Cuando un recuerdo es algo que tenemos
H M llegó a ser muy famoso en su tiempo, aunque su nombre completo no se conociese hasta su muerte, el pasado mes de diciembre, y nunca llegase a ser consciente de ello. Sufría constantes ataques de epilepsia, que ponían en peligro su vida. En 1953 fue sometido a una complicadísima operación cerebral que le curó los ataques, pero le dejó una terrible secuela: perdió todos sus recuerdos personales y desde entonces no pudo generar nuevos recuerdos. Era capaz de recordar la Segunda Guerra Mundial, pero no el sabor del helado en su infancia, ni el rostro de las personas, ni cuando creía en Papá Noel, ni lo que había hecho cinco minutos antes. "Nunca fue consciente de lo mucho que contribuyó a la ciencia', declaró la doctora que le trató durante años, pero si alguien se lo hubiese explicado le hubiese provocado un cálido y alegre sentimiento, durante algunos segundos por lo menos", se afirmaba en el obituario de la revista británica The Economist. Esos segundos son la materia de la que estamos hechos. "No sabía si un recuerdo es algo que tienes o algo que has perdido", dice un personaje de Woody Allen. Esa mezcla, lo que tenemos, lo que hemos perdido, es lo que nos convierte en nosotros y el pintor Joe Brainard (1942-1994) encontró una fórmula maravillosa para navegar por la memoria, los Me acuerdo, que recopiló en un libro que aparece por primera vez editado en castellano.
Me acuerdo
Joe Brainard
Traducción de Julia Osuna Aguilar
Sexto Piso. Madrid, 2009
150 páginas. 16 euros
Me acuerdo de esas veces en que no sabes si estás muy feliz o muy triste.
Me acuerdo de arrepentirme de no haber hecho cosas.
Me acuerdo de desear haber sabido antes lo que sé ahora.
Me acuerdo de las amapolas rojas silvestres de Italia.
Me acuerdo de los días lluviosos a través de la ventana.
Me acuerdo de la dulzura de Marilyn Monroe en 'Vidas rebeldes'.
Me acuerdo de los sonidos de las retransmisiones de béisbol que llegaban desde el garaje los sábados por la tarde.
Me acuerdo de los pueblos vacíos. De las lunas tintadas de verde. Y de los carteles de neón justo cuando se apagan.
Podría seguir durante horas copiando los recuerdos a través de los que Brainard relata su vida y también la historia cotidiana de Estados Unidos, desde el final de la II Guerra Mundial hasta su muerte por sida en 1994. La lectura de este libro, por orden o escogiendo párrafos al azar, es un viaje a los confines de la memoria. "A través de estas frases sencillas y contundentes, traza el mapa del alma humana y altera de forma permanente la manera en que miramos al mundo", escribió Paul Auster sobre un libro inagotable que, en apenas 150 páginas, somete al lector a un constante ir y venir de sus propios Me acuerdo. La fórmula de Brainard ha tenido muchos seguidores, el más famoso de todos ellos fue el gran escritor George Perec que a través de sus 480 Je me souviens (Me acuerdo. Córdoba, Berenice, 2006. Traducción y prólogo de Yolanda Morató) recorre tres décadas de la historia de Francia. También son inolvidables los Mi ricordo a través de los que Marcelo Mastroianni relata su vida (Sí, ya me acuerdo. Barcelona, Ediciones B, 1997. El libro es una transcripción del documental Si, io mi ricordo). La última en sumarse al experimento ha sido la dibujante libanesa Zeina Abirached, que ilustra esta página, porque a través de su Je me souviens Beyrouth (París, Cambourakis, 2008; Sins Entido prepara una edición española) logra atrapar su memoria de la guerra. El narrador español Juan Bonilla incluso llegó a abrir una página web (http://es.geocities.com/juanbonillaweb/jemesouviens.htm) en la que invita a cualquiera a que se sume a este torrente de memoria y es un ejercicio inolvidable por el que todos, sin miedo a la nostalgia, deberíamos pasar.
Me acuerdo de un gran níspero.
