Espejo vasco
Las gentes de izquierdas, en particular muchos simpatizantes y electores socialistas, contemplan en Cataluña estas últimas semanas, no sin cierta perplejidad, cuán fácil ha resultado formar una coalición parlamentaria en Euskadi entre los aparentemente inconciliables grandes adversarios españoles, el PSOE y el PP, mientras que resulta imposible un acuerdo sobre la financiación de la Generalitat entre los en teoría ideológicamente afines gobiernos de España y Cataluña, presididos por sendos socialistas, en un proceso que se arrastra desde 2006 y tenía por fecha tope el 9 de agosto del año pasado.
Da para pensar, ciertamente. Lo que está sucediendo en Euskadi tiene, sin embargo, otro ángulo de lectura también muy interesante desde Cataluña y en particular en el campo nacionalista. Cuando dentro de poco el socialista Patxi López sea el nuevo lehendakari, será debido, sobre todo, a que su antecesor, Juan José Ibarretexe, se recortó él solito las posibilidades de alianza que su partido, el PNV, había tenido siempre más abiertas.
Ibarretxe y el PNV sufren ahora las consecuencias de haber perdido la centralidad que durante años les permitía aliarse tanto con los socialistas como con el PP y luego con Eusko Alkartasuna y con Ezker Batua. Todo el mundo sabe cómo han llegado a este punto. Ha sido a causa del empeño de Ibarretxe en introducir en la agenda política el ejercicio de la autodeterminación mediante un referéndum de independencia. Aunque a la hora de polemizar se quiera dar otros nombres a la cosa, los ciudadanos acaban entendiendo que lo del derecho a decidir implica referéndum y que referéndum significa decir sí o no a algo. ¿A qué? A la independencia del País Vasco. Porque para quedarse tal cual, no hace falta convocar referendos de este tipo.
Éste es el punto en el que la aventura de Ibarretxe y el PNV conecta con la situación del partido que en Cataluña más se les parece, Convergència Democràtica (CDC), ahora en la oposición. Su líder, Artur Mas, ha hecho suyo el discurso sobre el derecho a decidir, en este caso del pueblo catalán, que Ibarretxe puso en el centro de la política vasca.
Si se tiene en cuenta la trayectoria de Convergència, es razonable dudar sobre la sinceridad de esta deriva. La cuestión está en saber si se trata sólo de un giro táctico o es algo más. Puede que sea un intento de restaurar el prestigio perdido ante ciertos sectores nacionalistas a raíz de los pactos de Jordi Pujol con el PP de Aznar en el periodo 1996-2003, pero también podría dar paso luego a un retorno a la centralidad que en Cataluña solo representan el autonomismo y el federalismo.
La pretensión de recuperar aquel prestigio como eje del nacionalismo catalán está directamente relacionada con la competencia político-electoral de Convergència con los independentistas de Esquerra Republicana (ERC). Es un objetivo bastante lógico, pero no exento de paradojas. Esquerra se inclinó en 2003 por la alianza de izquierdas (con el PSC e ICV) en vez de por la alianza de nacionalistas (con CiU), que era también matemáticamente posible en el Parlament, justo para evitar el riesgo de una fractura política del país entre un frente nacionalista y otro no nacionalista. La dirección de ERC mantiene firme desde 2003 su apuesta para afianzarse en la centralidad política, no sin un permanente disgusto de su ala radical, que ahora amenaza incluso con abandonarla. Pero la reacción de Convergència ha sido alejarse de esa centralidad para situarse en el extremo del eje político nacionalitario Cataluña-España, en el independentismo en el que Esquerra campaba como hermana mayor de un variopinto universo grupuscular.
Un trayecto como éste es el que ha llevado a Ibarretxe a la oposición. La pregunta, en Cataluña, es en estos días la siguiente: ¿convertirá el presidente Zapatero en imposible la alianza catalana de izquierdas, como parece buscar con su ya bastante sospechosa renuencia a darle el aire que necesita (la financiación de la Generalitat), y facilitará así un acercamiento de ERC y CiU en apariencia más fácil ahora que antes de 2003?
Un escenario muy arriesgado para todos. Endiablado.
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