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Columna
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Sordera universitaria

Seis años son tiempo suficiente para diplomarte en enfermería. Si eres sordo, es más complicado. Nueve años, y no seis, ha sido el tiempo que María del Mar Granado ha necesitado para que la Universidad de Almería entrase en razón. En 2003, solicitó la adaptación curricular de dos asignaturas. La petición fue desestimada y María del Mar acudió a los tribunales. Los tribunales le han dado la razón. La Universidad tendrá que facilitar los medios para que María del Mar concluya sus estudios. Esta historia enseña que el acceso a institutos y facultades de toda España a alumnos con necesidades pedagógicas especiales es deficiente. Estudiar es una hazaña. Llegar a la universidad de por sí no es fácil. Los que hacen una carrera han de ser más tenaces. Estudiantes como María del Mar doblan su esfuerzo, pero lo que obtienen es lo mismo y quizás un poco menos. El valor que tiene una diplomatura en enfermería cae en picado si tienes problemas de audición. Si complicado es el acceso a la Universidad más complicado es el acceso al mercado laboral. Los incentivos y medios que dispone el estado de bienestar para acceder a la Universidad y, en su caso, contratar personas como María del Mar no bastan. Algo más tiene que cambiar.

La historia de María del Mar, sin duda, es una hermosa historia de valor, y lograr ilusiones. Nueve años son muchos para acabar una diplomatura. Si María del Mar hubiera cambiado de Universidad, es probable que hubiera aprovechado más el tiempo, en el sentido que muchas veces se le da. Si María del Mar se hubiera rendido, la universidad de Almería no tendría ahora que mejorar. Si se hubiera rendido no podría inspirar con su historia. No sería un ejemplo de ciudadanía. Su lucha, su victoria debería enseñarse en todas las facultades. María del Mar ha logrado con su tesón que Almería y su Universidad ahora sean más hermosas. La pesada maquinaria burocrática universitaria no hacía excepciones, no tenía en cuanta a la persona, ni a sus méritos. No es la objetividad sino el mirar a cada estudiante a la cara, el mérito personal y las circunstancias toman carta de naturaleza y pueden ayudar a corregir errores estructurales del sistema educativo. Esto no es privilegiar a nadie, esto es trabajar por una sociedad justa.

El problema que debía resolver María del Mar no era su sordera, sino la sordera de su Universidad. Esta sordera que ha venido arrastrando la Universidad de Almería es la misma que en ocasiones sigue sufriendo Andalucía y España.

Discapacitados y minusválidos son personas etiquetadas y homogeneizadas en diferentes protocolos administrativos. Al formalizar una matrícula de estudios en una casilla se confiesan necesidades especiales. En la mayoría de las ocasiones, cuando se tacha la cruz, sólo se entienden como incomodidades y gastos. Así se lee el grado de discapacidad o de minusvalía. Son palabras que en ocasiones significan "no tan capacitados" y "no tan válidos". María del Mar no es discapacitada. La persona que tiene el coraje de defender lo que es justo no lo es. Es mucho más válida. Tiene que superar el doble de obstáculos que otra persona para llegar al mismo sitio. Mucho más válida que una facultad que hacía oídos sordos hasta el punto de permitir que las soluciones y cambios los marque la administración de Justicia y no el sistema universitario.

En fin, que romper las barreras arquitectónicas y sociales de la educación no es adaptar las infraestructuras a las necesidades de una minoría. No es hacer tratos preferentes. No es privilegiar a nadie. Romper estas barreras es cambiar nuestra mirada estigmatizadora, y no mirar en términos de incomodidades y costes. Es, en suma, ejercitar nuestro derecho a tener el sistema educativo que corresponde a un Estado social. María del Mar es el ejemplo. Que Andalucía, que su Universidad la escuchen.

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