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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ausencia de Madrid

A dos días de que acabe la campaña, se mantiene el tono comedido, apagado casi, que ha dominado toda ella, pese a los signos y mensajes que recalcan el carácter trascendental de la jornada del domingo. Tanto comedimiento no puede achacarse sólo a que es el registro que el PNV y el PSE -los que más se juegan- han juzgado más conveniente. Sobre todo cuando se recuerda el fragor inflamado de los comicios anteriores. Tiene que haber otra causa para que unas elecciones históricas estén resultando cualquier cosa menos extraordinarias, hasta el punto de parecer unos comicios municipales. Como si no se decidiera quién va a ser el lehendakari y de qué manera.

La clave quizá se encuentre en que, a diferencia de otras ocasiones -las elecciones de 2001 y 2005, sin ir más lejos- en estas se está debatiendo sobre el País Vasco en Euskadi (decidir, siempre se ha decidido aquí), y no en Madrid. Por hastío o desgaste de una cuestión vasca arrastrada durante décadas, y/o porque otras cuestiones han cobrado mayor protagonismo, Euskadi ya no es materia de confrontación en Madrid. También puede decirse a la inversa: la pugna política entre el PP y el PSOE, con todo el ruido mediático que le acompaña, ha salido de momento del cuadrilátero vasco.

Amortizado el proceso de paz, desinflados los amagos soberanistas, circunscrita la amenaza de ETA a su exacta dimensión y subida la crisis a la espalda de los ciudadanos, las elecciones vascas han quedado reducidas a la condición de elecciones. Nada menos. Esta vez, la dialéctica entre continuismo y cambio no se disputa en los púlpitos inflamados de Madrid, sino en casa, sin estrépito de insultos y descalificaciones, sin aires de cruzada. Y los protagonistas son quienes tienen que serlo (aunque elijan un perfil bajo), sin permitir que los artistas invitados les roben plano y discurso. Lazkao ha sido el mayor estruendo.

No siempre los tambores aguerridos favorecieron a las posiciones de quienes trataban de enardecer, más bien al contrario. Su silencio de ahora ha permitido a los ciudadanos hacerse una idea cabal de lo que les va en las elecciones. En sus elecciones.

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