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Reportaje:

Levantar la natalidad sí es posible

Francia ha logrado impulsar los nacimientos con una política familiar sostenida por izquierda y derecha - Conciliar está bien visto - En España, sólo las extranjeras salvan la débil estadística

Antonio Jiménez Barca

Buenas noticias para la natalidad, aunque al otro lado de los Pirineos. La inversión pública en política familiar, la coincidencia de izquierda y derecha en el objetivo y la aceptación social de la conciliación han permitido a Francia convertirse en modelo de natalidad en una Europa que ve peligrar su sistema de bienestar.

Al pie de la torre Eiffel, en los columpios de los jardines del Campo de Marte, una madre mira cómo sus dos hijos se suben a un tren de madera. Se llama Céline, tiene 36 años, trabaja en una aseguradora y encarna una realidad tan francesa como el cruasán de almendras: la maternidad.

Francia es el país de Europa con la natalidad más alta. Tanto los periódicos como los telediarios abrieron hace unas semanas sus espacios informativos con una noticia que les hacía sentirse (aún más) orgullosos de ser franceses: cada mujer en edad fértil en Francia tiene dos hijos de media. Exactamente, 2,1. No es algo casual, ni anecdótico, ni puntual. Tampoco responde a ninguna aportación extraordinaria de la población inmigrante, que contribuye sólo con el 0,1 de esta cifra.

Las francesas que dejan de trabajar reciben un sueldo de 600 euros
La ministra Dati fue criticada por renunciar a su baja tras ser madre
La tasa de fecundidad en Francia es de 2,1; en España, de 1,37
Se prevé obligar al padre a tomar su parte del permiso por nacimiento
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Al contrario: la estadística que hizo sonreír a los presentadores de informativos responde a una tendencia constante y continuada. Y obedece, según todos los expertos consultados, a un sistema estatal de ayudas que funciona.

El mismo estudio en España arrojaría un resultado completamente diferente. La tasa de fecundidad está en 1,37 hijos por mujer en edad fértil, y, si se excluye a las extranjeras, la tasa es aún menor, explica la demógrafa del CSIC Margarita Delgado. Con una población femenina inmigrante que representa el 9,3% del total de mujeres, las extranjeras fueron en 2007 madres de casi 93.000 niños, un 19% de los 491.000 nacimientos ese año.

Muy cerca de Céline y del tren de madera se encuentra otra madre. Se llama Dulce Gamonal, es española, trabaja en varias editoriales, lleva viviendo en París más de 15 años y tiene un hijo de tres con el que se entiende simultáneamente en francés o en español. A la pregunta de por qué los franceses tienen más hijos que los españoles responde, en primer lugar, que porque la familia está muy bien vista en Francia.

"Tengo muchas amigas con dos, con tres e incluso con cuatro hijos. De mi generación. Con trabajos parecidos a los míos. Es algo normal. Pero también, supongo, porque aquí se lo ponen más fácil que en España", dice.

Si se hiciera la misma pregunta en el país de origen de Dulce, probablemente la respuesta sería la inversa. Aunque la tasa de fecundidad entre las extranjeras está todavía por encima de los 2,1 hijos por mujer que se considera necesario para asegurar que la población no decaiga (la llamada tasa de remplazo), las inmigrantes tienden a copiar las costumbres de las españolas, matiza Delgado. "Ellas vienen a España a trabajar, y tienen peor información, por lo menos al principio, sobre las medidas de apoyo social, y en cambio les es más fácil acceder a los anticonceptivos", apunta Delgado. La experta añade otro aspecto: "Habrá que ver cómo influye la crisis. Es de esperar que la natalidad, que había experimentado un repunte, se frene". Es lo que la experta llama "fecundidad en tiempos de crisis".

Más ejemplos de la ventaja francesa: muy cerca de Céline y Dulce, a doscientos metros de la torre Eiffel, otras dos madres pasean sendos carritos de bebés. Una es escocesa. La otra estadounidense. No llevan mucho tiempo viviendo en Francia. Pero las dos coinciden en que el sistema de política familiar francés les parece mejor que el de sus respectivos países. Además, la mujer escocesa añade otra característica que puede resultar determinante. "Aquí no está mal visto que una mujer deje a su hijo en la guardería a los tres o cuatro meses. En mi país sí", explica.

Los expertos consultados coinciden en algo que caracteriza Francia: los hijos están bien vistos y la necesidad de conciliar, también. La socióloga y experta en políticas de familia Dominique Meda añade que sin una buena opinión sobre la familia, Francia no alcanzaría la tasa de natalidad que ostenta. "No sólo se trata de una política que permita la conciliación, que existe en Francia aunque no es perfecta y es mejorable. Los ciudadanos franceses, y la sociedad en general, valoran mucho los niños, y eso se ha reflejado año tras año en los sondeos".

En enero, la ministra francesa de Justicia, Rachida Dati, se presentó al primer Consejo de Ministros del año cinco días después de haber dado a luz a su hija. Su meteórica incorporación al puesto de trabajo, renunciando a su derecho de baja maternal (16 semanas en Francia, igual que en España) generó todo tipo de opiniones. Pero las críticas no le llegaron de ninguna asociación de defensa de la familia ni del papel tradicional de la mujer en la casa, sino de grupos feministas que la acusaban de mal ejemplo y de dar "ideas a los empresarios" en tiempos de crisis.

Un sondeo de 2004 dejó claro este asunto: el 17% de los franceses cree que los padres o madres deben dejar de trabajar para cuidar a los niños. El 60% opinó que los padres o las madres son libres de decidir si quieren trabajar o no y no les parecía nada mal que hicieran lo primero.

