Atañe poco a las mujeres
Esto de la crisis, como la risa, va por barrios. Está claro que lo pasan mal, muy mal, algunos sectores de la población, irreflexivamente lanzados al consumismo de porvenir, o sea, la creación de la deuda eterna, la hipoteca que no cesa. No era mala la fórmula de conseguir todo bien y confort que se pudiera adquirir a plazos, con la sensación de desempeñar un puesto de trabajo con futuro prometedor. Habíamos pasado, en menos de 50 años, de ser un país de emigrantes a lugar de acogida de seres ansiosos de compartir nuestro bienestar.
Ahora vivimos afligidos por la crisis, el letal resoplido de la inflación en el cogote, el fantasma de la pobreza y la desolación por los bienes perdidos. Poco, pero algún consuelo debe darnos el dicho de que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante. Lo peor de la crisis es como la esencia de la vida, no sabemos cuándo ha de terminar, aunque su fin sea imparable e inevitable.
La industria que fabrica cosas para nuestras compañeras no está tocada por la recesión
Si uno hojea los suplementos dominicales de muchos diarios, encontrará revistas, cuyo contenido va dirigido mayoritariamente a la mujer. Esto quiere decir que la industria que fabrica cosas para nuestras compañeras no está tocada por la recesión y tiene su mercado asegurado, aunque vaya usted a saber hasta cuándo. Madrid, que sigue siendo capital de los saraos, estrenos, reuniones, inauguraciones masivas, presentación de perfumes y todo género de potingues, engalana especialmente a las féminas, no como seres objeto que fueron, sino por el placer de ir bien vestidas, calzadas y maquilladas. Todavía hay cola en las peluquerías de señoras.
No faltan, por fortuna, acontecimientos que celebrar, y mimetizamos sin la menor reserva lo que parecía privilegio de otros países. Acaban de presentarse los premios Goya del cine, y si bien la industria va algo derrengada y precisa buenas inyecciones de subvención protectora, reúne en un amplio coliseo a unos centenares de profesionales y aficionados, la mayoría vestidos de etiqueta y algunos tras haber dormido la noche anterior sobre un traje de marca no suficientemente arrugado.
¡Pero ellas! Los grandes nombres: Dior, Versace, Roberto Verino, Chanel, Óscar de la Renta, Devota & Lomba, que parece una actualizada y obligatoria lista de los reyes godos de imposible olvido; Roberto Cavalli, Hannibal Laguna, Juanjo Oliva y tantos otros de segunda división, o quizás de primera, descolgados... Un ejército de creadores que llenan las pasarelas de vestidos imposibles de llevar, pero que publicitan sus capacidades creadoras.
El sector se amplía con los complementos de siempre, la joyería, tan abundante que da para un atraco diario a los representantes y un alunizaje cada tres jornadas. Los zapatos, que fueron, con los sombreros, el exponente de la dama bien vestida, se multiplican en multitud de artesanos que han puesto el calzado a la altura de la peletería. Se crean modelos exclusivos en botines, bailarinas, sandalias, zapatos y botas, que van del borceguí a la de mosquetero a medio muslo.
Los vestidos se distinguen por apelaciones individualizadas, drapeados, de tul, bustiers, palabra de honor, túnicas asimétricas, trajes de etiqueta con pantalón a media pantorrilla y camiseta. Pantalón estilo árabe -en el norte de África los llaman zaragüelles y son, teóricamente, infinitamente más cómodos para el hombre que los ajustados jeans-, amén de las prendas masculinas feminizadas.
Rancho aparte para los bolsos, collares, sortijas, pendientes, de joyería o alta bisutería, que ya estuvieron de moda hace 50 años, con las tiendas Burma (Birmania) salpicadas por las calles elegantes de París y todas las capitales europeas, incluida Madrid. Ignoro por qué y cuándo desapareció aquella artesanía tan depurada y elegante. Atrás no se queda la industria pesada de la cosmética, los lápices de labios, laca de uñas, alargapestañas, cremas y potingues de todo tipo, para mascarillas regeneradoras, tintes de pelo, conservantes y toda la amplia oferta de remodelaciones del cuerpo con dietas, hierbas y artilugios gimnásticos caseros. En un futuro o inmediato estado policiaco, la mujer moderna debería poseer dos carnés de identidad y dos pasaportes, uno para la mañana y otro para la tarde. Todo esto, señoras, se me iba ocurriendo mientras hojeaba un aparentemente aséptico encarte dominical en un periódico. La verdad es más profunda aún.
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