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Fuga salvaje en Francia

Dos presos peligrosos se evaden con explosivos, secuestran a varias personas y acaban detenidos al cabo de 36 horas

Antonio Jiménez Barca

La policía todavía se pregunta cómo consiguieron meter en la cárcel la pistola y los explosivos. Con la primera, los dos presos, considerados de los más peligrosos en la cárcel de Moulins, en el departamento de Allier, en el centro de Francia, amenazaron y secuestraron a dos vigilantes el domingo, a las cuatro de la tarde; con los segundos, volaron las dos puertas que les separaban de la calle.

Agarrados a los guardias llegaron al aparcamiento. Robaron un coche. Subieron los dos y obligaron a los vigilantes a acompañarles. Eran las cinco menos cuarto. Empezaba una fuga a la desesperada, sin vuelta atrás, de la que Francia entera ha estado pendiente dos días y que terminó la madrugada de ayer en un túnel de una autopista cercana a París.

Ambos reclusos son delincuentes que se han criado en la periferia de París

El mayor de los fugados se llama Cristophe Khider. Tiene 37 años, es inteligente, decidido, y cuando pisó el acelerador para alejarse de la prisión no tenía absolutamente nada que perder: de hecho, está condenado por asesinato hasta 2046. El otro, Omar el Hadj, de 30 años, también parisiense, pertenece, como Khider, a una nueva generación de delincuentes crecidos en los barrios miserables de la banlieue de París.

La policía monta la Operación Gavilán destinada a interceptarlos, pero los dos evadidos, tras saltarse varios peajes, logran llegar a las proximidades de París, donde liberan a los dos vigilantes.

Atraviesan París y siguen en dirección al norte. A las 22.30 cambian de vehículo: secuestran a un abuelo que llevaba a su nieto a su casa y les obligan a acompañarles en su huida hacia adelante. Consiguen despistar a la policía. Esconden el coche hasta las cuatro de la madrugada. A las cinco de la madrugada del lunes sueltan al abuelo y al niño y vuelven a cambiar de coche. La policía pierde su pista cerca de la frontera belga, a 500 kilómetros de la cárcel de Moulins.

Horas después regresan a París, al lugar al que pertenecen, a la periferia de la capital, donde tienen los mejores contactos. Pero cometen un error: a las cuatro de la madrugada del martes cambian de nuevo de coche. Se lo roban a un hombre que les reconoce y que los denuncia. Da la matrícula, el modelo. La policía intensifica los controles: a las seis de la mañana, una patrulla policial les descubre en un semáforo.

Khider y El Hadj huyen disparando. Dos coches patrulla se lanzan en su búsqueda. A la entrada de un túnel, el coche de los dos fugados se estampa contra la parte trasera de un camión. Khider iba aún armado. Un policía le dispara en la espalda para reducirlo. Queda malherido en el pulmón y es trasladado al hospital. Su compañero es arrestado.

Han pasado 36 horas vertiginosas desde que volaron las puertas de la cárcel con un explosivo que nadie sabe cómo consiguieron.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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