Los bancos como villanos

"Hay 550 millones de armas de fuego circulando por el planeta, lo que supone un arma por cada 12 personas. El problema es: ¿cómo nos armamos las otras 11?", afirmaban en El señor de la guerra. The International, debut en el cine americano del alemán Tom Tykwer, da un paso más o, mejor, unos cuantos pasos más: la cuestión no reside en las armas ni en las guerras; ni siquiera en el dinero (y el poder) necesario para la creación o el mantenimiento de conflictos que benefician a unos pocos mientras miles de personas deben exiliarse al otro barrio, ya sea terrenal o divino. La clave está en el dinero que se puede ganar reconstruyendo lo destruido con aquellas armas. En esa labor las manos no se manchan de sangre. Tampoco las conciencias. Y en esa labor siempre debe entrar una institución, un grupo profesional cada vez más en declive en materia de popularidad: la banca. Los nuevos villanos del cine ya no son los rusos, los musulmanes, los mafiosos o los terroristas. Los nuevos ogros que amenazan la paz en el planeta son los banqueros.
THE INTERNATIONAL
Dirección: Tom Tykwer.
Int.: Clive Owen, Naomi Watts.
Género: thriller.
EE UU, 2008. Duración: 118 minutos.
Tykwer demuestra que, además de moderno, es un artesano del género
El arranque de The International es demoledor, con la Interpol investigando las actividades de un banco de Luxemburgo. Sus primeras secuencias, en la línea narrativa e ideológica de los thrillers liberales de los años setenta (Los tres días del cóndor, El último testigo...), pero con la espectacularidad visual y de montaje de la era posBourne, nos trasladan a un mundo globalizado en el que todo está conectado: los locales de comida basura, los bonos basura, el capitalismo basura y la existencia basura. Y Tykwer demuestra que, además de un icono de la modernidad con películas como Corre, Lola, corre, puede ser un artesano al servicio del cine de género (impactante tiroteo en el Guggenheim). Sin embargo, el tercio final rebaja las prestaciones de lo contado hasta entonces: frío y desconcertante (¿dónde están los guardaespaldas del banquero en la secuencia final?), parece demasiado pendiente de la resolución del macguffin que sustenta la historia, y se le acaba escapando la trascendencia del discurso.
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