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Columna
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Un día de mayo

Juanjo enrolló la bandera con cuidado, como se enrolla un paraguas, y se anudó la bufanda, aunque no hacía demasiado frío. No iba a San Mamés, como como cada domingo de los últimos 15 años, sino por primera vez a la manifestación del 1 de Mayo, allí, al lado del Sagrado Corazón ("¡Tiene cojones!", pensó, ingenuo). Por la calle, caminito del metro, se tropezó con unos cuantos jubilados de los que siguen madrugando, porque "a los hombres nos pasa como a los burros", que cantaba el extremeño Pablo Guerrero. Felices, pero aburridos. ¿Qué es mejor o qué es peor?, se preguntó, y encendió un cigarrillo como queriendo no pensar, pero le asaltó la duda. El presidente del Banco de España le dice que no llegará a la jubilación (tiene 50 años) y Almunia piensa que el colapso del sistema de pensiones exige ampliar la edad de jubilación. Parecen coordinados casualmente. Y Juanjo piensa mientras valida su Creditrans que si hay que trabajar más para cobrar todos, cómo se congenia eso con la lucha contra el paro de los jóvenes. Si la vida laboral se alarga y se alarga, harán falta muchísimos puestos de trabajo para que quepan todos, los viejos y los jóvenes, los hombres y las mujeres (como si fueran entes distintos, ¡tiene cojones!, vuelve a pensar), los inmigrantes y los autóctonos. Organicen sus propuestas, ¡coño!, sigue pensando.

El metro surca las estaciones y Juanjo se fija en que ya no hay anuncios de coches con chica incorporada, ni de urbanizaciones de lujo, ni de créditos irrenunciables. Apenas, telefonía móvil, alguna oferta de electrodomésticos y un poco de grandes superficies y mensajes de ánimo para la final de Copa. Cosas que dan que hablar, pero no de comer. No hay mucha gente en los vagones. En día de fiesta y por la mañana, el metro adquiere un aspecto más fantasmagórico que por las noches, donde todo es natural: juerguistas junto a laborantes, borrachos junto a empleadas de hogar abatidas por el cansancio. "¡Vaya mierda!", piensa. Llegado al Sagrado Corazón, se entera de que cada sindicato tiene su manifestación, que los parados de cada uno son iguales, pero distintos, de los del otro, que desfilarán en procesiones diferentes, con pancartas diferentes, que un parado nacionalista es, al parecer, distinto de un parado no nacionalista, algo así como si una manifestación la transmitiera La 1 y la otra la transmitiera La 2.

Juanjo se deprime. Pensiones, empleo, igualdad de sexos, integración, solidaridad, ERE, despidos, persianazos, subsalarios, fraudes,... Demasiado para verlo de uno en uno y no como un todo social. Y, además, divididos por naciones o banderas. Tomó la suya y tiró para otro lado. La desplegó para que se leyera la eterna pregunta leninista: "¿Qué hacer?" y desfiló solo, ajeno a las procesiones. A los 100 metros le detuvieron amablemente por la fuerza los municipales. Estaba loco, dijeron, y cortaba el tráfico. La cordura nunca ha estado bien vista.

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