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Reportaje:

Aullido muy humano

Un lobo protagoniza la primera novela de Joseph Smith

Jacinto Antón

Un lobo corre sobre la nieve tras su presa en un mundo salvaje y primigenio. Podríamos estar en Colmillo blanco, pero el lobo es el narrador y su tono resulta, sin dejar de ser indómito y brutal, perturbadoramente humano. En el curso de la historia, cargada de una dimensión moral, el orgulloso predador de ojos ambarinos vivirá acontecimientos que pondrán patas arriba su universo y sus convicciones hasta desembocar en el descubrimiento de emociones impensadas. Es difícil explicar la maravillosa conmoción que provoca la lectura de El lobo (Mondadori y en catalán Amsterdam), turbadora primera novela de Joseph Smith (Londres, 1980). Desde la primera a la última de sus breves pero intensísimas 120 páginas, llenas de imágenes cautivadoras y símbolos, el lector sigue sobrecogido la peripecia de ese animal terrible, hambriento e inicialmente despiadado.

"Mi interés no es por el animal, sino por la bestia que hay en el hombre"

Smith es un joven de mirada profunda y algo tímido que piensa largamente sus respuestas. ¿Porqué un lobo? No tienen buena prensa. "Precisamente por eso, me daba un punto fuerte, el lobo inspira temor pero también, por su vigor, su capacidad de lucha, su habilidad para sobrevivir, admiración: eso crea una gran tensión en el relato". El lobo de Smith no es una criatura simpática. Explica su deleite al matar. Justifica su destrucción del débil. Al humanizarlo y hacerle autor de discurso, su carácter es nietzschiano si no directamente fascista. "No lo había pensado. Es cierto que proclama su superioridad de predador, que alardea de su fuerza, de su capacidad de subyugar a las presas. Era necesario para la historia. Pero es sólo un aspecto".

Smith es graduado en filosofía y su lobo es muy filósofo, hobbesiano, claro -el lobo es un lobo para todos los demás animales-, pero también muy existencialista: enfrentado a la muerte se expresa con sentencias dignas de Sartre o Camus. Esencial en la novela es su cambio de actitud, su descubrimiento del miedo, el dolor y, acaso, la compasión. "Ese aspecto de redención del lobo tiene que ver con su debilitamiento y sus heridas. En ese sentido, no sabría decir si la bondad de la gente se explica por altruismo natural o es una reacción a un suceso".

De los poderosos elementos simbólicos de la narración -el lobo, pero también el zorro y el cisne, una criatura con la que consigue efectos de una desasosegante belleza- dice que parte de ese material brotó directamente del subconsciente. Smith se coloca al margen de la rica tradición anglosajona de humanización de animales, de Kipling a C. Bernard Rutley. "Mi interés no es por el animal, sino por la bestia que hay en el hombre". Admite en cambio que su relato, con sus animales que se relacionan, está cerca del mundo de las fábulas. Esa relación se produce sin diálogo: los animales se comunican mirándose a los ojos. El efecto es hermoso y evita romper la forma de soliloquio de la historia. La idea la tomó de Barry López, que escribió en Wolves and men (1978): "La mirada del lobo lee en tu alma".

Joseph Smith, autor de <i>El lobo,</i> ayer en Barcelona.
Joseph Smith, autor de El lobo, ayer en Barcelona.GIANLUCA BATTISTA

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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