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Hollywood intenta seducir a Irán, Irán exige excusas a Hollywood

El régimen lamenta que filmes como '300' o 'El luchador' se mofen de la revolución

Ángeles Espinosa

Los fulares con los que Annette Bening y Alfre Woodard se cubren la cabeza no son parte del vestuario de una nueva película. Las dos actrices estadounidenses se disponen a intervenir en el seminario Actuar en el cine organizado por la Asociación del Cine de Irán. La inusual visita, esta semana, de una delegación de la Academia de Hollywood a Teherán ha puesto de relieve que las dificultades políticas entre EE UU y la República Islámica no se extienden al celuloide.

"Espero que podamos servir de puente para abrir el diálogo entre los dos países", declaró a los periodistas Bening. Después de 30 años sin relaciones diplomáticas y con las expectativas despertadas por la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, la visita de los actores y cineastas estadounidenses a sus colegas iraníes desborda el ámbito de lo cinematográfico. Sin duda, la invitación tuvo que recibir el visto bueno de las más altas autoridades (por poner un ejemplo, el mes pasado se negó el visado al equipo norteamericano de badminton femenino invitado para competir en un torneo local).

Aunque no es la primera vez que actores estadounidenses visitan Irán, esta vez ha llamado la atención lo numeroso del grupo: junto a Bening y Woodard, están en Teherán el presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Sid Ganis, la responsable de Programas Especiales y Exposiciones, Ellen Harrington, el productor William Horberg y el ex presidente de Universal Pictures Tom Pollock.

Pero los dirigentes iraníes no han querido salirse del guión habitual. Javad Shamaghdari, consejero de Arte y Cine del presidente Mahmud Ahmadineyad, ha dicho que la delegación debía disculparse por "30 años de insultos y calumnias". "Los iraníes y nuestra revolución han sido atacados injusta y repetidamente por Hollywood", señaló antes de enumerar un puñado de películas que Teherán considera ofensivas. Entre ellas, No sin mi hija, 300 o El luchador, en la que Mickey Rourke se enfrenta a un personaje llamado El Ayatolá y rompe la bandera iraní con la que éste trata de ahogarle.

Ninguno de esos filmes se ha exhibido en Irán, donde tras la revolución islámica de 1979 el cine estadounidense quedó proscrito. Pero como sucede a menudo en este país, los iraníes se las arreglan para burlar las prohibiciones. Un boyante mercado negro de copias piratas y las ilegales antenas parabólicas les permiten estar al tanto de los últimos estrenos. Ante esa realidad, los propios dirigentes han terminado por aceptar la distribución de títulos que consideran menos peligrosos para la ideología oficial. Eso sí, debidamente censurados.

Un centenar de directores y guionistas han acudido estos días a la Casa del Cine para asistir a los seminarios, talleres y proyecciones organizados para promocionar la imagen del cine iraní ante sus visitantes estadounidenses. Muchos han aprovechado, incluso, para entregarles DVD de sus proyectos.

"El cine iraní tiene el potencial para realizar grandes producciones", aseguró ayer el director de la Academia de EE UU. Ganis, citado por la agencia oficial Irna, insistió en la importancia de "una buena promoción y una gran inversión financiera". En los últimos 30 años, sólo un filme iraní, Los niños del cielo (1997), del realizador Majid Majidi, ha sido seleccionado para los Oscar, pese a los numerosos reconocimientos internacionales que los cineastas de este país reciben de forma recurrente.

De izquierda a derecha, las actrices Annette Bening, Fatemeh Motamed-Arya y Alfre Woodard, ante el Museo del Cine de Teherán.
De izquierda a derecha, las actrices Annette Bening, Fatemeh Motamed-Arya y Alfre Woodard, ante el Museo del Cine de Teherán.EFE

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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