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ARTES MENORES | OPINIÓN
Columna
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Mundos paralelos

Javier Sampedro

Algo han ganado en sutileza los aparatos de propaganda desde los tiempos de la inscripción de Behistún, donde Darío de Persia elogiaba sin mesura alguna, y en tres idiomas, sus propios aciertos al aplastar la rebelión de los usurpadores. Hoy, por ejemplo, a nadie se le ocurriría firmar una desinformación. Darío de Persia tendría que haber usado el astroturfing, la moderna técnica para diseminar información interesada haciéndola pasar por la voz de la calle, por la reacción espontánea de la gente, por un clamor popular.

La política hecha desde las bases se llama a veces grass roots (raíces del césped). Astroturf es una marca norteamericana de césped de plástico, y de ahí la ironía del astroturfing: una política hecha desde raíces artificiales. Nixon y las tabacaleras fueron destacados astroturfers en los tiempos heroicos del sello postal, pero el correo electrónico y las actuales redes sociales han revitalizado el campo con herramientas como el marketing viral, donde la infección de unos pocos usuarios hiperconectados -los nodos principales- garantiza la propagación del mensaje por toda la red en cuestión.

Mucho ha cambiado el 'agitprop' desde que Darío de Persia alababa sus propios aciertos aplastando a usurpadores

Tampoco atinó el monarca persa con la metodología del autoelogio. Las alabanzas no le importan a nadie ni aun cuando son ciertas. Ahora tiende a preferirse la propagación de falsas insinuaciones sobre el adversario, la neutralización de las informaciones adversas mediante pantallas o deformaciones, y los diversos tipos existentes de campañas de descrédito.

Pero lo último en agitprop es la creación de mundos paralelos.

Por ejemplo, el profesor de economía y activista conservador estadounidense Andy Schlafly calcula que la Wikipedia (www.wikipedia.org), la enciclopedia libre, es exactamente "seis veces más liberal que el público norteamericano", razón que le llevó a crear en 2006 la Conservapedia (www.conservapedia.com).

La Conservapedia nos informa, por ejemplo, de que los aparentes méritos personales de Obama son atribuibles a las políticas de discriminación positiva a favor de los negros. Más en general, aprendemos con estupor que el Partido Demócrata está sometido a la "agenda homosexual". La evolución, una teoría defendida más que nada por ateos, no sólo contradice las evidencias científicas, sino que carece del más mínimo apoyo popular entre los americanos. Y la ecuación de Einstein que relaciona la masa con la energía "no tiene nada que ver" con la bomba atómica, contra la extendida creencia de quienes la fabricaron. En fin, que existe un mundo más allá. Exactamente seis veces más allá.

La estrategia de los mundos paralelos tiene nobles orígenes filosóficos. En el fondo es una puesta en práctica del relativismo cognitivo, la doctrina que no hace distingos entre ciencia y mitología, conocimiento y creencia, ensayo o ficción. Galileo dice que la Tierra se mueve, el tribunal dice que no se mueve y ya tenemos dos mundos posibles.

Pero la mejor mentira es una verdad inoportuna, y la mejor desinformación es una información impertinente. El jueves pasado, Google devolvía 5.536 noticias sobre "Francisco Correa" y 3.067 sobre "cacería Garzón". Corrupción y cinegética como dos visiones de España. Frente a las tramas del mundo, los enredos del mundo paralelo.

Puesto que los mundos paralelos no son argumentos, parecen más diseñados para el consumo interno que para convencer al adversario o despertar al indeciso. Ofrecen a oídos predispuestos el himno que la realidad les hurta, le dan un credo al creyente, un enemigo al disidente, una intriga al tortuoso. Como sólo se cruzan en el infinito, los mundos paralelos eliminan toda posibilidad de debate o necesidad de contraste con la realidad.

Los 80 millones de visitas que acumula la Conservapedia atestiguan la atracción hechicera de los mundos paralelos. Los 680 millones anuales de la Wikipedia confirman la atracción gravitatoria del planeta Tierra. Inventarse un mundo es mucho más difícil de lo que creen los astroturfers y demás herederos de Darío de Persia. Y conviene empezar por entender el de verdad. -

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