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Columna
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Aquí hay gato encerrado

Un conductor viajaba el martes desde Camarma de Esteruelas hasta Alcalá de Henares (cinco kilómetros). Durante el recorrido notaba algo raro. Al aparcar se dio cuenta de que había un gato doméstico metido entre las tripas del vehículo. No pudo hacer nada para espantar al bicho. La Policía Local trasladó el coche hasta un garaje donde, tras desmontar una parte del motor, lograron sacar al animal sano y salvo.

En toda esa intrigante cuestión del espionaje y las corruptelas de Madrid ocurre algo similar. Todo el mundo piensa que hay gato encerrado. Curiosamente, la palabra "gato" también es definida en el diccionario como "bolsa o talego en que se guardaba el dinero". En cuanto a la expresión "haber gato encerrado", la Academia dictamina que es "haber causa o razón oculta o secreta". Todo parece indicar, pues, que ese motivo oculto, en el caso madrileño, no es otro que la pasta, el pelotazo. El asunto consiste ahora en ponerle el cascabel y llevar el gato al agua, cosas ambas bastante azarosas, inciertas.

Los populares, en vez de cascabel y agua, lo que hacen es buscarle tres pies al gato, expresión que según las filólogas Margarita Candón y Elena Bonnet "se dice de los que buscan a las cosas derivaciones malas o no justificadas, y de los que, mediante sofismas, tratan de probar lo imposible". Echar balones fuera. Mear fuera del tiesto. Marear la perdiz. Arar en el mar.

Da la impresión de que andan asustadizos, oteando fantasmas, buscando complots e intentando justificar las cuentas del Gran Capitán. Hay un proverbio árabe muy certero: "El gato mordido por la serpiente se espanta de una cuerda".

Si no se soluciona este apestoso asunto con claridad y rapidez, habrá que dar la razón lamentablemente a O'Donnell, que dijo a mediados del XIX: "España es un presidio suelto". Estamos rodeados de ocultismo y brujerías. Posiblemente las meigas no existen, pero haberlas, haylas. Aquí hay gato encerrado.

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