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La marcha de un ministro polémico

El PP se muestra eufórico pero cree que Rajoy tendrá que hacer limpieza

Tras el éxito de la estrategia de contraataque, se prepara para acosar a Garzón

Carlos E. Cué

"Es una gran victoria. Es la primera vez que se retira en campo abierto ante nuestro ataque. Hay que saber rentabilizarla". Con esta frase de un dirigente cercano a Mariano Rajoy se puede resumir la sensación que recorrió el partido tras la dimisión de Mariano Fernández Bermejo.

Era la pieza más codiciada. Sobre él pivotaba toda la estrategia de contraataque de un Rajoy que ha logrado darle la vuelta a la tortilla acosado por los escándalos de corrupción, una vez más, como en 2003, cuando el PP, presionado por la crisis del Prestige, logró que dimitiera un diputado socialista de Madrid, Antonio Carmona, por decir en broma "si hace falta hundimos otro barco".

Sólo 20 minutos antes de que hablara Bermejo, Rajoy había dejado claro que él quería cobrarse esa pieza y pensaba cubrir con ella cualquier asunto de corrupción durante toda la campaña electoral: "Son las 12.40 y Zapatero no ha cesado a Bermejo", dijo en Baralla (Lugo). Ayer se limitó a decir: "Es una buena noticia, era una dimisión anunciada".

Rajoy había dejado claro que pensaba tapar con Bermejo toda la corrupción
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En Génova, la sede central del partido, estalló la euforia. Como en los buenos tiempos de la legislatura 93-96, cuando los populares lograban, con su presión y los escándalos, dimisiones de ministros, Federico Trillo, uno de los protagonistas de aquella época, compareció para exhibir su satisfacción y anunciar que no se conforma. Ahora, explicó, exigirán a Zapatero que explique "sus relaciones con el Poder Judicial".

Los populares van a mantener la presión y el victimismo al menos hasta el domingo, día de las elecciones vascas y gallegas. No sólo contra Zapatero, sino contra el juez Garzón, a quien amenazan con presentar hoy mismo una querella por prevaricación si no se inhibe. El PP confía en que el juez, enfermo, no les dé una mala sorpresa antes del domingo.

Sin embargo, los más reflexivos tanto en el entorno de Rajoy como en las direcciones regionales asumen que, tras la dimisión de Bermejo, la pelota está en el tejado de Rajoy. Todo el partido entiende que el líder estire la estrategia del contraataque hasta las elecciones, sobre todo porque el juez insiste en mantener el secreto del sumario, pero a nadie se le escapa que este caso de corrupción, y el otro del espionaje revelado por EL PAÍS, no pueden quedar en nada.

"Esta decisión de Zapatero, por mucho que haya llegado tarde y nos haya concedido 10 días preciosos para recuperarnos de un golpe como el de Garzón, puede servir también para legitimar cualquier medida drástica interna que tenga que tomar Rajoy", sentencia otro dirigente.

En el PP se está instalando la idea de que después de las elecciones Rajoy tendrá que concentrarse en hacer limpieza interna. De momento, los tres más claramente implicados en la presunta corrupción en Madrid, el alcalde de Boadilla, el consejero de Deportes y el ex alcalde de Majadahonda han dimitido de sus puestos institucionales, pero el partido no les ha suspendido cautelarmente de militancia, paso previo a la expulsión. De hecho, el ex alcalde de Boadilla, Arturo González Panero, sigue siendo jefe del PP local y concejal, y Alberto López Viejo, ex consejero de Deportes, sigue siendo diputado de Madrid.

Mientras, en la crisis del espionaje no ha habido aún ni una sola dimisión, y el entorno de Rajoy asegura que, cuando termine la comisión de investigación, el líder está dispuesto a pedir algunas.

Mariano Rajoy, de visita electoral en O Cebreiro (Lugo).
Mariano Rajoy, de visita electoral en O Cebreiro (Lugo).XOSÉ MARRA

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