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Columna
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Sectas

Una vez dijo Rodríguez de la Borbolla que siempre hay que estar con la Iglesia y nunca con las sectas. Lo decía en el sentido político, en el de que uno debe ponerse en el sector mayoritario de su organización para evitar caer en la insignificancia. La retranca de Borbolla no impidió que su Iglesia lo mandara al monasterio a rezar por la salvación eterna, mientras Chaves gobernaba la Junta y el PSOE. Izquierda Unida ha ofrecido un catálogo de comportamientos de secta a raíz de la salida de Rosa Aguilar. Ya se sabe que las sectas suelen ser destructivas y mientras más pequeñas son más acosadas se sienten y con mayor virulencia responden ante la desafección de uno de los suyos. El Partido Comunista, en sus momentos gloriosos, fue comparado con una iglesia : tenía sus sacerdotes , sus santos , su simbología , sus liturgias, su panteón y una fe inquebrantable en el Santo Advenimiento. La última época de Julio Anguita fue el paradigma: peleas con sus organizaciones catalana y gallega, con el sindicato que ayudaron a fundar, con la corriente Nueva Izquierda y con la prensa progresista. Tan sólo el periódico El Mundo y el PP apoyaron el giro estratégico que llevó a la teoría de las dos orillas y a la del sorpasso. De esa época viene la idea de que es mejor ser pocos pero buenos, la versión de la teoría leninista de la vanguardia del proletariado. Entonces se fraguó la actual IU que los años de Gaspar Llamazares no han podido cambiar. Puede que siga teniendo votos e incluso influencia en la formación de gobiernos locales y regionales incluso en algún momento tener un pequeño grupo de diputados útiles en la formación de mayorías pero eso no quita el sentimiento de secta perseguida depositaria de la verdad revelada.

Lo dicho viene a cuento por la virulenta reacción de la mayoría de sus dirigentes ante el fichaje de Rosa Aguilar para el Gobierno andaluz. Aunque Rosa Aguilar ha tenido importantes cargos en Izquierda Unida (diputada autonómica, portavoz en el Congreso, alcaldesa) en la última época se convirtió en un electrón libre en su propia organización. En los tiempos en los que Rosa Aguilar tenía mando en plaza actuó siguiendo el consejo de Rodríguez de la Borbolla y cuando se produjo la expulsión de Nueva Izquierda ella formaba parte de la dirección y se mantuvo con la corriente mayoritaria. Paradojas de la historia. La consejera de Obras Públicas ha mantenido en los últimos años un enfrentamiento enconado con Felipe Alcaraz lo que la situó en el centro de las posiciones críticas en Andalucía a pesar de ser una aliada excepcional de Gaspar Llamazares durante su periodo en la coordinación. Sus últimas desavenencias con los postulados de IU eran conocidas, incluso sus enfrentamientos con las direcciones local, provincial y regional. Tan sólo el sector de Llamazares la sentía como parte del proyecto. Por si fuera poco, su trayectoria electoral parecía a la baja tras los últimos resultados de las elecciones municipales. Ella ha sabido analizar bien que su periodo en la alcaldía tocaba a su fin y que su vida política tenía que ir por otro lado. A Griñán le venía de fábula la operación y Rosa Aguilar no tenía otro tren. Cabía suponer que en IU iban a pensar que a enemigo que huye puente de plata, pero eso sólo ocurre cuando se actúa con lucidez. La mayoría de los dirigentes lo han hecho movidos por el rencor y con el típico comportamiento de secta por el cual se estigmatiza al que se va con el uso de todo tipo de adjetivos. Por si fuera poco a Rosa Aguilar no se le ha ocurrido otra cosa que abjurar de alguna declaración suya contra Felipe González con lo cual Antonio Romero, Sánchez Gordillo y el resto del consejo de ancianos de la tribu, si hubieran podido, hubieran quemado a la ex alcaldesa como a Giordano Bruno. Todos esos revolucionarios que llevan 30 años apalancados en los presupuestos públicos no tienen el menor recato en dar lecciones de pureza y de valores mientras viven como marajás.

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