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Entrevista:CONCHA HERRERA ARROYO | Directora técnica de la Unidad de Terapia Celular | Mujeres en vanguardia

La niña que quería ser sabia

Primeras horas de la mañana, Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba. El largo pasillo acoge a los primeros pacientes que entran en despachos bajo rótulos tan futuristas como Medicina nuclear.

Uno de ellos tiene una placa que reza: Unidad de Terapia Celular. En el interior, hay tres o cuatro mujeres jóvenes con bata blanca. Una célula dentro de este mastodonte sanitario en el que trabajan 5.000 personas. Al frente de la unidad está una mujer que de niña quería ser sabia.

-Hay quien quiere ser Peter Pan o futbolista. Aunque puede parecer ridículo, yo quería ser sabia.

Aunque ella no lo crea, algo sabia es.

Concha Herrera Arroyo dirige la Unidad de Terapia Celular del Reina Sofía. No por casualidad. A los 22 años, había terminado la carrera de Medicina, con más de 20 matriculas de honor, un puñado de sobresalientes y un humilde notable. Premio extraordinario en la licenciatura y en el doctorado.

"En cinco años hemos tratado con células madre a más de 50 infartados"
"Como médica, creo en la vida; por eso me hice de Amnistía Internacional"

A los 27 años, era contratada para montar el laboratorio de Criobiología y Terapia Celular del Servicio de Hematología. Objetivo: realizar el primer autotrasplante de médula ósea. Lo consiguen el 1 de junio de 1988. Desde entonces, no han parado. Veintiún años después, se enfrenta a un nuevo reto: producir células mesenquimales para tratar enfermedades neurológicas.

¿No es un poco sabia? Aunque ella sólo se reconoce audaz.

-Soy tímida en lo personal, pero muy audaz en mi trabajo. He emprendido muchas batallas. La primera, cuando tenía 27 años, en este hospital con vocación de normalito iniciamos una nueva tecnología que se llamaba ya en aquella época de terapia celular. ¡Hace 21 años!

La noticia está en la primera plana de los periódicos: "Obama da luz verde a la investigación pública con células madre embrionarias". ¿Feliz?

La doctora Herrera hace un mohín: "Es una buena noticia, pero llega tarde". Reconoce el liderazgo de los Estados Unidos, "el más desarrollado del mundo científicamente, no desde otros puntos de vista". ¿Por qué tarde? Porque desde que en 2001 el ex presidente conservador George Bush prohibiera la financiación con dinero público de este tipo de investigaciones, científicos de otros países han abierto nuevos caminos.

-Se puede conseguir de una célula madre adulta una célula casi embrionaria, porque se puede reprogramar. ¡Y en eso estamos!

Reacia a hablar de sí misma, se muestra impaciente por comentar los nuevos retos médicos. Pero es bueno saber que esta mujer de amplia melena negra y hablar apasionado, nacida en Madrid en 1960, y trasplantada a Córdoba diez años después, es, además de un poco sabia, "muy precoz". Y eso, "me pesa ahora, porque tengo 48 años y la sensación de haber vivido muchos más".

No ha perdido el tiempo. Hija y nieta de médicos pediatras, descubrió a los 16 años que le gustaba la medicina. El abuelo Tomás se llevó una inmensa alegría cuando vio que su nieta favorita seguía sus pasos. Falleció cuando estudiaba cuarto. No la vio graduada, pero supo de sus extraordinarias notas. Aunque ella le resta importancia: "No me costaba ningún trabajo".

Hizo el MIR de Hematologia con igual brillantez y pasó unos meses aprendiendo en Francia las nuevas técnicas de criopreservación y manipulación celular. Córdoba la esperaba con los brazos abiertos y los pacientes en la sala de espera. Se sumó al equipo pionero en terapia celular y comenzó su apasionante aventura investigadora. Eso sí, en contacto con el enfermo.

Concha es partidaria de informar al paciente sobre su exacto estado de salud. Sin tapujos ni medias verdades. Lo malo es que con frecuencia suele portar malas noticias. ¿Sufre mucho?

