Saviano, de Maradona a Messi
Se hace difícil hacer feliz a una persona condenada a muerte por la Camorra; se trata desde entonces de un sucedáneo de vivir, con escolta policial 24 horas y dejar -o, más bien, que te dejen- amigos y esperanzas. Roberto Saviano (Nápoles, 1979), escritor y periodista autor de los libros Gomorra y Lo contrario de la muerte (Debate; en catalán, Empúries), estuvo la semana pasada en Barcelona recibiendo el premio de periodismo Manuel Vázquez Montalbán y un homenaje en el encuentro literario BCN Negra. Pero desde el primer día manifestó a su círculo más próximo una de sus escasas ilusiones: conocer a Leo Messi, jugador del Barcelona. La razón es simple: la Pulga le permite regresar, aunque sea por unos instantes, a lo que fue una vida normal, la de su infancia. "Me recuerda al Maradona que yo veía jugar en el Nápoles", admite.
El escritor fue el jueves al Camp Nou, aunque todo el mundo le dijo que era una locura
Maradona tiene una emotiva carga de profundidad para Saviano. Desde lo profesional, porque lleva en la mente la famosa fotografía del hoy seleccionador argentino en la bañera en forma de concha del mafioso Lovigino Luciano, capo de un clan con el que un ya declinante astro argentino compartía cocaína y festines. Desde lo emotivo, por un regalo de su padre, fruto de un particular logro. "¿Te das cuenta de que tu primo ya sabe disparar?", le recriminó un día. Su progenitor tenía un particular código de la condición humana: un hombre sin carrera y con pistola era un capullo con pistola; un hombre con carrera y sin pistola, un capullo con carrera; un hombre con carrera y con pistola, un hombre. O sea, que se lo llevó a una playa para que Robertito aprendiera a disparar. Lo hizo con la Beretta 92 FS de su padre. Cuando al fin dio en el primer blanco de su vida (una botella de cerveza), el premio por su buena puntería consistió en un balón de cuero que llevaba la efigie de Maradona.
Ir al Camp Nou era una locura para su seguridad. Mejor olvidarlo, le dijo todo el mundo. La desilusión de Saviano fue tal que, por cuenta propia, los ocho guardaespaldas de la policía autonómica examinaron a conciencia el estadio hasta encontrar las únicas localidades donde el escritor no poidría ser alcanzado por un francotirador. Y ahí pudo seguir el partido de la Copa del Rey entre el Barça y el Mallorca, si bien no tenía una buena visión global del estadio. Por eso, cinco minutos antes del final del encuentro, fue conducido al antepalco, donde reconoció y fue al encuentro de Manel Estiarte, hoy responsable de relaciones externas del club azulgrana, pero inolvidable jugador de waterpolo del Pescara, italiano. Luego vendría la charla fugaz con Messi y la foto, donde posa con aire serio y orgulloso con su ídolo. Como haría cualquier aficionado de apenas 30 años.
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