Otro cuaderno de bitácora
Si Star Trek fue parida como una serie de televisión y posteriormente cambió a la otra pantalla -en aquellos años, sólo había dos-, era de cajón que J. J. Abrams, creador de las series Felicity, Alias y Perdidos, recuperara el cuaderno de bitácora, lo borrara de un plumazo y recomenzara la saga en el cine con unos nuevos inicios. A su antojo, con la fecha estelar de 2009. Abrams sabe sacar partido de cualquier material audiovisual, sea cual sea el tamaño de la emisión (en el filme Monstruoso, nacido de su talento aunque dirigido por Matt Reeves, se jugaba indistintamente con móviles y vídeos).
Y lo hace a través de un truco brillante -que nadie debería desvelar-, de un retruécano que le permite no traicionar el espíritu trekkie (hay romulianos, Kirk sigue siendo un chulo, el vulcaniano Spock lucha por controlar su parte terrestre y la teletransportación resuelve algunos atolladeros) mientras se permite alegrías narrativas en pos del espectáculo, brillante, por supuesto. Peinados, poses, trajes y caracteres de los personajes prologan, como un capítulo cero de un universo paralelo, lo que serían las futuras correrías de la serie de los años sesenta. Sin olvidar el mayor de los aciertos: el doble Spock -joven y viejo- soporta el peso de la acción, provocando la lágrima cariñosa del público veterano.
STAR TREK
Dirección: J. J. Abrams.
Intérpretes: Chris Pine, Zachary Quinto, Eric Bana, Zoe Saldana, Leonard Nimoy, Simon Pegg.
Género: ciencia-ficción. EE UU, 2009.
Duración: 126 minutos.
Al género space opera Abrams acaba de darle un empujón casi como el que recibió con La guerra de las galaxias. Pero los tiempos -hormonados con clembuterol digital- no entienden de sutilezas y cariño en el producto.
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