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Entrevista:GUÍA DE PERPLEJOS | Encarna Campo, planchadora y tabernera

La abuela de Tetuán

La hospitalidad todavía es un grado. La Abuela de Tetuán, toda una institución en el barrio, invita a comer en su casa. Durante años, su bar de la calle de Algodonales dio refugio y de comer a este barrio mutante, no hace mucho poblado de casas bajas y hoy lleno de pisos idénticos y grúas inmóviles. "Ahora el barrio está de un silencioso y triste...", apunta la abuela.

Llegamos a su casa, donde ha vivido los 48 últimos años de sus 73, y nos encontramos a su hijo Eduardo haciendo alguna mejora en la entrada. Recibe trajinando en una cocina nueva: "La vitro es muy mala para hacer paella, no vale, da demasiado calor", se excusa. La conversación comienza en la cocina.

Pregunta. Ha vuelto hace poco. Cuando cerró el bar se fue para abrir otro, ¿no?

"La 'vitro' es muy mala para hacer paella, da demasiado calor"

Respuesta. Sí, abrí otro bar La Abuela en Villa de Almorox, en Toledo. Pero hace dos meses vine a Madrid a operarme de la rodilla y ya me he quedado. He dejado el negocio allá con mi hija. Tengo que volver, nos tenemos que arreglar, así que cuando me encuentre con ganas de discutir iré, porque vamos a discutir. Cuando ya pueda dar una hostia, pues voy.

P. ¿Con quién vive ahora?

R. Con mi nieto de 22 años, José Carlos. Está trabajando, está colgao con cuerdas, pintando fachadas. Curra mucho, él es el que nos está manteniendo, paga la casa, la luz, todo. Mi jubilación es de 500 euros. Bueno, y también vivo con mi marido. Estoy separada, lo único es que ahora lo tengo aquí. Llevo 10 años separada, lo he metido acá porque me da pena, pero él lleva su vida y yo la mía. Nos llevamos bien hasta que discutimos. No he querido separarme legalmente porque ya estoy muy vieja. Pero él me hizo una muy gorda hace 10 años y aún está pagando.

P. Buena sería...

R. Es el padre de mis hijos, pero no lo quiero ni ver, le odio, le odio en el sentido de que me ha hecho mucho daño. El 25 de este mes hago 50 años de casados, y tú te crees que después de 40 años se pone a ponerme los cuernos. Pues le van a salir los cuernos...

Al entrar en el comedor la abuela señala un retrato de una mujer joven y guapa y dice: "Ésa es mi hija, la que se murió por las drogas. Un sol, la única que siguió mi oficio, la que ayudaba... Es la madre de los nietos que yo he criado, seis niños, se murió estando yo en el bar. Ahora soy bisabuela por cuarta vez, es que tengo 17 nietos. Tenía ocho hijos y ahora tengo siete".

Llega el hijo y el compañero de trabajo, que también se une a la comida. Se sirve vino, la conversación es amena, la abuela está contenta y en un momento dice: "Te voy a contar una historia que te va a dejar... En esta casa de enfrente, que antes era una casita baja, nació uno que ahora es famoso. Bueno, pues es hijo de un cura. Él reza como si fuera hijo de su padre, pero su madre se lio con un cura que era polaco en la iglesia de Tetuán, un sacerdote que ayudaba al párroco. Era guapísimo, eso lo sabe todo el barrio. La madre era una mujer bandera, de pelo rojo, guapísima. Pero cállate, que venía el cura y el padre luego le acompañaba por la cuesta para que no se cayese. Si es que el marido vendía a la mujer, el marido era policía y en las cafeterías la proponía".

P. En los años cincuenta, ¿las mujeres cómo vivían? ¿Había que hacer caso al marido?

R. Yo no he hecho caso a mi marido en toda la puta vida. He vivido mi vida, he sido una mujer de mi casa que iba a trabajar y tenía mis hijos. Yo tenía una tintorería, de toda la vida he sido planchadora. Al barrio vine con 17 años, porque yo nací en Villa Nador, en Marruecos, estuve allá hasta los 13 años. Y del grupo de amigas, pues estaba la hermana de mi marido, salíamos juntas, íbamos al Savoy, que entonces hacían baile. Conocí a mi marido, estuve de novia tres años y me casé.

P. ¿Por qué llamó al bar La Abuela?

R. Joder, con tantos nietos, pues estabas todo el día: "Abuela, esto, abuela, lo otro; abuela para arriba, para abajo". ¿Pues cómo se iba a llamar? Antes se llamaba Rodríguez, ya ves tú. Me llamo Encarna, para los de cerca, Kika, mi marido me sigue llamando Kika, de la boca se lo podía quitar. Pero he dejado de trabajar, estoy muy mal de los huesos.

P. ¿Es creyente?

R. Soy creyente pero también muy realista. Creo que Dios está en nosotros, en las personas que hacemos bien. Yo ya no piso misa. Antes sí, en la iglesia de San Atanasio, con el padre José Luis, que eran, como los llamáis vosotros, comunistas, rojos. Cuando mi marido se quedó en el paro fueron los únicos que me ayudaron. Ahora todo eso ha desaparecido, antes iba un porrón de juventud, ahora son cuatro viejos. Nos dejaban hablar, una exponía, yo les hacía una paella, pero sin sentirse obligado. Pero ahora no voy a misa.

P. ¿Qué le apetece?

R. Descansar y que mis nietos e hijos tengan salud. No quiero viajar, no me gusta. Me gusta mi casa, mi jardín, plantar mi plantita, nada más.

Encarna Campo, en su casa del distrito de Tetuán.
Encarna Campo, en su casa del distrito de Tetuán.ÁLVARO GARCíA

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