Toreros por dentro
La concentración de José Tomás, la impotencia de El Cid, la nostalgia de Rafael de Paula, el arte de Curro Romero... Marisa Flórez repasa 30 años de sus momentos en la plaza
Son, por lo menos, 30 años robando emociones en las tardes de toros, fijando el objetivo en la intimidad descuidada del torero, en su soledad. Un disparo fugaz, furtivo. Clic. Justo después de la cogida de Curro Romero en Las Ventas, aquel 2 de octubre de 1992. Y allí estaba el torero, tirado boca arriba sobre la arena, ya sin zapatilla y sin espada, con esa mirada de gladiador hasta el final fija en los cuernos del toro y con los dedos cruzados de la mano derecha. Y justo después el toro le pasó por encima. Clic. Rafael de Paula, con los codos apoyados en la barrera. Se asoma, con ese gesto nostálgico, el de la empatía de quien se ve a sí mismo, allí, en el mismo coso. Clic. Cruce de toreros. Madrid, 21 de mayo de 1987. Roberto Domínguez desafía con la mirada a Rafael de Paula, que le encara y con la mano le hace un pase en unas Ventas a reventar. Clic. Después de una faena memorable el 15 de mayo del año pasado, El Cid no logra rematar. Cinco veces entró a matar. Y acabó, desesperado, impotente, con la muleta sobre su cabeza gacha. Clic. Y Jesulín pierde la cabeza en la plaza de Aranjuez, abierta esa tarde de octubre de 1994 sólo para mujeres que no dudaban en lanzar al coso su ropa interior, y en un arrebato, de un salto se sube al caballo y ejerce de picador ante la sonrisa de un tendido femenino y el gesto entre incrédulo y estupefacto de los mozos. Clic. El mítico Curro Vázquez se despide de los ruedos una tarde de octubre de 1994 y deja el capote, tieso y erguido, en la arena. Clic... Así, hasta 35 imágenes, algunas de hasta dos metros, captadas a lo largo de toda la trayectoria de Marisa Flórez, editora gráfica de EL PAÍS. Fotografías realizadas desde los años ochenta hasta nuestros días, que pueden verse desde hoy y hasta el 7 de junio en la estación de Retiro en la muestra Toreros promovida por la Comunidad y Metro.
Luces y sombras
De la barrera arribatodo es fiesta.
De la barrera abajotodo es misterio y soledad.
El drama de la soledad del toro, de la soledad del torero.
La débil fronteraentre la vida y la muerte, el triunfo o el olvido.
El público llega a la plaza bullicioso y recibe al toro con una explosión de alegría.
En el ruedo, el diestro lleva lo suyo en el alma.
"¡Je, toro!", cita, aparentemente animoso y sereno, la procesión va por dentro.
Es el claroscuro de la Fiesta del color, la sangre y el arte.
Joaquín Vidal
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