Hay un dato que clarifica la cuestión y establece una relación incontestable. Francia ocupa el primer lugar entre los países de la OCDE en cuanto a presupuesto destinado a políticas familiares. Exactamente el 3,8% del PIB, incluidas las exenciones fiscales, los servicios y las ayudas económicas a familias. España, en el lugar 28 de esta lista, no llega al 1,5%. Así se recoge en un informe (La política sobre la infancia en Francia: comparación con las otras políticas de los países de la OCDE), elaborado por tres expertos de esta organización y presentado estos días en la Asamblea Nacional francesa. En él se precisa: "Francia se sitúa en cabeza en gasto público a favor de la familia. Estas ayudas son muy diversas".

Efectivamente. Se cuentan hasta 30 tipos de ayudas a las familias con hijos. Algunas muy concretas y otras rebuscadas. Hay hasta una aportación estatal en caso de mudanza por el nacimiento de un tercer hijo, de aproximadamente 900 euros. Se ofrecen descuentos y exenciones fiscales si se emplea a un cuidador o cuidadora que se encargue de los niños, aunque acuda sólamente los miércoles (día no lectivo en Francia para los escolares de primaria y fuente de tormento para los padres que desconocen la inmensa cantidad de servicios municipales de actividades extraescolares).

De cualquier forma, la principal -y ahora cuestionada- ayuda financiera se llama "remuneración a la paternidad". Permite al padre o la madre (a pesar del nombre, en un 98% la disfruta ella) dejar de trabajar si se tienen dos hijos o más a cambio de un sueldo mensual de unos 600 euros. Este permiso dura tres años.

Esta ayuda esconde una trampa. Casi 800.000 madres se acogen a ella por año. Siempre, o casi siempre, según la socióloga, escritora y experta en los temas de familia y conciliación laboral Dominique Meda, mujeres con escasos recursos, trabajos poco estimulantes y/o mal pagados. El problema es que el regreso de estas mujeres al trabajo, tras tres años de inactividad y con poco nivel académico, es difícil, y, más aún, en un periodo de crisis galopante y paro rampante como el actual.

Una característica del sistema de la política familiar en Francia, además de su antigüedad -se remonta a principios del siglo XX- es que salva las barreras ideológicas. "Hay matices, claro, pero se puede decir que la política familiar, su concepción general y sus objetivos, están por encima de la derecha y de la izquierda", argumenta Olivier Thévenon, uno de los autores del informe de la OCDE anteriormente citado.

De hecho, en febrero, con motivo de la entrega de las medallas de la familia, el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, líder de la UMP, de centro-derecha, aseguró que "dejar el trabajo no puede ser la manera de cuidar a los niños pequeños". Una diputada de su partido propuso acercarse al modelo sueco con una "remuneración a la paternidad" más corta, de un año, mejor pagada (hasta 1.800 euros) y compartida obligatoriamente con el padre. Si se cumple lo esperado, a eso tenderá el futuro del sistema francés.

Otra de las claves, según los expertos consultados, de la explosión de la natalidad en Francia es su red de guarderías y escuelas infantiles. "El sentido último de la política familiar en Francia es que la madre o el padre puedan elegir si quieren cuidar a su hijo en casa o dejarlo en la guardería. Para eso se arbitran medidas distintas", explica Thévenon.

El sistema en Francia es el siguiente: para los niños de hasta dos o tres años hay guarderías públicas. Desde esa edad, el niño va a la escuela infantil. Todo es gratuito (incluidos los libros) o muy barato.

No todo es perfecto. En primer lugar, el éxito del sistema ha hecho que las plazas de las guarderías públicas se revelen insuficientes en la actualidad, sobre todo en las grandes ciudades y muy especialmente en París. Hay un dato que lo avala: las madres apuntan a su hijo a la guardería a los seis meses de embarazo. Es una manera de asegurarse la plaza. Y más vale hacerlo así. Este corresponsal visitó todas las guarderías públicas de su barrio parisiense con el objeto de encontrar plaza para su hijo de dos años y medio. Sólo consiguió ingresar en varias listas de espera. Pero dos meses después, tenía por fin, una plaza para su hijo.

El escalón superior, las escuelas infantiles, están muy consideradas, son gratuitas y hasta hace unos años acogían a niños incluso de dos años, ya que contaban con plazas. Ahora se limitan, sobre todo en París, a aceptar sólo a pequeños con los tres años cumplidos.

Con todo, el sistema permite acogerse a otras modalidades: cuidadoras colectivas controladas por el Ayuntamiento, guarderías semiprivadas que gozan de subvención estatal... Sarkozy ha prometido, además, crear, antes de 2012, cerca de 200.000 plazas de guardería.

Hay una cifra que revela que, a pesar de la falta actual de plazas de guarderías, el modelo francés funciona: más del 50% de las mujeres francesas con un hijo trabaja a tiempo completo. Este porcentaje baja a partir del segundo hijo y, sobre todo, del tercero (caso no muy raro en Francia). Los padres quedan fuera de esta estadística y por lo general siguen conservando su trabajo independientemente del número de hijos.

Éste es el talón de Aquiles del modelo francés: la desigualdad entre sexos. El informe de los expertos de la OCDE presentado a la Asamblea francesa incide en esto último: "La posibilidad de elegir se ejerce de cualquier modo de una forma desigual, y estas desigualdades están ligadas al sexo y al nivel de vida". Con todo, en la opinión del sociólogo español Gerardo Meil, conocedor de las dos realidades, el sistema francés funciona debido sobre todo a la decidida implicación pública.

Con información de Emilio de Benito.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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