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Columna
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Cínicos e incautos

Mañana termina el periodo de inscripción en los colegios andaluces. En contra de ese eufemismo "red de centros sostenidos con fondos públicos" la cruda realidad es que todavía los centros se dividen entre públicos y privados. Y estos últimos se subdividen entre concertados y no concertados. Es una realidad que conduce a que la mayoría de los hijos de los emigrantes y de los niños con algún tipo de problemas termine en los centros públicos y que los concertados sean propiedad de órdenes religiosas que obtienen importantes beneficios de tan lucrativo negocio. Eso sí, usan todo tipo de subterfugios para dar a entender que se dedican a la docencia por abnegación, por altruismo o como expresión de su fe pero luego cobran importantes cuotas a los padres, sacan una tajada del dinero público, especulan con el suelo de sus centros y siempre ganan, como la banca. Se ha extendido entre la ciudadanía la peregrina idea de que los centros privados son mejores que los públicos y todos quieren llevar a sus niños a esos colegios con uniforme de falda de tablitas o jersey de pico. Eso sí, que pague el Estado, que una cosa es educar a los niños y otra pagar. Se dan estos días los casos de empadronamientos falsos para poder obtener más puntos en los baremos. En Cádiz se han detectado ya más de 500 en el área de la Avenida, junto a los colegios religiosos. Se han dado también divorcios falsos para conseguir los puntos por familia monoparental. Un director de un colegio decía que ya sólo queda que algún padre llegue a seccionarse un dedo a ver si le dan puntos por minusvalía. Hasta ese extremo lleva el esnobismo de matricular a los niños en los colegios religiosos mientras pague España, claro. Luego vendrá la avalancha de los que se han quedado fuera con todo tipo de presiones públicas para que la administración concierte nuevas líneas en el colegio religioso de turno. Algunos jueces ordenaban el ingreso cautelar del niño sin mirar el cumplimiento de la ratio de 25 niños por aula con cualquier peregrino argumento. Menos mal que una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, casi desapercibida, ha establecido que es imprescindible cumplir la ratio. Por lo tanto, no se va a poder usar tal subterfugio como es frecuente entre algunos padres.

Lo peor no es siquiera el resumen anterior, sino ver cómo padres teóricamente progresistas matriculan a sus hijos en centros religiosos concertados. Peor aún, que sean dirigentes políticos de la izquierda. Sería oportuno hacer una investigación entre cargos públicos socialistas y de IU para saber dónde mandan o han mandado a sus hijos. Nos llevaríamos la sorpresa de que la mayoría lo hacen en centros religiosos, pero se les llena la boca en defensa de la escuela pública. Después de esto es complicado pedirle a cualquier padre que lleva a sus hijos a un centro público si los responsables políticos no lo hacen. Conozco el caso de un dirigente sindical de una empresa pública de la Bahía, muy radical, antiguo dirigente de IU, que llevaba a su niño a un centro religioso. Es cierto que la vida es contradictoria y muchas veces confusa, que no se nos puede pedir una coherencia absoluta ya que somos todos impuros. Todo eso es cierto, pero no se puede aceptar como bueno que dirigentes progresistas, que gobernantes de izquierda, pregonen una cosa y hagan otra. Una cosa es aceptar la contradicción en la que todos vivimos y otra ser unos cínicos. Es como esos bienintencionados cofrades de izquierdas que actúan como si no participasen en una ceremonia llena de intransigencia reaccionaria. No se puede uno extrañar de que los hermanos mayores se manifiesten contra el aborto, aunque se les pueda afear que den lecciones de moral sin autoridad para ello. Llama más la atención cargadores, penitentes y participantes que se sienten de izquierdas. Que la derecha vaticana actúe como lo hace es coherente con lo que piensa la Iglesia, aunque no con lo que ellos mismos hacen con su vida. Pero ver a tantos incautos en las procesiones...

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