Dos actúan juntos
Alterio y Sacristán dialogan en vísperas del estreno de su nueva comedia sobre el oficio de actor, el humor como paliativo y la fuerza del teatro argentino
Cuando salen al escenario, en Dos menos, esta comedia de amistad en la que ambos son dos enfermos terminales, José Sacristán y Héctor Alterio parecen en efecto dos tipos a los que nos les queda ni un mes de vida.
Y el espectador (hipocondriaco o no) tiembla. Pero, de inmediato, estos dos tipos se levantan de sus respectivas camas hospitalarias y empiezan a vivir una historia de amistad y de sueños, que acaba... Bueno, pues ya verán ustedes cómo acaba. El estreno es mañana, en Madrid, en el teatro Fernando Fernán-Gómez. Ya han hecho esta comedia en Buenos Aires. A teatro lleno. De carcajadas.
Ellos están bien; es más, durante la comedia, que firma un joven dramaturgo francés, Samuel Benchetrit (al que Anagrama ha publicado su libro Crónicas del asfalto), parece que están más ligeros aún que en la realidad.
En escena, Sacristán está cabreado con la idea de la muerte
"Es irreverente", comenta Alterio. Irreverente como todas las comedias
Alterio tiene 79 años, y es uno de los grandes de la escena argentina y española. Y Sacristán, de 72, comenzó de meritorio en 1960, cuando en este país aún se hacían dos funciones diarias siete días a la semana. "¡La hostia, tío! Hice 24 Doñas Francisquitas y le dije a mi amigo Landa: '¡Si esto es ser actor, yo me borro".
Pues aquí están, saludables, encantados de estrenar en el teatro Fernán-Gómez. A Fernando lo encontró Alterio pocas veces en el cine, pero fue padre espiritual de Sacristán. "Lo conocí a finales de los sesenta, y con él hice Pierna creciente, falda menguante; fue cuando él conoció a Emma". Y ya desde entonces Fernán-Gómez fue su maestro. "Me llevaba 20 años, y yo lo adoraba. Todos los 31 de diciembre nos juntábamos él, Haro, Umbral, ¡la hostia!, y ahora las nocheviejas son una mierda".
No dice tacos por decir, se prepara. La obra los tiene; Alterio es más comedido, mucho más, pero Sacristán está cabreado (en la escena) con la posibilidad de la muerte. Cuando conocieron el texto quisieron hacerlo, y cuando se juntaron "ya comenzó", dice Alterio, "una aventura que va a durar dos años, ya llevamos uno, y nos parece que empezamos ayer".
"Fue", añade Alterio, "un encuentro muy particular. En este trabajo todo el mundo se conoce, pero no había tenido contacto con Pepe, y mira lo que ha pasado, ¡somos pareja!". Los juntó también la calidad. "Imagínate", dice Sacristán, "un texto dirigido por Óscar Martínez, lo mejor del teatro argentino, el hombre que hizo Arte, un tipo extraordinario".
Medirse con los argentinos (y con estos argentinos) marca mucho. "Qué autoridad tiene el teatro allá, es que te acojona. Con mi respeto para el teatro español, donde tengo mis maestros, mis ancestros y mi vida, hay que mirar a Argentina para saber qué es exigencia teatral, de calidad y de compromiso".
Pepe no se olvida, con todo, de lo grande que son las tablas españolas, y se lo recuerda Alterio. "Yo he vivido aquí grandes momentos", le dice Héctor, "y sigo volviendo con gratitud y con alegría". Ambos están de acuerdo, en cualquier caso, en que la cantidad de teatro que se hace en Argentina es incomparable con la que se hace en España.
"Y es que hay mucho público, y el público demanda teatro en grandes cantidades, y en todos los barrios hay teatro". Sacristán se embala. "Tú vas a Boedo, el barrio en el que Borges fue bibliotecario, tocas un timbre, te abre un tipo y ahí tienes a un maestro del teatro. Ya verás: dentro de nada escucharás quién es. Se llama Claudio (anota) T-o-l-c-a-c-h-i-r. Tolcachir [la última promesa de la escena bonaerense]. ¿Lo anotaste? Pues ya verás".
Dos menos los lleva por la extraña, y peligrosa, senda de la peor enfermedad. "Podía haber sido un problema con los hipocondriacos", dice Sacristán, "pero enseguida se acaba la sensación". "Son", dice Alterio, "dos adultos tocando la última arpa", y el sonido que alcanza el autor "es muy hábil", le añade Sacristán. "Este puñetero Benchetrit lo sabe hacer, propone un recorrido muy singular por los senderos de la enfermedad, de modo que en un momento determinado estos tipos, es decir, nosotros, parecemos dos amigos que se han encontrado para soñar otra vida". Y no en la otra vida.
"Es irreverente", dice Alterio. Irreverente como todas las comedias que tratan de algo serio, "pero con respeto; es de agradecer que un asunto así se halle salpicado de humor". Cuando les dejamos, bajo la nieve, los dos parecían protagonizar, precisamente, la última escena de esta comedia, Dos menos. Y parecen dos más.
Babelia
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