La fiscalía implica a 10 guardias civiles en la red mafiosa de Cataluña
La banda se hizo presuntamente con 400 kilos de cocaína que seguía la DEA
El robo de unos 400 kilos de cocaína que estaban ocultos en el interior de un contenedor del puerto de Barcelona en enero de 2005, ha dejado al descubierto una organización criminal en la que no sólo están integrados delincuentes habituales, sino también un teniente coronel y 10 agentes de la Guardia Civil, dos ex inspectores de Policía, dos abogados y un periodista. La trama ha sido puesta al descubierto gracias a las investigaciones de la de la Guardia Civil de Barcelona y la Fiscalía Anticorrupción.
La DEA (agencia norteamericana antinarcóticos), alertó a finales de 2004 de la presencia de un alijo de más de 1.000 kilos de cocaína, guardado en un contenedor depositado en el puerto de Barcelona por el buque La Hispanota.
Los uniformados pasaron a orientar el 'trabajo' de los delincuentes
Se estableció una "fructífera empresa criminal" de dinero, drogas y coches
Para estupor de los que seguían el rastro de ese cargamento, un grupo asaltante guiado a distancia por el guardia civil Antonio S., alias Tete -según fuentes de la investigación- reventó el contenedor en el puerto barcelonés y se apoderó de parte de la droga, que venía camuflada entre gambas congeladas. La Unidad de Policía Judicial de la VII Zona de la Guardia Civil se volcó en el esclarecimiento de lo ocurrido.
Según fuentes de la investigación, aquel robo fue el más audaz de los que atribuyen a esa banda delictiva. Ésta se había formado a mediados de los años 90, liderada supuestamente por Javier S., quien logró aglutinar a amigos, compañeros del hampa y ex presidiarios, en torno al narcotráfico y el comercio de coches robados. A partir de 1999, se unió a la trama un grupo de guardias civiles y policías, unos como dirigentes y otros como "soldados".
Esta simbiosis entre narcotraficantes y agentes de la ley se basó inicialmente en "la vidriosa relación" entre éstos y sus confidentes. Pero con el tiempo, los uniformados rompieron esa barrera y pasaron a orientar el trabajo de los delincuentes.
La cooperación entre hampones y guardias civiles resultaba especialmente valiosa para la organización, porque éstos poseían información sobre controles de carretera, pinchazos telefónicos o investigaciones. Y además, sabían dónde había alijos de droga sometidos a vigilancia dentro de operaciones de "entrega controlada" con el fin de capturar a los narcos.
A lo largo de los años se fue así estableciendo "una fructífera empresa criminal", que robaba coches y droga. Fructífera también para policías y guardias civiles. Además, la organización contaba con un equipo de abogados, entre ellos Juan G. e Ignacio R., presuntamente conocedores de las actividades ilícitas de la banda, que eran los que tenían la misión de dar asesoramiento y apoyo legal a los hampones en caso de ser detenidos o tener algún contratiempo con la justicia. Y no sólo eso: los letrados deberían controlar que no hubiera delaciones, sobre todo de los policías o de los guardias civiles.
La heterogénea red mafiosa participaba con cierta frecuencia en comilonas, banquetes y fiestas nocturnas con prostitutas, alcohol y cocaína con cargo a las cuantiosas ganancias obtenidas con su actividad delincuencial.
La banda se mostró especialmente activa en la comarca del Vallés Oriental (Barcelona). El supuesto cabecilla, Javier S., se ganó la confianza de un colombiano llamado Fernando, quien supuestamente les dejó 3,5 kilos de cocaína sin pago alguno.
Los imputados, según la investigación, mezclaron la droga y tan solo dejaron medio kilo de cocaína, básicamente para que diese positivo en el narcotest. Después, abandonaron la mercancía en un coche e hicieron que la Guardia Civil la encontrara. Buscaban que la noticia del hallazgo de un alijo misterioso, como finalmente ocurrió, apareciese en prensa, lo que les serviría de excusa para no pagar al colombiano.
Los resultados del Instituto Nacional de Toxicología demostraron que la pureza de la cocaína era mínima. Según fuentes de la investigación, los implicados celebraron la exitosa operación por todo lo alto, con una noche de cena, clubes de alterne y cocaína.
En esta zona del Vallés, los implicados también están relacionados con un robo de pastillas. Varios agentes le sustrajeron a Paul B., un camello británico, miles de unidades de esta droga. El inglés fue detenido durante la operación, en la que fue engañado, y por la que ha pasado cuatro años en prisión.
En febrero de 2008, las investigaciones cobraron un fuerte impulso a iniciativa de la Fiscalía Anticorrupción. Y desde entonces se han registrado sucesivas operaciones policiales que se han saldado con el arresto y puesta a disposición judicial de delincuentes habituales, policías y guardias civiles implicados.
El último episodio de esta operación fue la orden de prisión decretada por una juez de Martorell contra el teniente coronel Alfonso López Rubio, ex jefe de la Comandancia de Manresa (Barcelona) y actualmente destinado en la Intervención de Armas. El oficial ha quedado en libertad tras abonar, la semana pasada, una fianza de 12.000 euros.
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