El gesto del campeón
Australia era para España la viva imagen de nuestras antípodas. No sólo en lo geográfico, sino también en lo tenístico. Tres caballeros: Juan Gisbert, Andrés Gimeno y Carlos Moyà, y una señora: Conchita Martínez, habían llegado en los últimos 40 años a la final del Open de Australia, pero sin éxito.
En el palmarés de los torneos de grand slam conquistados por los tenistas españoles, hombres y mujeres -15 Roland Garros, tres Wimbledon y tres US Open-, no figuraba hasta el pasado domingo el Abierto de Australia.
La victoria de Rafael Nadal sobre el suizo Roger Federer tenía por ello que hacer época con esa estadística en la mano, pero fue asimismo excepcional por razones que se resumen en la caballerosidad, el buen gusto y la cabeza en su sitio del que ya era antes del match el primer tenista del mundo.
La clase con la que el mallorquín supo y quiso, a la entrega de los trofeos ante más de 15.000 admirados espectadores, rendir sus respetos a un campeón vencido pero no destronado, retratan a una extraordinaria personalidad, además de a un gran deportista.
Nadal tuvo palabras de reconocimiento para el desconsolado helvético, pero no de la forma más o menos habitual, instalada en una cierta condescendencia, de quien al saberse nimbado de gloria reparte algún confeti entre el personal. Nadal hablaba desde la admiración horizontal de quien aun habiendo sido mejor en el encuentro, se dirigía a un formidable campeón, que a sus 27 años ya había entrado en la historia; a un as indiscutible que aún tendrá la ocasión de emular o superar la colección de torneos de grand slam de Pete Sampras, 14, desde los 13 que ya ha cosechado. Si Nadal se lo permite...
Hemos asistido a tantos casos, singularmente dentro del propio mundo del tenis, de endiosamiento fulgurante, de lo que los medios de comunicación no pueden sentirse irresponsables, que el espectáculo de ver ganar sin la más mínima gesticulación de superioridad al campeón español -adorado, pero no ensoberbecido- hace que deseemos que, si no lo es ya, Rafael Nadal se convierta un día en el primer deportista español de todos los tiempos.
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