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Reportaje:

El manoseado precedente de 1986

Ardanza fue 'lehendakari' hace 23 años porque el PSE no logró el apoyo preciso para Benegas - EA y EE no quisieron asumir un presidente no nacionalista

El PNV sigue reclamando el liderazgo político de la comunidad autónoma mes y medio después de las elecciones del 1-M y a apenas dos semanas de que el Parlamento invista lehendakari al candidato del PSE-EE, Patxi López, en virtud del acuerdo que ha alcanzado con el PP. Los socialistas no habían estado en condiciones de disputar la presidencia del Gobierno vasco desde las elecciones de noviembre de 1986. A principios de 1987 terminaron gobernando junto al PNV, bajo el liderazgo de José Antonio Ardanza, pese a haberle ganado en las autonómicas de noviembre de 1986 por 19 a 17 escaños.

Desde que se rompió la alianza entre peneuvistas y socialistas en 1998, la izquierda abertzale ha supuesto el apoyo decisivo del lehendakari del PNV, Juan José Ibarretxe, tanto en sus investiduras como en los principales proyectos: su plan de 2003 y después la hoja de ruta y la consulta. La ausencia ahora en la Cámara de la izquierda abertzale ilegalizada por su vinculación con ETA impide la reedición de esos apoyos y, por tanto, la continuidad del PNV en el poder, toda vez que no ha logrado pactar con ningún otro partido un apoyo suficiente a su candidato.

Jáuregui recondujo la negociación al PNV tras fracasar Benegas con EA y EE
González se mostró más proclive al relevo del PNV que Alfonso Guerra

¿Se acopla en alguna medida a la situación actual aquel precedente de 1986? En principio, no, aunque a unos, el PSE, les ha servido para huir de algo semejante como del agua hirviendo, aún a costa de pactar con el PP, mientras otros, el PNV, han reclamado, al menos retóricamente, el regreso a aquella fórmula, pese a haberla desdeñado y denostado en la última década.

El precedente de 1986, cuando el PSE-PSOE -denominación entonces de los socialistas vascos- ganó en escaños al PNV, pero su líder y candidato, Txiki Benegas, se quedó en la cuneta en el camino a Ajuria Enea, ha sido invocado por algunos socialistas como un ejemplo de generosidad que debería haber llevado ahora al PNV a actuar en reciprocidad, cediendo sin más a Patxi López la presidencia del Gobierno. El recurso, sin embargo, era equívoco, y por varias razones.

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Primero, el PNV ha ganado ahora tanto en votos como en escaños al PSE y por una diferencia mayor (cinco contra dos de entonces). Segundo, la presidencia del Ejecutivo no acabó en manos del aspirante peneuvista por ese supuesto gesto de generosidad de los socialistas, impensable en las crudas claves de poder en las que se mueve, siempre y en todos los partidos, la política.

El paralelismo que cabe entre aquel desenlace y el que se derivará de la relación de fuerzas actual es otro bien distinto: el de la imposibilidad de los ganadores de las elecciones, en aquel tiempo el PSE y ahora el PNV, de fraguar un acuerdo suficiente con otros para alzarse con el Gobierno.

Los propios protagonistas del momento, los entonces secretario general del PSE, Txiki Benegas, y delegado del Gobierno, Ramón Jáuregui, quien le relevó en la negociación para proponérsela al PNV, lo han recordado de ese segundo modo después de las elecciones del 1-M.

El acuerdo alternativo al PNV encalló entonces, oficialmente, por el desencuentro respecto a la transferencia a Euskadi de la Seguridad Social. En realidad lo hizo por las dificultades de EA y también de Euskadiko Ezkerra (EE) para asumir que el lehendakari fuese un político no nacionalista, según recuerdan ahora antiguos dirigentes implicados en aquella negociación. Es decir, hubo un bloqueo programático, pero todos concluyeron que en la realidad influyeron más los prejuicios de EA y EE a dar paso a un lehendakari socialista y el "respeto", en términos de temor, que se le tenía a un PNV mucho más correoso que el actual haciendo obstruccionismo desde la oposición.

La Seguridad Social supuso una especie de "casamata", en expresión de uno de los presentes en las reuniones, tras la que se ocultaba la negativa a admitir a otro lehendakari que no fuera Carlos Garaikoetxea, quien aún se sentía como tal, porque seguía sangrando por la herida de haber sido desalojado por su propio partido tras haber ganado para él las elecciones.

