La fiesta de los canteranos
Sonaba por megafonía el himno del Madrid y Guardiola desapareció del foco para abrazarse en la intimidad con Tito Vilanova, su mano derecha; con Juan Carlos Unzue, la izquierda; con Estiarte, su ángel de la guarda; con Lorenzo Buenaventura, el preparador físico; y uno tras otro, con los médicos, fisios y utilleros. Antes de marcharse para comparecer ante los medios, entró en el vestuario donde, como es su costumbre, agradeció a los jugadores el esfuerzo y les felicitó uno por uno por el resultado.
No dijo mucho el técnico porque no era necesario; repartió sentidos abrazos, de esos que no necesitan ni palabras porque lo dicen todo, y les dejó a su bola, cantando, bailando y estrujándose unos a otros en lo que fue una explosión de júbilo. Ya lo dijo Unzue en Catalunya Ràdio: desde el entorno mediático del Madrid les habían faltado al respeto. La fiesta liderada por los canteranos tuvo un marcado acento catalán porque, a fin de cuentas, para un culé de cuna -léase Valdés, Piqué, Xavi, Iniesta, Puyol, Bojan, Busquets o Messi- meterle seis al Madrid en el Bernabéu no sabe igual que para Keita, por muy contento que estuviera.
Mientras, en el palco, los directivos del Madrid felicitaron a los del Barça. Enrique Riquelme, de Alicante, incluso lo hizo en catalán, lo que se agradeció por lo que tiene de normalizador el gesto. El trato recibido en el palco fue exquisito, así que Laporta, en el descanso, pidió: "Lo importante es que sepamos comportarnos en la victoria". El Barça supo ganar y supo celebrarlo, eso sí, con cierta contención, pese a que en algún sitio algún aficionado quemó banderas madridistas. En el avión de vuelta de la expedición cantaron más los aficionados que los jugadores y ni siquiera hubo brindis en la parte delantera del avión, donde viaja el cuerpo técnico, los jugadores y la directiva. "El champagne, en la nevera, que no hemos ganado nada", repetía uno de los directivos de más peso que, como la mayoría, buscaba a Txiki Begiristain para felicitarle. A fin de cuentas, el director deportivo ha sido saco de muchos golpes. Txiki, mientras, miraba al equipo y el equipo se fijaba en los 3.000 aficionados que, a la llegada al Prat, ovacionaron a los jugadores, que ayer descansaron.
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