Me acuerdo del silencio que se hizo en el restaurante Maxim's cuando apareció Gary Cooper vestido con un 'smoking' blanco.
Me acuerdo de los uniformes de los alemanes, me acuerdo de los refugiados.
Me acuerdo de que Fellini me llamaba Snaporaz.
Me acuerdo de una noche de verano con olor a lluvia.
Me acuerdo de mi primera noche de amor.
Frente a la intimidad que revela Mastroianni y, desde luego, Brainard, Perec es mucho más neutro. Sus Je me souviens son ante todo generacionales.
Me acuerdo de que el día después de la muerte de Gide, Mauriac recibió este telegrama: 'El infierno no existe. Suéltate el pelo. Stop. Gide'.
Me acuerdo de Mayo del 68.
Me acuerdo de que en septiembre en París, después de la guerra, había muchas más avispas que ahora.
Me acuerdo de que mi tío tenía un 11 CV con matrícula 7070 RL2.
Me acuerdo de 'De aquí a la eternidad'.
En la contracubierta de la edición francesa, Perec aporta la definición más certera de este ejercicio que va mucho más allá de la memoria: "Los Me acuerdo son pequeños pedazos de cotidianidad que fueron vividos y compartidos y luego olvidados. Sin embargo, de repente regresan, por azar o porque han sido buscados entre amigos una noche: es algo que aprendimos en el colegio, un campeón, una canción, un cantante, un escándalo, un slogan, un traje o una costumbre, totalmente banal, que por un milagro es arrancada a su insignificancia y es reencontrada por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia". Ese sentimiento aparece constantemente en los Je me souviens de Abirached, que se apoyan además en dibujos. Dado que tiene 28 años, sus recuerdos tienen a veces una cercanía enorme (los papeles del Kik-Kat, las uñas de Florence Griffith-Joyner) aunque otros, cuando se sumerge en su memoria de la guerra en Beirut, donde pasó su infancia, se alejan rápidamente de nosotros ("me acuerdo de todos los lugares en los que nos refugiamos").
Sobre los bombardeos israelíes contra Líbano del verano de 2006, escribe: "Me acuerdo de que mi madre me enviaba varios SMS al día para tranquilizarme. Pero sé que todo lo que vivieron estaba en los mensajes que nunca me envió". Y también aporta una cita de Chris Marker, al principio del libro, imprescindible para entender el terreno en el que se mueven los Me acuerdo. "Nada distingue a los recuerdos de los otros momentos. Sólo más tarde los reconocemos por sus cicatrices".
Los I remember de Brainard son mucho más que una cotidianidad compartida, que un sentimiento generacional. Nacido en Arkansas, en las profundidades de Estados Unidos, artista rompedor, neoyorquino de adopción, escritor, homosexual, la provocación ante una sociedad pazguata está en el corazón de su obra de alto contenido sexual en algunos momentos, con confesiones extraordinariamente valientes (desde erecciones en la escuela, polvos fracasados, complejos de todo tipo, hasta la costumbre de comerse los mocos en la infancia); pero en otros momentos se deja llevar por un lirismo certero y nunca cursi a través del que consigue describir todo un país, desde la sordidez de las estaciones de autobuses hasta las tardes de los domingos y el baseball de los sábados, desde el sabor del agua después de un helado hasta los taburetes giratorios de los Dinners y la luz de plástico de los neones agotados.
Algunos Me acuerdo son pedazos inocentes de memoria, otros escarban en las partes ocultas de nuestras vidas, algunos tienen sabor, olor, luz, algunos son crepúsculos dorados y otros amaneceres tristes, muchos ni siquiera sabemos dónde han estado escondidos, los hay que son como las magdalenas proustianas y aparecen a borbotones. (¿En el fondo qué es En busca del tiempo perdido si no un gigantesco Me acuerdo?), pero todos ellos son importantes, todos ellos son nosotros. Los Me acuerdo son algo que tenemos que tal vez hayamos perdido, pero que hemos recuperado. Perec deja al final de su libro hojas en blanco para que el lector se lance a escribir sus propios Me acuerdo. Me gustaría tener espacio en este artículo para hacer lo mismo.
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