-¡Claro! Porque lo que yo veo son linfomas. Un cáncer no es un catarro.

Tiene fama de explicar con palabras sencillas las enfermedades más enrevesadas. Si es preciso, dibuja un esquema de cómo se trasplantan células madre procedentes de la médula ósea a un corazón infartado. Es la llamada medicina regenerativa: "Como no sabemos curar con medicamentos algunas enfermedades, intentamos recuperar tejidos y órganos dañados".

Dentro de los diez días posteriores al infarto agudo de miocardio, la doctora Herrera extrae al paciente unos 150 mililitros (medio vaso de agua) de medula ósea, pinchando a la altura de la cresta iliaca (el final de la espalda). En el laboratorio, selecciona las células madre que le interesan y reduce el líquido a unos 10 mililitros, que contienen entre 800 y 1.000 millones de células.

Los cardiólogos practican un cateterismo, es decir, introducen un tubito hueco en la femoral a la altura de la ingle hasta la arteria coronaria afectada y depositan ese líquido en el ventrículo izquierdo. Alrededor de un 5% de esas células madre permanecen en el ventrículo. El resto se distribuye por el cuerpo a través del flujo sanguíneo. Ese pequeño grupo de células posibilita la regeneración de la parte infartada. "El resultado final es extraordinariamente mejor que con cualquier otro tratamiento". Y sobre todo, el paciente se libra de un trasplante o de una muerte posterior por una arritmia grave o una insuficiencia cardiaca severa post-infarto. Desde 2004, más de medio centenar de personas han recibido este tratamiento.

En la actualidad, ensayan esta técnica en los casos de miocardiopatía dilatada idiopática, una insuficiencia cardiaca muy severa. Once pacientes han sido tratados con esta técnica pionera en el mundo. Podría ser una excelente alternativa al trasplante de corazón, si se confirman los buenos resultados obtenidos en los cuatro primeros pacientes a los que se les ha hecho un seguimiento de más de seis meses.

Muchos de los pacientes que han recibido sus propias células madre seguro que abandonan el Reina Sofía con la sensación de que alguien muy sabio les ha reparado el corazón.

La doctora Concha Herrera Arroyo, en el Hospital Reina Sofía de Córdoba.
La doctora Concha Herrera Arroyo, en el Hospital Reina Sofía de Córdoba.FRANCIS J. VARGAS

Terapias avanzadas en el Reina Sofía

Concha Herrera lleva en su bolso un estimulante rejuvenecedor: el carné de profesora asociada de Patología en la Facultad de Medicina de Córdoba y el de estudiante de Historia en la Universidad a Distancia.

Hace cinco años decidió estudiar historia por aquello de que "quien desconoce su pasado, está condenado a repetirlo". Y ella no quiere cometer errores.

Desde que hace un año fue nombrada directora técnica de la Unidad de Terapia Celular del Reina Sofía, no ha atendido pacientes. Tras veinte años de trato directo con el enfermo, eso la apena. Pero el reto que tiene por delante es excitante.

La Consejería de Salud puso en marcha el pasado año la Iniciativa Andaluza de Terapias Avanzadas, con cuatro sedes, una de ellas en Córdoba.

-Intentamos avanzar en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas que a fecha de hoy no tienen solución con los medios establecidos. La terapia celular es un procedimiento experimental con el que estamos esperanzados basándose en los resultados que estamos obteniendo.

Además de la investigación con células de médula ósea, en un futuro inmediato trabajaran con células mesenquimales, algo así como las pata negra de las células madres adultas. Mientras, realizan ensayos clínicos con diabéticos que padecen una arteriopatía periférica que termina muchas veces con el pie amputado.

La unidad que dirige solo tiene mujeres, dos técnicas de laboratorio y tres biólogas. Síntoma claro de que la mujer está copando también puestos de vanguardia en la investigación médica.

Si dentro del hospital la doctora Herrera lucha por salvar vidas, fuera también. Hace diez años decidió asociarse a Amnistía Internacional.

-Me importan las personas, no quiero que maten a nadie. Soy médico y creo en la vida.

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