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Reportaje:ESCAPADAS

Ibsen se aloja en la número 5

Graham Greene escribió 'El tercer hombre' en el Caruso de Ravello, y Stendhal se inspiró en el Minerve de Roma. En los lujosos hoteles de la Costiera Amalfitana se gestaron obras como 'Casa de muñecas', óperas como 'Parsifal' y películas como 'La burla del diablo'

Vivimos tiempos en los que triunfa la literatura sobre escritores y otras formas de fetichismo. Por ejemplo, Arthur Rimbaud talló su apellido en una columna de un templo de Luxor, lo descubrió Jean Cocteau en 1949 y ahora ese gesto de vandalismo es objeto de peregrinaciones. Tiempos en los que todo, incluso lo más moderno, se vuelve enseguida recuerdo; en los que las palabras viajan a velocidades extraordinarias y, sin embargo, seguimos leyendo igual que hace 3.000 años, signo tras signo. Quizá por todo eso tengan tanto glamour los hoteles literarios, esos establecimientos llenos de decadencia donde se han alojado -donde han escrito- algunos de los grandes maestros.

Los hoteles, ya se sabe, están hechos de claves literarias y hay muchos viajeros interesados en reconocer las huellas del extrañamiento o la soledad, a quienes les gusta sentirse prisioneros de la memoria, que disfrutan con el poder evocador de ciertos pequeños objetos. Estos viajeros aman los viajes un tanto melancólicos, que, puestos a imaginar, deberían emprenderse en tiempos no veraniegos, digamos en días otoñales, para poder despertar en una de esas mañanas casi frías con rayos de sol que no calientan, pero que hacen sonreír a empleados y clientes, todos ellos obstinados y de probada condición literaria.

El viaje italiano podría empezar en Roma en una mañana de finales de octubre frente al Grand Hotel de la Minerve. Está en uno de los lados de una placita en cuyo centro hay un pequeño elefante de piedra que sostiene un obelisco egipcio. Es uno de esos días en los que el cielo se cubre por momentos de inmensas bandadas de estorninos que ensayan la formación del día del salto de continente. En el hotel se alojaron Carlota de Baviera o Georges Sand; no obstante, su verdadero interés radica en que aquí escribió Stendhal Lucien Leuwen, en que sigue más o menos como en el ochocientos y en que el bar de la terraza tiene vistas sobre el Panteón, un piano, una cantante hermosa y un excelente dry Martini.

Seguimos hasta Nápoles, la ciudad de la sirena Parténope y del huevo escondido por el poeta Virgilio en el jardín del palacio del último emperador romano, Rómulo Augusto. Hoy es el Castillo del Huevo y, mirando desde el mar, tiene detrás el Hotel Vesubio, donde vino a morir Enrico Caruso en 1921, paseó amantes Oscar Wilde y Guy de Maupassant hacía ceñudas y democráticas observaciones. Las habitaciones son cálidas, están bien decoradas -excepto la desmesurada suite presidencial, diseñada para jeques-, y el bar debe de ser bueno, ya que tiene acreditadas insignes melopeas de Rita Hayworth. Si tienen dudas, cenen debajo, en La Chalupa.

Frente a la bahía de Nápoles está la Costiera Amalfitana, pero antes de llegar a esa franja de terreno, que sigue conservando su patrimonio inmaculado entre un vergel de vegetación, playas con olivos y limoneros y pequeños pueblos encantadores, hay que dejar a un lado algunos campos sembrados de toxinas por la Camorra. Hay muchos hoteles legendarios en la Costiera. No en vano fue el destino favorito de aquellos viajeros de los siglos XVIII y XIX que se desplazaban al sur de Italia entre el lujo y la pereza. En Amalfi, capital de una de las repúblicas más prósperas del Medioevo italiano, hay dos de ellos. Ambos ex conventos, un marco ideal para visitar fantasmas. El primero, fundado nada menos que por san Francisco de Asís en 1222, alberga el Hotel Luna. Las habitaciones son las antiguas celdas y están distribuidas alrededor del claustro. En la número 5 escribió Ibsen su celebérrima Casa de muñecas, y un año más tarde, en 1880, soñó Wagner el Parsifal en el cuarto de al lado. Simone de Beauvoir también escribió buenos párrafos sobre el mar color madreperla de los nocturnos desde su ventana.

