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Colapso crónico en las urgencias del 12 de Octubre

El Defensor del Pueblo investiga la saturación del centro, viejo y mal cuidado

Un hombre de unos 80 años tiembla semidesnudo en el pasillo. Balbucea algo incomprensible que podría sonar a "enfermera". Está delgadísimo. Se le pueden ver los genitales debajo de la bata. Lo han colocado sobre una vieja cama y lleva conectado un tubito transparente a la nariz con el que respira oxígeno con dificultad. Junto a él, una mujer con los pechos descubiertos trata de incorporarse penosamente en la camilla. Alrededor, una decena de pacientes, en situaciones más o menos tan patéticas como las de ellos, también han tenido que renunciar a cualquier atisbo de intimidad y entregarse a lo que el propio personal del área de Urgencias del 12 de Octubre define como "indignidad".

Los empleados no creen que los nuevos hospitales hayan aliviado la situación

Éste es uno de los retratos obtenidos a lo largo de seis visitas aleatorias realizadas al hospital en los meses de noviembre, diciembre y enero. La última en el día de ayer, cuando había apenas dos camas en los pasillos, pero los boxes triplicaban su capacidad. Una situación que se reproduce, dicen médicos y enfermeras, "de toda la vida". Un panorama de "saturación" que ha llevado al Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, a abrir una investigación de oficio sobre "el grave problema" de las urgencias de los hospitales de la región, con especial mención a las del 12 de Octubre.

Un escenario en el que el colapso está institucionalizado. Pero en el que los profesionales del hospital han conseguido que, pese a todo, los pacientes consultados sigan prefiriéndolo a los nuevos centros sanitarios inaugurados en el último año.

Y tiene mérito. Porque los flamantes hospitales de la Comunidad han costado 700 millones de euros y los madrileños pagarán a sus gestoras un canon de 158 por año. Una inversión monumental para ocho centros que, entre otras cosas, nacieron para aliviar la carga que recibían los viejos. Sin embargo, pocos en el 12 de Octubre (ninguno de los 34 profesionales con los que ha hablado este periódico durante las visitas realizadas) creen que eso haya sucedido."La dirección dice que hay un 12% menos de pacientes. Quizá. Pero son casos leves. La realidad es que la parte de agudos (pacientes graves) sigue colapsada", explica un médico adjunto de Urgencias que lleva 13 años en el hospital y que, como muchos otros, no quiere dar su nombre por miedo a represalias "de la dirección del centro". "Estamos igual que siempre. Los boxes triplican su capacidad. En los nuevos hospitales no dejan que estén en los pasillos, por eso nos los derivan aquí", aduce.

El pasado 18 de noviembre, 50 trabajadores denunciaron la situación en el juzgado y mandaron una carta. "Resulta imposible asumir las consecuencias que en cuanto a la vida de las personas pudieran derivarse de esta situación", podía leerse.

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Las urgencias, la puerta de entrada y el termómetro del hospital por las que desfilan anualmente 270.000 pacientes, tienen capacidad para 82 camas, pero cuando se supera la cifra, se les busca acomodo en los pasillos. Cada agujero vale. Ya están incluso etiquetados como "mostrador 1" o "aseo", siempre en función de su exótica ubicación. Amontonados. "Sí, es indigno. Nadie tiene ninguna intimidad. Supongo que esta gente aguantó mucho durante la guerra o algo así, porque no se quejan. Lo único que les molesta es tener que esperar", explica una enfermera de las urgencias desde hace ocho años. Cuando se llega al colapso total, como sucedió en diciembre, el hospital habilita una zona de la quinta planta del edificio de maternidad con 32 camas para aliviar la presión asistencial.

"Trabajar aquí es como jugar al Tetris. Están todos apelotonados y somos muy pocos para colocarlos", relata una celadora con 15 años de experiencia. Este colectivo de trabajadores denuncia la falta de medios y la delegación en ellos de funciones que no les corresponden. "Faltan sillas de ruedas, camillas, camas... Los colchones son viejos y están manchados, faltan goteros... Hace un rato, ha llegado un paciente con un cólico nefrítico y hemos tenido que tumbarle en una camilla, cuando en realidad había que sentarlo", explica señalando un cuarto vacío donde deberían estar los repuestos. Los celadores denuncian que tienen que transportar enfermos con afecciones coronarias de un lado a otro del hospital sin supervisión de personal sanitario. "A veces empiezan los pitidos de la máquina a medio pasillo. No sabes qué hacer. Pero hay que seguir adelante", explica una de ellos.

