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Análisis:Las consecuencias de la crisis
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Un mal necesario?

Hay principalmente dos razones por las cuales las deflaciones son perjudiciales en tiempos de crisis económica. Primero, la deflación aumenta el valor de las deudas en términos reales. Es decir, el peso de las deudas con relación al nivel de precios e ingresos del país se eleva. Evidentemente, una de las peores noticias que puede darse a empresas con dificultades de financiación (casi todas en estos momentos), a bancos que quieren recomponer sus ratios de solvencia y a familias agobiadas por hipotecas, es que el valor de sus deudas aumente por este fenómeno de la deflación. Segundo, la deflación incita a posponer el consumo y la inversión puesto que cuanto más se espere, más barato se podrá comprar. En estos momentos en el que la crisis financiera ha dado lugar a una caída en picado de la demanda, el aplazamiento del consumo por individuos solventes se convierte en una maldición.

La deflación eleva el valor de las deudas e invita a posponer el consumo y la inversión

El INE acaba de publicar el indicador adelantado del Índice de Precios de Consumo correspondiente a marzo. Los datos reflejan una tasa anual negativa del - 0,1% para el conjunto del país. La tendencia -y las previsiones de algunos analistas- apuntan hacia un posible periodo de deflación en España. ¿Es esto negativo? ¿Debería intentar evitarse? ¿Podría ser un mal necesario?

Hay tres circunstancias que son clave para contestar a estas preguntas. Primero, de acuerdo con las cifras que proporciona el Banco Central Europeo (BCE), la pérdida de competitividad de la economía española desde 1999 con relación a la zona euro (que también ha perdido competitividad en el contexto mundial) es superior en cinco puntos porcentuales si se utiliza el indicador de costes laborales unitarios, y de más de diez puntos si se utiliza el indicador basado en el deflactor del PIB. Segundo, el BCE parece no estar dispuesto a correr el más mínimo riesgo inflacionario, con el resultado de que la tasa de inflación interanual de la zona euro está ya en torno al 1% y con una tendencia decreciente. Tercero, ahora que el motor de la construcción se ha detenido y que parece que nunca volverá a ser lo que fue, España precisa recuperar competitividad internacional. Sin la posibilidad de depreciar la moneda, España se enfrenta a la necesidad de acumular a corto plazo un diferencial negativo de costes salariales unitarios e inflación con respecto a la zona euro que podría ser superior a los cinco puntos porcentuales.

Tomadas conjuntamente, estas tres circunstancias implican que la economía española habría de pasar por un periodo de deflación como prerrequisito para la salida de la crisis. Una alternativa es que el BCE afronte con más laxitud sus objetivos de inflación. Sin duda, la inflación tiene efectos negativos. La inflación tiene un efecto sobre los precios relativos parecido al que tienen los "cambios de juego" de los buenos centrocampistas sobre los defensas rivales: no todos se reajustan a la misma velocidad, de tal modo que se rompe la coherencia global del entramado. La inflación también tiende a distorsionar las contabilidades y el cálculo de beneficios, y a descapitalizar a las empresas. Sin embargo, la economía no es una ciencia de blancos y negros, sino de distintos grados del gris. Además, la ordenación de los colores y los tonos cambia a lo largo del ciclo económico. Los peligros y los costes de la inflación en estos momentos no son los mismos que los de hace un par de años. Sus potenciales beneficios (la reducción de las deudas en términos reales), tampoco. Así parece haberlo entendido la Reserva Federal de EE UU.

En el contexto europeo, una mayor liberalidad monetaria tendría un beneficio añadido sobre el que pueda tener en EE UU: podría facilitar el realineamiento de economías como la española que han sufrido un deterioro relativamente mayor de su competitividad internacional, ahora que ya no disponen de la posibilidad de dejar depreciar su moneda. Aun con la ayuda de cierta inflación a nivel europeo, los reajustes y sacrificios económicos que habrán de afrontar los trabajadores y los empresarios en España son muy importantes. Sacrificios cuya dilación alargará todavía más la recesión en nuestro país. Ahora bien, una Europa con inflación cero o muy reducida exigiría el más difícil todavía de una notable deflación en España, con revisiones salariales que podrían requerir tasas negativas de variación. Si los objetivos del BCE fueron diseñados ignorando la posibilidad de una recesión como la actual, es difícil que una total rigidez en torno a dichos objetivos pueda ser una buena política en estos momentos.

Francisco Alcalá es profesor de Economía de la Universidad de Murcia e investigador del IVIE.

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