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Reportaje:

El último villano es simpático y ladrón

Allen Stanford cultivaba su relación con políticos de Washington

Baldwin Spencer, primer ministro del pequeño Estado caribeño de Antigua, se dirigió por televisión a sus ciudadanos para pedirles calma ante el tsunami financiero que azotaba la isla. Su hijo predilecto, Allen Stanford, el primer estadounidense al que le concedió el título de caballero, se acababa de convertir en el nuevo villano financiero, tras ser acusado por los reguladores en EE UU de ejecutar una estafa que puede superar los 8.000 millones de dólares, en una trama que recuerda demasiado a la de Bernard Madoff.

Se desmoronaba así el mito que rodeaba al magnate tejano, patrón de un imperio financiero que se extiende por el Caribe y América Latina. Su nombre forma parte de la vida diaria de los isleños. Le veían como un héroe. Controla el principal periódico y dirige el primer banco. Es el mayor empleador e inversor privado de la isla.

Stanford apuntaba alto. Y sabía que para alimentar su imagen y hacerse respetar tenía que cultivar bien la relación con los políticos en Washington, a los que pagaba lujosos viajes en jet hacia el Caribe y generosas donaciones para sus campañas. Así logró colarse sonriente en fotos como la tomada en junio de 2008 con el entonces senador de Illinois y ahora presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Es una más de las cientos que se hacen en eventos de campaña.

Era también muy activo con los lobbies. Su causa, conseguir que el Capitolio aprobara leyes que le permitieran pagar menos impuestos al fisco estadounidense. No es de extrañar que su residencia oficial estuviera establecida en Saint Croix, en las islas Vírgenes. Oficial, porque el FBI le encontró al magnate "escondido" en un vecindario de clase media en Fredericksburg (Virginia), donde el ingreso medio por familia no supera los 90.000 dólares anuales.

Stanford, de 58 años, es de nacionalidad estadounidense y desde hace una década también de Antigua y Barbuda. La isla caribeña le otorgó en 2006 el título de caballero de la British Commonwealth, en una ceremonia a la que acudió el príncipe Edward, hijo de la reina Isabel. En Houston, donde tiene su sede central el grupo financiero que lleva el apellido de su familia, no era tan popular como en el Caribe.

Su fortuna personal ascendía a 2.200 millones de dólares (1.700 millones de euros). Y como sucedió con Bernard Madoff, que está llamado a ser el mayor estafador de la historia de Wall Street, su negocio financiero está gestionado por una trama de familiares y amigos de confianza. Su abuelo, Lodis, fundó la firma en Mexia (Tejas) en 1932, en pleno auge de la Gran Depresión.

El imperio empezó a crecer realmente a inicios de los años 1980, cuando Stanford decidió ampliar el negocio familiar comprando propiedades inmobiliarias en Houston aprovechando la crisis de los bonos. Ahora Stanford Financial Group maneja activos por valor de 50.000 millones de dólares (40.000 millones de euros), de clientes procedentes de 140 países. La red financiera está integrada por 24 compañías, que dan empleo a 5.500 personas por todo el mundo.

A final del verano pasado, en una entrevista, atribuyó su reciente éxito a no haber puesto dinero en activos vinculados a hipotecas subprime y anticipó que las cosas irían muy mal en Wall Street. Aconsejó que se invirtiera en certificados de depósitos a un año, la vía que utilizó para ejecutar su masiva estafa desde Stanford International Bank. Nadie sabía cómo invertía para conseguir los retornos que prometía. Y el hecho de que hiciera sus operaciones desde un paraíso fiscal le daba un toque de secretismo.

Stanford, graduado en finanzas por la Universidad de Baylor, era considerado como una de las cien personas más influyentes en el mundo del deporte británico, donde invirtió decenas de millones de dólares para promocionar y patrocinar torneos de críquet, polo, golf, tenis y vela, los deportes preferidos de sus adinerados clientes. Los golfistas Vijay Singh, segundo por detrás de Tiger Woods en cuanto a recaudación mediante patrocinadores, Camilo Villegas, David Tos y Henrik Stenson llevan el logo del grupo financiero estampado en su indumentaria.

Se dice, incluso, que su estructura financiera fue utilizada por el cartel de la droga que opera en el golfo de México para banquear dinero. Un extremo que no confirman los investigadores federales que examinan el fraude, aunque advierten que en este tipo de casos se siguen todo tipo de pistas. Stanford ya fue investigado en los años 1990 por un caso de blanqueo. De momento, las autoridades de EE UU no han presentado cargos criminales contra el inversor.

El magnate tejano caminaba siempre por una fina línea, que separaba a los que le admiraban de los que le criticaban. Los que le conocen dicen que era trabajador, aunque le gustaba disfrutar de la vida, y que no prestaba la más mínima atención a lo que pensaban los demás sobre él o sus negocios. Destinó parte de su fortuna a obras benéficas, educativas y culturales. "Sí, sí, sí. Es divertido ser multimillonario, pero hay que trabajar duro", dijo en una entrevista.

Para cultivar su reputación, afirmó que es descendiente de Leland Stanford, fundador de la Universidad de Stanford. La institución educativa abrió causa en octubre de 2008 contra la firma financiera por utilizar el nombre de una manera que creaba confusión pública y dañaba su reputación. Y esta semana sacó una nota para dejar claro que la universidad no está en ninguna manera afiliada a su red de empresas.

Allen Stanford durante un partido de críquet el pasado noviembre.
Allen Stanford durante un partido de críquet el pasado noviembre.AP

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