Pero el monstruo de cemento edificado en la carretera de Andalucía en el año 1973 y que abarca un área de influencia de unos 800.000 pacientes, tiene otros problemas. En las 3.175 quejas que recibió la oficina de atención al paciente del centro en 2007, sin embargo, no se aludía al estado precario del descampado donde aparcan miles de coches a diario y en el que hay robos cada dos por tres; nadie se quejaba tampoco de que los ascensores se queden colgados habitualmente; ni de que la comida que compra una subcontrata, y no el personal de cocina, sea mala y escasa; ni siquiera se quejan los pacientes de que en los últimos meses se hayan cerrado decenas de camas en el hospital. Los que acuden a la oficina de atención, denuncian, principalmente, cuestiones de "lista de espera y trato recibido", según la propia oficina.

"Los nuevos hospitales no han influido, ni mal, ni bien en el funcionamiento de éste. Hay los mismos problemas y lo que funcionaba bien ha permanecido. El hospital está igual", relata un responsable del área de reclamaciones. "Los 30 días máximos de espera para una operación, por ejemplo, sí se cumplen. El problema, como siempre, es que la gente no lee la letra pequeña. Y hay muchas excepciones". En la oficina consideran que "el número de quejas que se reciban, no afecta a la toma de decisiones". "La dirección ya sabe qué es lo que no funciona. No es ningún secreto".

Los profesionales también lo saben y denuncian la falta de medios y de personal. "Tengo que atender a los niños con patines. Cada enfermera tiene que cuidar a 12 críos a la vez. Pero te pueden llegar a tocar 25. Tenemos mucho estrés, y eso repercute en los pacientes", explica una enfermera de neonatos.

Según los sindicatos consultados (UGT, CESIT y CC OO), el hospital ha perdido alrededor de un 20% de profesionales en todas las categorías. "Se han cerrado unas 200 camas y no se han vuelto a abrir. Y la perspectiva es que se cierren 300 más, como anunció Antonio Burgueño

[director general de hospitales]. La conclusión es que el área que más intervenciones quirúrgicas realiza perderá 500 camas, y sólo se abrirán 190 más (de los nuevos hospitales)", denuncia José Povedano, delegado de UGT en el centro. Según este sindicato, el personal indefinido pasó de los 6.111 de 2006 a los 5.879 de 2008. El centro intenta compensar las bajas con 200 eventuales, "pero a muchos ni siquiera les han renovado".

Todos los datos que se ofrecen en este reportaje son cálculos de los sindicatos y de este periódico. La Consejería de Sanidad se negó a facilitar ni una sola respuesta a las preguntas que le hizo EL PAÍS. El gerente, a través de una portavoz del centro, declinó también recibir a este periódico. Interrogada sobre el último colapso de las urgencias, se atribuyó a la epidemia de gripe. Ayer, se le quiso ofrecer de nuevo la oportunidad de añadir algo a la información, pero no hubo respuesta.

Un jefe de sección, uno de servicio y un experto en radiología, en cambio, sí atendieron a EL PAÍS en un despacho a finales de noviembre. "No ha disminuido la presión asistencial. Es curioso, porque muchos pacientes que van a Aranjuez vuelven aquí porque ahí no les hacen las pruebas. Cuando llegan, traen su historia en un CD y aquí no lo podemos leer. Y tienen que volverse. Lo que han hecho no son hospitales, son ocho hoteles", explica el experto en radiología, cuya área cuenta con 54 médicos. "Aquí cada vez se externalizan más pruebas que podríamos hacer nosotros: mamografías, escáneres o resonancias. Se deriva a los pacientes a centros concertados, pero se las hacen mal y las tenemos que repetir", insiste.

Unas plantas más arriba, un supervisor de enfermería insiste en el problema de falta de personal. "No se cubren las bajas con personal fijo, sino con eventuales, que están más preocupados por lo que les pasará el día 31 del mes que por lo que están haciendo. La gente no tiene tiempo de formarse ni los jefes de crear equipos solventes. En resumen, se ha descapitalizado el hospital", explica. Para este profesional, que insiste en mantener el anonimato, "los cuidados están bajando su calidad".

Pero los pacientes ingresados en planta se quejan, principalmente, del espacio que tienen en las reducidas habitaciones que comparten y del deterioro de las instalaciones. En general alaban la calidad de los médicos. Pedro Zambrano, por ejemplo, lleva un año acudiendo al 12 de Octubre para tratarse su cáncer de hígado. Es la tercera vez que ingresa para realizarse una quimioembolización. "Este servicio tiene médicos muy buenos y el trato está siendo adecuado. Estoy contento", explica con el pijama del hospital puesto. Lo mismo le sucede a Julián, de 81 años. Sus hijas le acompañan para que le operen de un cáncer de estómago. Están satisfechas. "El trato es bueno. No queríamos ir a otro hospital. Éste es bueno, lo conocemos y lo preferimos", cuentan junto a su padre.

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