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A TOPE | Fin de semana
Columna
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Todo un profesional

La semana pasada Will Smith apareció en el programa de Cuatro El hormiguero y se prestó a realizar todas las chorradas y ocurrencias del equipo del programa de Pablo Motos. Cantó Torito bravo, coreó junto al público la versión española del tema principal de El príncipe de Bel-Air e incluso ayudó a Flipy con sus experimentos. Vamos, se comportó como el perfecto invitado: divertido, simpático, desinhibido... La excusa para acudir al programa era el estreno de su última película Siete almas y de ahí que pasara por España. El objetivo era promocionarla.

Al lunes siguiente, el día en que se sabe cómo han funcionado las películas en taquilla durante el fin de semana, la película protagonizada por Will Smith era la número uno del ránking. Lógicamente entre un hecho (Smith derrochando simpatía en los medios de comunicación españoles) y otro (Siete almas, líder de taquilla) hay una relación directa, o mejor dicho, una consecuencia. La gente que se lo había pasado pipa con Will en la tele a la hora de decidir qué película vería el fin de semana lo tuvo fácil: vamos a ver a Will otra vez.

Salen en dos episodios de 'Sin tetas no hay paraíso' y ya se creen Marlon Brando

Quizás este hecho no llamaría tanto la atención si se tratara de una de las pelis de acción que hace Smith y que arrasan en recaudación (Hancock, Soy leyenda o Men in black), pero justamente Siete almas es un drama intimista al que no le ha ido muy bien en la taquilla americana. De ahí que Smith probablemente quisiera echar el resto en la promoción internacional y evitar el descalabro en el cómputo general. Lo ha hecho y la cosa ha salido bien, por lo menos en España. Will Smith es el actor más rentable del momento: hace varias pelis al año, la mayoría son taquillazos y su imagen pública es envidiable. Desde fuera da la impresión de ser un tío carismático, profesional y humilde. Es un majo profesional, un tipo que ha hecho de ser simpático un oficio. Y eso hace que triunfe en un país donde, por ejemplo, un actor que ha salido en dos episodios de Sin tetas no hay paraíso ya se cree Marlon Brando y mira al resto de la humanidad por encima del hombro.

Digo esto porque se acerca la ceremonia de los Goya y pronto también serán los Oscar. La imagen que tengo de Will Smith en el patio de butacas de la ceremonia del teatro Kodak es la de un entusiasta, la de un tipo que aplaude a rabiar, que ríe los chistes del presentador, un tipo se lo pasa bomba. La imagen que tengo en la cabeza de los profesionales del cine español en los Goya es la de un bostezo: gente con cara de aburrimiento, butacas vacías de gente que ha salido a fumar y vestuario cercano al chándal de tactel.

Si un tipo que gana decenas de millones de dólares sigue dándolo todo por sus películas, no entiendo por qué un sector en perpetua penuria como el del cine español no hace más esfuerzos por intentar caer simpático a su potencial público. Deberíamos dejar a un lado la pose y tomar nota del entusiasmo. Si no nos lo creemos nosotros mismos, es imposible que los demás lo hagan.

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