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Reportaje:MUCHA CALLE

Cantando bajo la ducha

Unas 200 personas se asean a diario en la casa de baños de Embajadores

El cántico africano rebota entre las paredes de mármol y llega con un eco áspero a los oídos. El vapor empieza a irrumpir en nubes densas. Dentro, en una de las duchas de la Casa de Baños de Embajadores, se acaba de meter un hombre con gafas de pasta y abrigo largo. Acaba de dejar en la ventanilla sus 15 céntimos, el precio por 20 minutos de agua caliente. Lleva, como es obligación, su jabón, su champú y su toalla. "Para mí, la higiene y la cultura son lo más importante. Si no tienes trabajo, preocúpate por estar ocupado y hacer que la mente ande". Habla a una velocidad de vértigo. No quiere decir su nombre ni dónde vive. Sólo que es de Malabo (Guinea Ecuatorial) y que le encanta leer. Se saca del bolsillo un libro de oraciones cristianas. Ahora ha cambiado los rezos por una melodía que le recuerda a su tierra.

Los usuarios pagan 15 céntimos por 20 minutos de agua caliente

El personal de los baños está acostumbrado a oír tarareos en varios idiomas. Claro, las duchas son duchas donde quiera que estén. Y en ellas, ya se sabe, se canta aunque uno no tenga casa, ni trabajo, ni vida. El vapor se ha colado en la sala de los lavabos, donde Mario, un rumano de 40 años con los ojos más claros que se han visto nunca, se acaba de afeitar. El agua le ha dejado las mejillas escamadas. Es lo que tiene una ducha caliente en una piel a la que el frío pone rugosa como el cemento. Rumbo a la calle. Deja atrás lo más parecido que tiene a un hogar. El suyo hace tiempo que dejó de existir. Duerme a la intemperie en el distrito de Tetuán. "Ya que estoy sin trabajo y con la ropa que me da Cáritas, lo menos que puedo hacer es ir limpio y bien vestido".

Todo esto pasa en la primera planta del edificio, moderno, limpísimo y con unos peces de colores que alegran la vista. Inmaculada Gómez, la coordinadora del centro, conoce a todos los usuarios, aunque sean una media de 6.000 al mes, unos 200 al día. Vienen de Lavapiés, La Latina y hasta de Villaverde. "Gente que duerme en pisos patera y ancianos que viven en corralas sin termo", indica Gómez. El 80% son inmigrantes.

Juanita, de 81 años, vive con su hermana, pero en casa no tienen ducha. Camina hasta aquí todos los días para desinfectarse, como ella dice. Otro asiduo es un abuelito que siempre regala caramelos de menta a los empleados. Él sí tiene bañera, pero por costumbre y por no pagar más electricidad de la cuenta, acude hasta Embajadores.

La casa de baños es como una familia con personal de información e intervención social en conexión directa con el Samur Social. La coordinadora quiere recalcar una cosa: "Este trabajo es muy gratificante. Todos agradecen el trato humano y el respeto, así que responden con la misma moneda". De ahí que se desvivan por ayudar a un hombre marroquí de 21 años que viene a lavarse de vez en cuando y no para de cantar con el agua hirviendo. "Muchas veces hemos tenido que llamar al Samur porque nos lo hemos encontrado en la puerta inconsciente". El chaval esnifa pegamento y disolvente. ¿Cómo vive? Tiene temporadas. O en la calle o en albergues. A veces intenta trabajar descargando camiones.

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Tito, un empleado del centro, espera detrás del cristal. Es el encargado de recoger los tiques y activar el botón de la ducha que indica el papelito. "El ocho", dice mientras pulsa el interruptor en un panel repleto de mandos. El número se ilumina de un color rojo brillante. Da la sensación de que el encargado es un piloto espacial, de que este edificio es una futurista nave y de que el personal va a entrar en órbita.

Pero es sólo un protocolo. Uno más. La realidad es más prosaica que la del cosmos. El cuarto de calderas, ajeno en la azotea, vigila la temperatura del agua. Abajo, en la planta cero, Carmen se entretiene leyendo los periódicos gratuitos. Se encarga de ordenarlo todo cada vez que alguien se asea. Pero también hace otras cosas. "¡Agua!", grita una mujer que se ha metido en una ducha y, para no gastar ni un minuto mientras se desnuda, prefiere dar la orden con un chillido. Y es ella la que se encarga de que se abra el grifo. Por delante, 20 minutos para cantar entre el vapor.

Una mujer se acicala tras ducharse en la Casa de Baños Públicos de Embajadores.
Una mujer se acicala tras ducharse en la Casa de Baños Públicos de Embajadores.SAMUEL SÁNCHEZ

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