"Somos como los pastores"
La pesadilla fue hace tres años. A Luis Rincón, jefe de los GERA (Grupo de Bomberos Especializado en Rescate en Altura), un tipo alto y de manos grandes que parece que no se va a inmutar por nada, le bailan hoy las cejas con inquietud. La mente le devuelve a aquella noche sin dormir, interminable.
La llamada al 112 en una tarde de perros no era buena señal. Un grupo de nueve montañeros había salido de la Laguna de los Pájaros hacia Peñalara, en la sierra de Guadarrama. Una parte de ellos se fue por un camino complicado, un lugar como de otro mundo llamado la crestería de Los Claveles. Entre la niebla y el mal tiempo, la noche les pilló desprevenidos. Y cayeron sobre unas placas de hielo. Nadie sabía dónde diablos podían estar.
Hasta los 32 fue arquitecto, pero "al final los bosques ganaron a los planos"
"Estuvimos media noche rastreando la zona", relata Rincón desde su despacho. "Hubo que montar un dispositivo enorme y llamar a gente que no estaba de guardia. De madrugada, localizamos a los montañeros. Falleció una persona y dos estuvieron en estado crítico. Las condiciones meteorológicas provocaron que un rescatador quedara inconsciente. Terminamos a las nueve de la mañana".
Más de doce horas. Y Rincón dando órdenes. Éste es siempre su trabajo en una operación: organizar a los 50 bomberos de rescate en altura que están a su cargo en el parque de La Barranca, ubicado en Navacerrada, y los de Villalba, Las Rozas y El Escorial, que son en total 200. Pero como hay turnos, un día normal dependen de Luis, directamente, unos 43 bomberos. Luego tiene que decidir a qué zonas enviarlos, saber corregir a tiempo, estar atento a las familias de los accidentados, controlar la logística, ordenar a la Guardia Civil... El año pasado, el GERA, que depende de la Comunidad de Madrid y ha cumplido 10 años, llevó a cabo 523 intervenciones de emergencia y rescató a 200 personas. "Un rescate absorbe. Hay que tener la cabeza muy fría y estar dispuesto a que pase de todo".
Todo puede ser, incluso ahora en primavera, accidentes por culpa de la nieve o el hielo. "En esta época se solapan intervenciones de invierno -porque hay gente que todavía va a buscar la nieve- con las clásicas del buen tiempo, como accidentes de escalada en rocas", ilustra Luis.
Hasta aquí, el trabajo. Este hombre de 42 años con uniforme y porte atlético dice que disfruta llevando a sus cuatro hijos a los cumpleaños de sus amigos. Ya tiene la vida asentada, pero hubo un momento en que no las tenía todas consigo. "Siempre quise ser ingeniero de montes. Pero me dediqué a la arquitectura hasta los 32 años".
De casualidad se le ocurrió ser bombero. Estuvo dos años preparando las oposiciones. Y luego, jefe de rescate, porque le encanta la naturaleza (confiesa que le gustó la mili porque significó un año en el campo). "Al final, los bosques ganaron a los planos", se sonríe.
¿Y no es mucho estrés? A Rincón se le abren los ojos: "Es un trabajo muy agradecido. Me gusta más que estar encerrado en un despacho. Aquí me agobio". A veces no le queda más remedio que repasar estadísticas y descubrir zonas defectuosas en la sierra. "Tenemos que saber a la perfección cómo es cada sendero de la montaña", recalca. "Somos como los pastores".
Eso se aprecia cuando acude al parque de La Barranca, donde se entrenan los bomberos especializados en rescate, y luego suben todos a las rocas más insospechadas para practicar simulacros. "Nuestro éxito se sustenta en el helicóptero", se enorgullece Luis. "Un camino de dos horas en coche lo hacemos en 18 minutos por aire". La rapidez intenta conquistar las alturas.
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