El barrio vuelve a la guerra

"Si no puedo comer ternera, como pollo. Y si no me llega, pongo lentejas. Yo me adapto a lo que tengo", dice, apoyada en el carro de la compra, Elvira González, de 59 años, que llegó al barrio en 1972 desde un pueblo de la sierra de Jaén, "y si ahora mi hijo está en paro, le echo una mano con mi paguita". González fue modista. Luego se quedó sola con un hijo y se puso a limpiar casas. Cobra 331 euros de pensión; su marido, 900. Son un caso estándar, ni pudiente ni muy desesperado, para el Parque Alcosa, el barrio de aluvión, trabajador, castigado por el desempleo y la pobreza pero no marginal del sur de Alfafar (Valencia). Un barrio con reputación de lucha que parece haber vuelto a la guerra.

"Aquí se nota más. Vienen menos a comprar. Y todo les parece caro"

La semana pasada 15 vecinos, miembros de la coordinadora de colectivos del parque, entraron en el Servicio de Atención Ciudadana y al momento de cerrar se negaron a abandonarlo. Cuatro fueron detenidos. Pasaron tres horas en el cuartelillo. A cambio lograron que se volviera a oír hablar del parque y que se conociera su "plan de medidas urgentes contra la crisis social".

En el mercadillo por el que se pierde Elvira González hay pilas de pantalones, cajas de zapatos de mujer por tres euros, hileras de sartenes, tinajas de aceitunas, toda clase de productos frescos y muy pocos clientes. "Aquí la crisis se nota más. La gente viene menos y la que viene no tiene poder adquisitivo. Todo les parece caro", comenta bajo su toldo Luís, vendedor de "prontomoda nacional"; "es como en los demás sitios pero más acentuado".

El primer punto del bastante libertario plan que la coordinadora de colectivos ha planteado al Ayuntamiento socialista recoge una renta básica de subsistencia. El segundo ("de transición hacia el primero"), un "fondo de emergencia y solidaridad" para atender situaciones urgentes en el que participarían el Consistorio, asociaciones, entidades bancarias, Caritas, la industria y el comercio de Alfafar.

El Parque Alcosa, más tarde rebautizado como Barrio Orba, surgió de la nada a mediados de los sesenta. Cumple la mayoría de preceptos del urbanismo franquista para pobres de la época. Siete calles prácticamente rectas cruzadas por otras tantas y una plaza, todas rellenas de edificios paliduchos, chatos, de teja y ladrillo visto. Filas y filas de portales sin ningún bajo comercial, porque fue concebido como una ciudad dormitorio.

"El barrio está en una situación crítica", afirma Toni Valero, educador social y portavoz de la coordinadora, "pero no la que se oye en el telediario. Por primera vez en mucho tiempo vuelve a haber dos o tres familias viviendo en una misma casa. Hay niños que se socializan en la calle porque los padres andan buscándose la vida. El nivel de desempleo se ha disparado porque muchos de los que trabajaban lo hacían en la construcción. Hay desahucios, cortes de luz, indigencia...".

La ocupación pacífica de las dependencias municipales no sorprendió a nadie porque la desobediencia civil es una vieja conocida del barrio. En 1994 varios miembros de la Kordinadora de Kolectivos (así la escriben) se declararon en huelga de hambre. En 2001 volvieron a hacerlo. Por el camino, la asociación ha ido creando cooperativas de limpieza, reciclaje, de cuidado de niños, etcétera, que han generado puestos de trabajo para los vecinos. Ahora piden al Ayuntamiento (que es quien las financia) que las amplíe a servicios de mantenimiento de los edificios, mobiliario urbano, jardinería y otras. El Consistorio ha expresado reservas. Unos y otros se verán las caras la semana que viene.