la capital valenciana. Y en días laborables. Una movilización sin precedentes, promovida por una generación rojiblanca que sólo conoce las leyendas del club por el boca a boca en blanco y negro.
Enfrente, el Barça, que hasta que importó el cruyffismo y se sacudió sus complejos, siempre encontró en la Copa su coartada frente al monopolio madridista en la Liga. Fue precisamente una final, y en Mestalla, la que en 1990 evitó el destierro de Johan Cruyff tras una victoria sobre el Real Madrid. A partir de entonces, el club azulgrana abandonó su victimismo y sus triunfos se expandieron por la Liga y por Europa. Tanto ha cambiado el rumbo que hoy el Barça no sólo aspira a una corona, sino a un triplete. Tanto ha resistido el Athletic que, pese al mercadeo desatado tras la transfronteriza Ley Bosman, hoy está de nuevo a un paso del trono. Y, para su orgullo, sin haber alterado su partida de nacimiento. Los dos tienen un reto sideral por delante: uno, ante la que puede ser la temporada más gloriosa de su vida; otro, ante quizá el mayor desafío de su historia. Se dirá que en 1984, tras una camorrista final, ya se impuso al Barça de Schuster y Maradona, pero aquél era un Athletic campeón y la azulgrana una institución desnortada. Hoy, al equipo de Ibaigane le sostiene su orgullo; al barcelonista, el cuajo de un fútbol deslumbrante por exquisito.
Pese al favoritismo azulgrana, cabe pensar en una final más aperturista de lo que pueda destilar el cartel. El Athletic lleva dos meses jugando el partido y tiene sus vías: el empuje de Iraola, el poderío de Llorente, la delicada zurda de Yeste, el acorazado de Javi Martínez. Joaquín Caparrós, su técnico, visceral él, deberá modular las emociones. Un arranque desbocado puede neutralizar al Barça, pero también arrastrar al Athletic al fango, como ya le ocurrió en la Liga frente al Madrid en San Mamés, cuando pagó un exceso de adrenalina. Laminada su banda izquierda por las ausencias de Abidal, Iniesta y Henry, Pep Guardiola tendrá que ajustar el mecano con gente del pelotón, como Pinto, Sylvinho y Bojan, que se han ganado el alistamiento con su lucidez en el torneo. Al igual que Caparrós, el entrenador catalán deberá sentar a sus futbolistas en el diván. Les espera un adversario muy temperamental, el Barça no tiene profundidad de banquillo y el ajetreo del curso, con pulsos de mucho calado aún por disputar, puede disparar su ansiedad, máxime tras el chasco del pasado domingo.
Con todo, se prevé una final apasionante con dos aspirantes de culto. Lo mejor que le podía ocurrir a un campeonato al que sus gestores -clubes y federativos- le han rebajado la solera en los últimos años con los cambios de formato, un calendario discontinuo y una fiesta final programada para un día laborable a las diez de la noche. Por bien de la Copa, el Athletic y el Barça han acudido al rescate. Nada mejor que un toque añejo para revitalizar un torneo tan atractivo y simbólico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.