Los protagonistas de aquella negociación fracasada fueron Benegas y Juan Manuel Eguiagaray por el PSE-PSOE (19 diputados), Inaxio Oliveri y el propio Garaikoetxea desde la trastienda por EA (13 escaños) y Kepa Aulestia y Martin Auzmendi por EE (nueve parlamentarios). Aquella Cámara, en la que ese tripartito de izquierdas habría tenido el respaldo de 41 diputados, se completaba con 17 escaños del PNV, 13 de Herri Batasuna, dos de AP y dos del CDS.

Las negociaciones fueron y vinieron durante tres meses, a todas las bandas posibles. Se intentó el tripartito "de cambio y progreso" PSE-EA-EE; Ardanza sugirió testimonialmente un Ejecutivo nacionalista PNV-EA-EE, que fue rechazado por los dos interpelados -"con el PNV, ni a heredar", recalcaba Euskadiko Ezkerra-; EA y EE pactarían luego presentar a la investidura a Garaikoetxea con el respaldo de sus 22 votos, que superaban los que por separado tenían el PSE y el PNV, si no lograban un acuerdo. Y así hasta que apareció en el horizonte el peligro cierto de tener que convocar una nuevas elecciones.

La reunión de la ruptura definitiva se produjo el 20 de enero de 1987 y duró hasta entrada la madrugada siguiente, en medio de una nevada imponente, en el caserón de Ventas de Armentia (Treviño), propiedad de un hostelero de Vitoria. Para entonces hasta Felipe González, presidente del Gobierno central, y su todopoderoso vicepresidente, Alfonso Guerra, habían intervenido en la cuestión. Uno de los dirigentes de EE, que se entrevistó con el primero, quien debía dar su plácet, le recuerda más proclive que Guerra al relevo del PNV. El vicepresidente se hallaba más pegado al discurso de que el problema vasco era ETA, que conservaba aún un gran poder desestabilizador, y veía en el PNV un elemento apaciguador.

Si en aquel caserón Garaikoetxea hubiese transigido con la propuesta transitoria para la Seguridad Social que planteó Benegas y dado luz verde a éste como lehendakari, se habría rubricado el preacuerdo aquella misma madrugada. La historia vasca de los últimos 23 años pudo cambiar esa noche y también la misma suerte del PNV y de su escisión, EA, ahora prácticamente recuperada por el primero,

Finalmente, entre el enredo de las negociaciones, el agotamiento de los plazos y el riesgo de tener que volver a convocar elecciones si no se elegía lehendakari, los socialistas optaron por enlazar con la vieja alianza del exilio entre el PNV y el PSOE. El 27 de febrero Ardanza salió elegido por mayoría absoluta en primera votación, gracias al apoyo también del CDS de Jesús Viana. Fue la primera vez que HB se sentaba en la Cámara, y presentó al preso de ETA Juan Carlos Yoldi como candidato a lehendakari. Aprovechó su discurso para pedir una negociación entre la banda terrorista "y el Ejército español". Otros y muy distintos tiempos.

Un proceso de ida y vuelta

- Elecciones. Fueron anticipadas dos años, por la minoría del PNV tras la escisión de la que nació Eusko Alkartasuna, para celebrarse el 30 de noviembre de 1986.

- Renuncia del PNV. El PNV anunció que pasaba a la oposición tras los comicios y retó al PSE a pactar con EA y Euskadiko Ezkerra.

Negociaciones. Benegas las empezó por el PNV, y las mantuvo con todos los partidos, salvo Herri Batasuna. Hubo reuniones a todas las bandas, incluidas las de EA y el PNV con la izquierda abertzale.

- Vaivenes. El Parlamento se constitúyó el 8 de enero, sin ningún acuerdo. EA y el PNV suspendieron luego los contactos con el PSE.

- Mediación. Euskadiko Ezkerra medió para reintentar un tripartito "de cambio y progreso" con PSE y EA, que fracasó del todo el 22 de enero.

- Vuelta al PNV. Mediado febrero, el PSE hizo púlbico su deseo de retomar conversaciones con el PNV. El 24 hay acuerdo y el 27 es investido Ardanza

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