La llamada que le faltó a Zapatero
Chaves y Solbes conocían los cambios hace un mes; Álvarez se enteró por la prensa
Minutos antes de la una de la madrugada del pasado lunes, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cerraba la estructura de su Gobierno desde el avión en el que estaba a punto de aterrizar en Madrid procedente de Estambul. Su interlocutora era la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega. El proceso que puso en marcha Zapatero un mes antes, llegaba a su fin. Ese mismo día, EL PAÍS hacía públicos algunos de los cambios ya decididos. Todos sus afectados lo sabían. Menos uno. La que fuera ministra de Fomento desde el primer Gobierno de Zapatero, hace cinco años, Magdalena Álvarez, se enteró ese día por la prensa de que iba a ser relevada por José Blanco.
Trinidad Jiménez fue la última incorporación del nuevo Gobierno
El presidente envió intermediarios para sondear a Gabilondo y González-Sinde
El primero en conocer que el Consejo de Ministros del Miércoles Santo contaría con nuevos ministros fue el ex titular de Economía Pedro Solbes. Lo pactaron al comienzo de la primera semana de marzo, poco después de que Solbes bromeara con la envidia que sentía de Mariano Fernández Bermejo porque se había convertido en ex ministro.
El 11 de marzo, Zapatero ataba el segundo cabo. Ese día recibía el sí de Manuel Chaves, presidente de la Junta de Andalucía, después de varios tanteos anteriores. La tercera semana de marzo, Elena Salgado supo que sustituiría a su admirado Pedro Solbes. El último capítulo en cerrarse fue el Trinidad Jiménez, que recibió una llamada del presidente la misma noche del lunes.
El disgusto del presidente
Todo estaba planificado al milímetro para que el Rey conociera los cambios el martes y el Consejo los aprobara el miércoles. Pero la noticia saltó a los medios de comunicación antes de lo que el presidente lo hubiera querido. Tenía previsto comunicar el lunes a Álvarez su destitución, pero ese día la ministra conoció su destino por la prensa, lo que disgustó mucho al presidente. Zapatero ha valorado extraordinariamente el trabajo de Álvarez, que siempre ha tenido en él a su principal defensor.
No obstante, el jefe del Ejecutivo mantuvo el programa que tenía pensado antes de iniciar su semana de cumbres internacionales (G-20, OTAN, Europea y Alianza de Civilizaciones) el 31 de marzo. En Londres, Estrasburgo, Praga y Estambul buscó huecos para hacer uso intenso de su móvil. Habló mucho con De la Vega; con el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, y con el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.
A pesar de que el secreto dejó de serlo antes de lo previsto, se puede considerar que imperó la discreción pues hacía un mes que los principales protagonistas ya lo sabían. Solbes siempre apostó por Elena Salgado, a la que había tenido como subordinada al frente de la dirección de Costes de Personal, cuando fue titular de Hacienda con Felipe González.
Tenacidad, capacidad de trabajo, gusto por el detalle, incluso cierta intransigencia ante la negligencia o las demoras injustificadas en la toma de decisiones son características que Solbes y Zapatero se repetían para considerar la idoneidad de Salgado. Ahora bien, el liderazgo público en la lucha contra la crisis lo asume el presidente del Gobierno, para bien y para mal. Esto permitirá a Salgado no estar siempre expuesta al escrutinio público, ya que es la faceta de la tarea política en la que menos cómoda se siente.
Y no es una cuestión de incomodidad lo que le ha llevado a Manuel Chaves a abandonar la Junta de Andalucía. Aunque desde antes del verano pasado, Chaves y Zapatero habían hablado de su sucesión y de la vuelta a la política nacional del presidente del PSOE, fue el 11 de marzo cuando lo hablaron con vocación de tomar una decisión. Ésta se pospuso hasta el 23 de marzo, una vez que Chaves solucionó su sucesión con José Antonio Griñan. Durante casi cuatro semanas, milagrosamente, se mantuvo el secreto, a pesar de que el socialismo andaluz vivió una auténtica convulsión sobre el proceso de sucesión que se abría.
La confianza de Zapatero en Trinidad Jiménez le llevó a dejarla para el final. La llamó a su móvil en la noche del pasado lunes, y después de hablar de las cumbres internacionales en las que acababa de participar la sorprendió con su nombramiento como ministra de Sanidad y Política Social. "La mejor receta contra la crisis son las políticas sociales y tú las vas a llevar a cabo", aseguran que dijo. Y Jiménez aceptó.
Para entonces ya estaban atados los fichajes del rector de la Autónoma, Ángel Gabilondo, y la presidenta de la Academia de Cine, Ángeles González-Sinde. Zapatero envió a emisarios para sondearles sobre si aceptarían entrar en su Gobierno con las carteras de Educación y Cultura, respectivamente. Gabilondo ha mantenido contactos frecuentes con Zapatero desde hace años. Entre ambos ha existido siempre buena sintonía. Muy pronto aceptó la oferta. A González-Sinde la conoció poco después de su nombramiento como presidenta de la academia, hace dos años y medio. Tardó algo más en dar el sí, pero, al final, también aceptó no ver los toros desde la barrera.
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