Muere una anciana sobremedicada en un geriátrico público
En una semana se triplicó el nivel de anticoagulante Sintrom en su sangre
María Ángeles Piñeiro García, de 82 años y residente desde hace un año en el geriátrico santiagués de Volta do Castro, ingresó de urgencia en el CHUS (Complexo Hospitalario Universitario de Santiago) en la noche del 9 al 10 de diciembre. Después de un análisis de sangre y un reconocimiento completo, los médicos de guardia le diagnosticaron un "síndrome confusional posiblemente en relación al Alprazolam" y "sobredosificación de Sintrom". El nivel de este peligroso anticoagulante y el "deterioro cognitivo y de conciencia agudo" que se apreció en la exploración alarmó al personal sanitario. Al comprobar el estado de desorientación en el que ingresó la anciana los médicos sospecharon en un primer momento que había sufrido un derrame cerebral.
Cuando recogieron a su tía, traía la mano manchada de excremento
El grado de Sintrom (nombre comercial de la acenocumarina) en la sangre se mide con el llamado INR (Índice Internacional Normalizado). Las personas que se medican con anticoagulante deben controlar el INR con periodicidad, y desde el 28 de octubre a Ángeles Piñeiro no hizo más que aumentarle. De un INR de 1,65, el Sintrom pasó el 18 de noviembre a 3,13. El día 2 de diciembre estaba en 3,54 y la noche en el que la paciente ingresó en Urgencias el INR se había disparado hasta 9,35. En una semana, el nivel de anticoagulante en la sangre prácticamente se había triplicado, alcanzando un grado superior a los límites que los manuales médicos consideran alarmantes.
Ángeles Piñeiro que, según otros residentes del geriátrico de la Xunta, en los días anteriores había mostrado "desorientación" y grandes dificultades para respirar, ya no volvió a salir del CHUS. Murió el 31 de diciembre, tras una agonía de 20 días en la que padeció una infección hospitalaria, probable causa última de su fallecimiento, y fue dependiente de la mascarilla de oxígeno.
La familia reclamó entonces el historial médico de la difunta en la residencia de ancianos, inaugurada hace un año y dos meses por Vicepresidencia, pero el médico denegó tal información. A la vista de la negativa, el 14 de enero optó por denunciar los hechos al Valedor do Pobo y enviar una copia del escrito a Anxo Quintana. Al fin, el martes de esta semana, al mismo tiempo que el Valedor les notificaba que investigaría el caso, los sobrinos de la fallecida recibieron de Volta do Castro "unos informes ilegibles, en puño y letra del médico" adjuntos a "una carta indecente" del director del geriátrico, Luis Lorenzo Mur. En la misiva se obviaban las sucesivas quejas de desatención efectuadas por la familia y únicamente se hacía hincapié en el hecho de que la anciana había protestado por la escasez y la calidad de la comida.
Ante la falta de información concreta, los sobrinos de María Ángeles Piñeiro se plantean ahora acudir a los tribunales. Su tía, explican, se encontraba "mejor que nunca" un par de meses antes, y con la denuncia lo único que pretenden "es conseguir que se atienda dignamente a los residentes de Volta do Castro que siguen vivos" porque, aseguran, "visitando a nuestra tía hemos visto que están abandonados". "Si se quedan dormidos a la hora del almuerzo no comen y las pastillas se las dejan sobre la mesa en un vaso. Nadie se preocupa de comprobar si se las toman o no, o si cogen las de otro por error".
Desde Vicepresidencia se limitan a dar sus condolencias y a afirmar que "hechas todas las comprobaciones y verificada la cadena de acontecimientos, en esa semana la residente recibió en todo momento lo pautado" por los facultativos "del centro y el hospital". Pero Ángeles Piñeiro García, replica la familia, no pudo tener acceso a más medicamentos que los que le suministraba el geriátrico.
Ésta es la segunda denuncia que hacen pública en dos meses familiares de residentes en el geriátrico estrella de la Xunta. En la inauguración, Vicepresidencia presentó el centro de Volta do Castro como el "VIP" de los geriátricos, pero en octubre un grupo de familiares habló de "maltrato" a los ancianos de la planta tercera, los enfermos de Alzheimer. Denunciaron falta de higiene, desnutrición, deterioro acelerado de los residentes tras su ingreso en el centro. La Xunta reconoció "irregularidades", la CIG criticó el "caos", los demás sindicatos hablaron de "infierno" para los trabajadores, y el director prometió "reordenar el personal" (153 profesionales para atender a 150 mayores). Poco antes de Navidad, los sobrinos de Ángeles se la llevaron a casa a comer. La recogieron en el geriátrico vestida de verano y con la mano embadurnada de excremento. "La tía olía fatal y en la residencia se habían olvidado de meterle las pastillas del día en el bolso".
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