Al final, los impuestos
Si la solución a los problemas de la crisis económica dependiera únicamente de consideraciones a corto plazo la formación de un Gobierno "más político" no tendría contraindicación alguna. Pero los problemas que nos aquejan van más allá del presente y no tienen una solución fácil. La tentación ante la caída de la producción puede ser la de aumentar aún más el gasto público para tratar de sostener la actividad. Hacerlo así, sin consideración del camino que tendremos que recorrer para volver al equilibrio, puede terminar creando más problemas de los que se pretende resolver.
El recién salido vicepresidente, Pedro Solbes, ha realizado una excelente labor al frente del Ministerio de Economía como muy bien reconoció el presidente del Gobierno el día de la presentación del nuevo Gobierno. La acusación de que se ha cruzado de brazos ante la crisis no tiene fundamento, ya que las cuentas públicas pasaron de un excedente del 2,2% en 2007 a un déficit del 3,8% en 2008 y se prevé que este año, y el que viene, el déficit superará el 8% del PIB. El impulso fiscal ha sido muy importante y, sin embargo, los efectos sobre la actividad no han sido los esperados. Ello se debe en parte a que algunas de las medidas adoptadas no han sido las más adecuadas. Un ejemplo fueron los 400 euros, medida electoralista que, sin duda, procedía más de la esfera política que de la económica, y que pone de manifiesto que lo importante no es gastar más, sino gastar mejor. También ha influido el aumento de la tasa de ahorro de las familias que, según el Banco de España, ha supuesto varios puntos en relación con su renta disponible. Desde el punto de vista económico es inútil transferir recursos a las familias de manera indiscriminada cuando éstas han perdido la confianza, pues el aumento de la tasa de ahorro esteriliza los efectos de las medidas sobre la actividad.
Al no estar Solbes, lo más probable es que el déficit aumente y supere ampliamente el 8% del PIB
Pero el pasado es el pasado y podemos preguntarnos qué es lo que va a suceder a partir de ahora. La respuesta es que al no estar Pedro Solbes lo más probable es que el gasto aumente y con ello el déficit que podría, en este caso, superar ampliamente el 8% del PIB previsto por el Banco de España antes de la remodelación. El problema es que los compromisos aceptados al integrarnos en la eurozona requieren que volvamos al 3%. Tendremos dos o tres años para hacerlo, pero la implicación evidente es que la recuperación, que todos los expertos prevén lenta, no servirá por sí sola para acercar las cuentas públicas al equilibrio, por lo que habrá que practicar una política presupuestaria restrictiva, tanto más restrictiva cuanto mayor sea ahora el déficit. Actualmente es difícil ver cómo podría instrumentarse esa política sin aumentar los impuestos. Pedro Solbes tenía razón al ser prudente porque, sin duda, pensaba también en las condiciones de salida de la crisis.
El mensaje que se ha dado privilegia excesivamente el corto plazo. Habrá que esperar a las declaraciones, y a las decisiones, de los nuevos ministros para ver si ha cambiado, y en qué ha cambiado, la política económica. Ojalá tengan suerte y acierto.
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