Obama restaura el poder sindical
"Una clase media fuerte exige unos sindicatos fuertes", afirma el presidente
El vicepresidente estadounidense, Joe Biden, a quien Barack Obama encargó ayer formalmente la dirección de un grupo de expertos especialmente dedicado a mejorar las condiciones de vida de la clase media, se dirigió, en sus primeras palabras, a un grupo de dirigentes sindicales presentes en el acto y, enfatizando con su entonación el simbolismo de sus palabras, les dijo: "Bienvenidos de regreso a la Casa Blanca".
Obama había dicho previamente que "una clase media fuerte exige la existencia de un movimiento sindical fuerte" y, tras mencionar las condiciones especialmente difíciles a las que hoy se enfrenta el sector más abundante de la sociedad norteamericana, aseguró que "los sindicatos no son parte del problema, sino parte de la solución".
Con esa declaración y la firma de tres órdenes presidenciales (decretos), Obama restauraba algunos de los derechos perdidos en los últimos años por el movimiento sindical y, sobre todo, les devolvía parte del poder político y la influencia social de la que han gozado tradicionalmente.
Se trata de una decisión arriesgada por parte de Obama, que va a enfrentarse, seguro, a las críticas de un considerable segmento del mundo económico y al escepticismo de una parte de la población entre la que los sindicatos son objeto de gran desconfianza. Pero supone también el cumplimiento de una promesa electoral y la aplicación de una medida que el presidente cree necesaria para el robustecimiento de la clase media.
En Estados Unidos, los trabajadores manuales con buenos empleos y salarios, generalmente en la industria manufacturera, la energía, el transporte o las nuevas tecnologías (lo que en inglés se conoce como blue collar workers), son una parte sustancial de la clase media.
Las condiciones de vida de esos trabajadores, repartidos de forma más abundante por el noreste y el mediooeste del país, se han deteriorado considerablemente al estropearse también la salud de las empresas que los emplean, entre otras, las tres grandes firmas automovilísticas. La pérdida de poder adquisitivo de ese sector de la sociedad ha ido acompañada en los últimos años de la mengua de prestigio de los sindicatos, disminuidos por sus conflictos internos y por las renuncias de derechos que se veían obligados a hacer constantemente.
Para muchos norteamericanos, la intervención de los sindicatos representaba simplemente presión ilegítima, burocracia y pérdida de competitividad. Para los conservadores, los sindicatos son, además, responsables en buena parte de la mala situación de las empresas en las que actúan.
El punto más bajo de la influencia sindical llegó, probablemente, durante la Administración de George W. Bush, que permitió a las empresas poner carteles en las zonas de trabajo en los que se explicaba a los empleados las ventajas de no estar sindicado. Uno de los decretos que ayer firmó Obama no elimina esa posibilidad, pero le añade la de poner carteles sobre las ventajas de pertenecer a una organización obrera.
Otras tres órdenes presidenciales restablecen privilegios sindicales desaparecidos. Todo ello, según el presidente que un día antes había llamado "sinvergüenzas" a los ejecutivos de los bancos de Wall Street por repartirse el año pasado 14.350 millones de euros en primas, con el propósito de fortalecer la clase media.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.