Una mole flotante, otro hito para Nueva York
El Standard Hotel quiere ser epicentro de la modernidad
Carniceros de día y travestis de noche. Éste era el público habitual en las calles adoquinadas que se extienden al oeste del Greenwich Village, en el distrito Meat-pack. Poco queda de las fábricas de procesamiento de carne que dieron nombre a la zona. Los fashionistas que pueblan hoy sus aceras han acortado incluso el nombre del barrio; ahora lo llaman MePa. Hace tiempo que la piscina del ático del Soho Club, o el brunch en restaurantes como Merkato 55 son una parada imprescindible en la agenda de las vanidades neoyorquinas. Ahora, las 18 nuevas plantas de cemento y cristal del Standard Hotel -el nuevo proyecto de André Balazs, propietario de la cadena que nació en Hollywood en 1998- reivindican su lugar como epicentro de la modernidad. Es la nueva sensación en una isla plagada de hitos.
Su diseño brutalista hace virtud del cemento y recuerda a Le Corbusier
El imponente edificio de líneas depuradas y sabor sesentero ha sido saludado con entusiasmo por la crítica. En línea con Le Corbusier el diseño de Polshek Architects retoma la estética brutalista y hace virtud del cemento. La fachada, acristalada, hace un guiño al edificio de la ONU. Rotundo y sólido, el nuevo Standard, sin embargo, parece flotar gracias a los inmensos pilares que elevan sus plantas. El edificio crece por encima de las vías del viejo highline, el tren elevado de los años treinta que alejaba el trajín de vagones y mercancías de la calle. En los ochenta, las vías cayeron en desuso. Ahora la ciudad de Nueva York las está reconvirtiendo en un paseo público ajardinado cuyo primer tramo se inaugurará este verano.
El proyecto del Standard empezó hace dos años y medio con un presupuesto de 200 millones de dólares. Los primeros huéspedes llegaron en diciembre. La última fase de la apertura concluirá en agosto con la inauguración del restaurante. En junio se abrirá la terraza -que ha sembrado la calle de sillas retro en metal blanco- y el exclusivo club de la planta 18 inspirado en el trabajo del interiorista Warren Platner, discípulo de Eero Saarinen que diseñó el restaurante de la torre norte del World Trade Center.
Por el impoluto lobby de mármol y brillos negros -en línea con el estilo de los ochenta- pululan curiosos paseantes y los huéspedes del Standard. La decoración ha corrido a cargo de Shawn Hausman -diseñadora de sets de Hollywood- y del propio Balazs. Mies van der Rohe y un hotel diseñado por Arne Jacobsen en Estocolmo en los cincuenta han sido su fuente de inspiración para las 375 habitaciones que se abren a la espectacular vista que se ofrece desde el edificio. Los cuartos van desde lo que podría pasar por coquetos camarotes de barco hasta sofisticados estudios con bañeras mirando al Hudson. El Standard se ha convertido instantáneamente en un clásico.
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