El refugio de la Magnani

Un poco más arriba, empotrado en una ladera de los montes Lattari, está el Convento Cappuccini, otro monasterio medieval con claustro morisco, convertido en hotel en el siglo XIX. Actualmente está cerrado, pero se espera que abra, renovado, el próximo verano. Fue el lugar favorito de D'Annunzio y Salvatore Quasimodo, y no hace tanto, cuando te sentabas en una de esas tardes, habíamos quedado que de otoño, ¿no?, bajo las buganvillas de la pérgola con una copa de gintonic, te sentías capaz de emular la -en principio- improbable conquista del rechoncho cuarentón Roberto Rossellini sobre Ingrid Bergman.

En la carretera que comunica Amalfi con Positano se alza el Hotel Santa Caterina, enclavado en un venerable caserón modernista (liberty en la terminología local), que fue el refugio de Alberto Moravia y Anna Magnani, entre otros. Y ya en Positano está el palacio de los marqueses de Sersale, Albergo Le Sirenuse, el preferido por John Steinbeck, Tennesse Williams o Rudolf Nureyev, que acabó viviendo en la isla de enfrente. Al lado, en el que quizá es el pueblo con más encanto de la Costiera, Ravello, está mi hotel favorito, el Caruso Belvedere, derrochando estilo por los cuatro costados. Recientemente restaurado con bastante criterio (han respetado hasta ciertos desconchones), tiene muebles de nogal, habitaciones amplias, un restaurante más que aceptable (Caruso), un barman exigente (Sandro, en el piano bar) y el recuerdo de Graham Greene escribiendo El tercer hombre, de Virginia Woolf mirando al Mediterráneo ("una mujer, si quiere escribir ficción, debe tener dinero y una habitación para ella sola") y de Greta Garbo soñando con otros éxitos. Y bueno, aquí se desarrolla, y aquí vivieron mientras se rodaba, la mítica Beat the Devil -que en España llamaron La burla del Diablo-; es decir, 1953, John Huston en la dirección, Truman Capote en el guión y Humphrey Bogart, Jennifer Jones y el gran Peter Lorre en la cosa interpretativa.

William Faulkner sostenía que el oficio perfecto de un novelista era el de sereno nocturno en un hotel, y Bertold Brecht, que "vivir en un hotel significa concebir la vida como una novela". Quizá por eso me faltó comentarles al principio una posible banda sonora al programar el viaje: Chelsea Hotel, de Leonard Cohen, basada en otro establecimiento, esta vez neoyorquino, por el que pasaron Mark Twain, Dylan Thomas, Arthur Miller, Dorothy Parker o Sartre; donde Jack Kerouac escribió On the road y donde redactó toda su obra Thomas Wolfe.

» Pedro Jesús Fernández es autor de la novela Peón de rey (Alfaguara).

Asómate a Italia con la guía de EL VIAJERO

Un casón modernista junto al acantilado alberga el hotel Santa Caterina, refugio del italiano Alberto Moravia en la costa amalfitana.
Un casón modernista junto al acantilado alberga el hotel Santa Caterina, refugio del italiano Alberto Moravia en la costa amalfitana.

Guía

» Grand Hotel de la Minerve. Piazza della Minerve, 69. Roma (www.grandhoteldelaminerve.com; 00 39 06 69 52 01). La doble con desayuno, desde 300 euros.

» Grand Hotel Vesubio. Via Partenope, 45. Nápoles. (www.vesuvio.it; 00 39 08 17 64 00 44). La doble, 230.

» Hotel Luna. Via Pantaleone Comite, 33. Amalfi. (www.lunahotel.it; 00 39 089 87 10 02). La doble, desde 240.

» Hotel Santa Caterina. Via Nazionale, 9. Amalfi. (www.hotelsantacaterina.it; 39 089 87 10 12). La doble, desde 200.

» Albergo Le Sirenuse. Via C. Colombo, 30. Positano. (www.sirenuse.it; 00 39 089 87 50 66). Hay paquetes para primavera desde 300 euros la doble.

» Hotel Caruso Belvedere. Piazza San Giovanni del Toro, 2. Ravello. (www.hotelcaruso.net; 00 39 089 85 88 01). Abre del 8 abril al 26 octubre. Desde 792 la doble.

» Chelsea Hotel. 222 W 23rd St. Nueva York (www.hotelchelsea.com; 00 121 22 43 37 00), La doble, 145 euros.

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