El nazi bueno
En el juicio celebrado en la Audiencia Provincial de Barcelona, conocido como el caso de la librería Kalki, se han podido escuchar por parte de los imputados que, sin complejos, se definen como nacionalsocialistas y hitlerianos, curiosos argumentos que exaltan y a la vez critican al III Reich. Desde una perspectiva histórica tenemos suficientes muestras de uso de semejantes vericuetos para justificar ilegalidad y criminalidad, y de argumentos cultivados entre los círculos negacionistas sobre otros genocidios, con la gastada alusión a Hernán Cortés.
Valgan unos ejemplos alegados sobre las benéficas acciones de Hitler: la protección a las mujeres y a los trabajadores, y la higiene racial. Quizá las mujeres, tan estimadas en el nacionalsocialismo -vetadas, sin embargo, para ocupar cargos en la organización del partido-, fueron las integrantes del Programa Lebensborg para la mejora de la raza y, en clínicas extendidas por toda Alemania, eran simples receptáculos de fecundación por los SS para así engendrar seres puros, arios, en el marco de una política natalista cuyo contrapunto era la esterilización de las personas "impuras" practicada en los campos de concentración. ¿Eran también protección a la mujer el internamiento en los campos de las tildadas de "asociales" o la concreción del ideal femenino en lo que se llamó las tres k: Kinder (niños), Kirche (iglesia) y Küche (cocina)?
No cabe duda de que la eliminación de los sindicatos fue un paso importante para la protección de los trabajadores, así como la condena a la esclavitud de una masa anónima en los campos de concentración y en la organización TODT. Y mientras algunos de los obreros de "raza aria" podían disfrutar de sus vacaciones en el Báltico, organizadas por el Frente Alemán del Trabajo, la suerte reservada a los eslavos, pueblo inferior, era obedecer a los alemanes y ser dóciles y laboriosos, para lo cual bastaba tan sólo saber contar hasta 500.
Y duele reproducir los nombres de organismos como la Oficina Superior de la Raza y la Población, cuya finalidad era el estudio y el diseño de estrategias para reproducir a los puros y eliminar a los impuros -razas inferiores, homosexuales, discapacitados...-, y recordar problemas matemáticos escolares con los cálculos de costes sobre el mantenimiento de los discapacitados y las alternativas a dicho dispendio.
Hemos oído también voces de admiración hacia el arte nacionalsocialista, sin mencionar los costes humanos de los proyectos faraónicos ni las quemas de libros, ni la proscripción de los artistas "degenerados", ni las rapiñas en museos y colecciones particulares. Y no han faltado menciones a sus admirados Hitler y Hess, y al belga Leon Degrelle, general de las Waffen SS, alias José León Ramírez Reina, por la gracia de Franco, que logró así librarlo de la condena a muerte y permitirle acabar sus días como un viejo venerable y adinerado en Torremolinos, después de haber cultivado amistad y compartido proyectos, como CEDADE, con alguno de los imputados. De este hombre, que se permitió atentar contra la dignidad de las víctimas del nazismo, se nos ha dicho que fue un buen católico.
Discriminar aspectos positivos y negativos del nazismo, tal como se ha hecho en el transcurso del proceso, además de falta de rigor analítico, es ignorar el alcance y la dimensión de un régimen de ignominia y horror, ya que el universo ideológico y la política del Tercer Reich se fundamentaba en la destrucción del otro, en la depredación de pueblos y en la esclavización para construir la sociedad de los mejores. Caben explicaciones y no justificaciones, caben condenas hacia el régimen nazi y sus líderes, por su esencia destructiva y criminal, y no cabe elaborar su nómina de errores. Tal como hemos oído con estupor, el gran error de Hitler fue haber perdido la guerra.
Rosa Toran es historiadora y presidenta de Amical de Mauthausen y otros campos.
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