Las rutas del euskera
El amor, la militancia, el trabajo o el desarraigo guiaron hasta la lengua vasca a los protagonistas de 'Bidaia intimoak', el documental de la Korrika 2009
No fue caprichosa la elección de Jon Maia, bertsolari y músico, como director de Bidaia intimoak, documental con el que AEK da a los nuevos euskaldunes la "bienvenida al pueblo de los que deseamos vivir en euskera", lema de la Korrika 2009. El abuelo de Maia, un albaceteño que combatió en el bando republicano, conoció en el frente extremeño a una costurera del Frente Popular. Derrotados y represaliados, tras la guerra civil decidieron buscar juntos un futuro digno, y lo hallaron en Urretxu y Zumarraga. "En Guipúzcoa, como en la guerra, se arrimaron al bando oprimido, el de la cultura vasca", relata Maia. Por ello, sus abuelos se henchían de orgullo al oír a sus nietos hablar euskera.
En Bidaia intimoak, Maia reconstruye los intrincados caminos, bien de ida, bien de vuelta, que, ya adultos, condujeron a cuatro personas hasta el euskera. "Todos buscamos nuestro lugar en el mundo, y a veces el idioma nos lo proporciona. Ése es uno de los viajes más emocionantes que se puede emprender", asegura Maia. Éstos fueron esos trayectos.
TEREIXA Una 'andereño' ferrolana
"Soy de El Ferrol, pero de El Ferrol de Pablo Iglesias, no el del Caudillo. Tras casarme, tener una hija y divorciarme, a primeros de los ochenta vengo a Euskadi, a opositar. Suspendo, pero conozco a gente de ikastolas que necesitan profesores. Me quedo un año: no trabajo, sólo estudio euskera. Fue duro. Mis compañeros sabían decir egunon, aita o kaixo: yo, ni eso. Pero me pareció interesante jugar con los verbos, comprobar que, al final, el puzle encajaba".
"La gente dice que es muy difícil aprender euskera, pero es porque lo estudia una hora al día, tres días a la semana, y el resto del tiempo vive en castellano. Yo iba ocho horas al barnetegi, estudiaba en casa, veía ETB... Hablaba fatal, pero me gustaba que me corrigiesen. Hiru kafesne bat ["Tres un café con leche"], decía. Cuando me corregían un verbo, ideaba 25 frases con él, hasta fijarlo. Me costó más el vocabulario. Aprendía 20 palabras al día. En un año logré un nivel aceptable para cubrir una baja en preescolar. Hoy soy profesora en la ikastola Asti Leku. Aprendí euskera para acceder a un puesto de trabajo, pero lo habría estudiado en cualquier caso. Cuestión de principios".
JESÚS MARI Regreso a las raíces
"Nací euskaldun en Ermua, pero comencé a perder el euskera en la calle y perdí su pista, aún crío, en Vitoria, donde nos trasladamos por motivos laborales de mi padre. En el colegio, el euskera no estaba prohibido: ¡no existía! En la mili [en el Sáhara Occidental] adquiero conciencia de pertenecer a un pueblo con un idioma. A la vuelta, aún en el franquismo, decido estudiarlo, no de modo clandestino, pero sí en grupos privados, en clases gratuitas en centros parroquiales. Apenas escribíamos, y hoy me cuesta muchísimo hacerlo".
"Lo más difícil es la gramática. Aún me peleo con ella, sobre todo con los verbos. Para hablar, en cambio, apenas tengo dificultad. Aprender un idioma de crío, aunque lo olvides, te dota de unos esquemas mentales que reactivas con facilidad. Hoy estudio para sacar el perfil 1 y el 2. Mi hija domina el euskera, el castellano y el italiano, y se maneja bien en inglés".
RAMI Un bereber en Goizueta
"Tengo 42 años y soy un bereber touareg, de un oasis al sur de Argelia. Con 27 años, fui a París a estudiar Antropología. Trabajando en una tienda de macrobiótica conocí a Maite, de Goizueta. Ella me enseñó mis primeras palabras en euskera. Compré un libro y una cinta para aprenderlo. Nos enamoramos y vinimos a Goizueta hace ya diez años. Trabajé como profesor de francés, inglés y árabe. También hablo castellano y touareg. Ahora estoy en el paro".
"Recibí clases particulares de euskera, pero donde realmente lo aprendí fue en la calle.
¡Fue una suerte venir al norte de Navarra! Lo más difícil es tener todo el tiempo necesario para aprenderlo. ¡Hay tantas cosas, pero es tan bonito!".
MIXELE Del olvido a la enseñanza
"Nací en Bayona, en el barrio perdido de Itsasu, y hasta que ingresé en la escuela sólo conocí el euskera. Una vez allí lo perdí, y su hueco lo ocupó el francés. El euskera no tenía lugar en la escuela, y como mis padres no me obligaban a hablarlo, el francés se fue imponiendo también en casa. Esto mismo ocurrió en muchos otros hogares, de ahí que mucha gente de mi entorno haya desarrollado únicamente el oído: entienden muchas palabras, pero son incapaces de hablar en euskera".
"A mi abuela, que no sabía francés, no nos atrevíamos a hablarle en euskera cuando la veíamos. Simplemente le escuchábamos. ¡Éramos gascones! [término despectivo que en el País Vasco francés señala a quien no sabe euskera]. En el colegio ya pude estudiar euskera, una hora a la semana. Éramos cinco en el grupo, lo pasábamos bien. Nuestro profesor organizó excursiones, primero a Vizcaya, después a Tolosa. ¡Fue impresionante! Descubrimos otro ambiente, otro modo de vida, pero ¡estábamos tan limitados al expresarnos en euskera! Salidas como aquellas, y el deseo de comprender las letras de Negu Gorriak y Su ta Gar, me insuflaron las ganas de recuperar el euskera".
"En el Liceo empecé a hablarlo con una amiga. Ella me corregía. Fue un paso decisivo. Después asistí al euskaltegi de Itsasu, a un grupo de perfeccionamiento. Y al año siguiente me ofrecieron ser profesora de euskera. Así empecé a dar clases. Sigo en ello. ¡Me gusta mucho!"
'Bidaia intimoak'
Dirigido por Jon Maia y producido por Orio Produkzioak, el documental Bidaia intimoak describe el camino que siguieron cuatro personas, un bereber argelino (Rami), una gallega de El Ferrol (Tereixa), un vizcaíno euskaldun (Jesús Mari) y una vecina de la localidad vascofrancesa de Bayona (Mixele), hasta llegar al euskera. La cinta, de una hora de duración, se estrenó el 7 de febrero en el Palacio Euskalduna de Bilbao y será proyectada en numerosas localidades hasta el próximo 29 de marzo. El lugar, el día y la hora de las proyecciones pueden consultarse en http://www.korrika.org.
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