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Reportaje:

Vetados para la política

Los gobiernos utilizan el deporte, pero los deportistas no pueden opinar - Muchos se han rebelado

Sergio Manzanera recibió amenazas de muerte. También tuvo que declarar en comisaría, fue multado con 100.000 pesetas por alteración del orden público, y acabó agradeciendo no tener teléfono en casa. Normal: en España mandaba Franco, malvivía la dictadura, y tanto Manzanera como Aitor Aguirre, su compañero en el Racing, habían decidido jugar el 28 de septiembre de 1975 con un brazalete negro, en protesta contra los últimos cinco fusilamientos del franquismo. Casi 35 años después, Frederic Kanouté, delantero del Sevilla, decidió el miércoles que a su gol copero contra el Depor le debía seguir una proclama política. Enseñó una camiseta con la palabra Palestina. Y así, en plena invasión israelí de la franja de Gaza, se ganó una multa de 3.000 euros que le enlaza con Manzanera, Muhammad Ali o Tommie Smith.

"Expresarse es libertad, se sea deportista o no", dice Djordjevic
Muhammad Ali, Tommie Smith o Di Canio rompieron el tabú opinión-deporte
"El momento de la política será otro", advirtió el COE durante los Juegos
"El deporte siempre quiso ser apolítico", explica el sociólogo Manuel García

Los deportistas, según la reglamentación olímpica y de la FIFA, son como los militares: individuos despojados del derecho a expresar su opinión en público, ciudadanos sin derecho a hablar de política pero utilizados por los políticos, desde la Alemania de Hitler a la China comunista, pasando por EE UU o la Unión Soviética en la Guerra Fría o, más recientemente, en la batalla por las selecciones autonómicas como expresión nacional.

"Lo que ha hecho Kanouté", dice Manzanera; "es un gesto que no ofende a nadie. No debería ser sancionado. Son órdenes de la FIFA, que no quiere que la política se inmiscuya en lo deportivo. Quizás sea algo estético, para que en cada gol no salga una camiseta distinta, una con un '¡Viva el PSOE!', otra con un '¡Viva el PP!".

El delantero del Sevilla, como Manzanera, pertenece al grupo de los deportistas comprometidos. Gente que reacciona frente a la realidad de su tiempo. Gente que opina e intenta influir, provocar el cambio. "En aquellos momentos difíciles optamos por luchar por la llegada de la democracia", recuerda el ex futbolista del Racing. "El público prácticamente ni se enteró, porque llevábamos dos cintas muy finas. Después, cuando salió en la prensa... tuvo trascendencia. Hubo amenazas de muerte contra el presidente del Racing, contra Aitor y contra mí. Llegaron a través de cartas enviadas a varios periódicos por alguna facción de ultraderecha. Al día siguiente nos llevaron a declarar a comisaría. En aquella época no tenía teléfono en casa. Si no... Fue un detalle más en un momento de gran ebullición social, de manifestaciones y presiones por parte de Europa para que se restaurara la democracia. Había la posibilidad del cambio, y optamos por apoyarlo".

¿Por qué se oponen a eso las instituciones deportivas, organismos llenos de políticos? "Porque el deporte siempre pretendió ser apolítico", contesta Manuel García, catedrático y coautor de La sociología del deporte. "Desde los momentos fundacionales del movimiento olímpico y de las primeras federaciones deportivas, en el siglo XIX, el deporte demuestra una voluntad de autonomía, de independencia, un deseo de vivir a espaldas de la política para ser un lugar neutral", continúa. "El deporte es universalista. Un lugar de encuentro: se mezcla, entre el público, gente de convicciones dispares unida por un equipo".

Si un deportista se expresa políticamente en el ejercicio de su profesión, se corre el peligro de un tumulto entre los espectadores, insinúan los federativos. Abusa de su capacidad de influencia sobre los seguidores. Y, además, se pierde el efecto unificador de eventos como los Juegos Olímpicos, que sufrieron los efectos de la Guerra Fría con el boicoteo estadounidense a los Juegos de Moscú 1980 y el correspondiente boicoteo soviético a los de Los Ángeles 1984. Los deportistas, de nuevo, habían sido utilizados para la lucha política, aunque no tuvieran derecho a hablar. Quizás en eso estaba pensando Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico español, cuando una mañana de agosto se dirigió a los españoles desplazados a Pekín para disputar los Juegos Olímpicos.

"No se pueden hacer declaraciones de contenido político en la zona olímpica: ni en la Villa ni en las instalaciones. No se puede escribir en medios de comunicación. La consecuencia es la retirada de la acreditación, y para casa. Ya somos todos mayores. Es el momento del deporte y de los deportistas. El de la política será otro. Os lo tenía que decir", cerró.

Eso mismo escuchó Aleksander Sasha Djordjevic antes de la final de la Copa Korac de baloncesto de 1999. No le importó. El Barça, su equipo, venció al Estudiantes, y Djordjevic pasó a la acción: con la Serbia de Milosevic bajo las bombas de la OTAN, sacó una pancarta sin aditivos, explícita: "Paren la guerra".

"Estaba preparado. Al final del partido, un periodista catalán, que también sentía la necesidad de lanzar un mensaje, me dio la pancarta", explica el ex campeón de Europa por teléfono. "Pedimos que parara la guerra, el mal de este mundo", sigue. "Lo que ha hecho Kanouté es dar su opinión. Cada uno es libre de expresarse. ¡No debería haber polémica! Respetar la libertad de expresión es crucial, importantísimo, para ser libre", añade. "Yo hice una declaración compartida por todos aquellos que entendía cuál era el problema. Estados Unidos influye sobre los países pequeños, sobre los pueblos secundarios, como el mío, de una manera enorme. Expresarse, aunque sea fuerte, es libertad, se sea deportista, ingeniero hidráulico o periodista. Se puede estar de acuerdo o no, pero opinar es un derecho".

Como Djordjevic piensan muchos otros deportistas. Serbios como los futbolistas Mihailovic, Stojkovic o Mirkovic salieron al campo con camisetas que pedían la paz en italiano e inglés; brasileños como Romario hicieron lo mismo, como luego haría el australiano Cadel Evans, que se abrió su dorado y majestuoso maillot de líder del Tour de Francia para pedir con una camiseta la libertad del Tíbet; o el canadiense Steve Nash, que protestó en el mismísimo partido de las estrellas de la NBA contra la guerra de Irak. Luego, tras lucir su camiseta ("No war. Shoot for peace [No a la guerra. Dispara por la paz]"), acabaría entregándole un premio a John Carlos y Tommie Smith, las caras, los puños y la protesta más representativa de los deportistas.

"Había vivido muchas injusticias, y mi familia también, y ése era el momento para hacer sentir mi voz", recordó Smith para este diario sobre el día que alzó su puño junto a Carlos en el podio de los 200 metros de los Juegos de 1968, lo que les costó la expulsión de la Villa. "Los miembros del Comité Olímpico Internacional son unos estúpidos, nunca lo han entendido. Ahora, cuando veo a alguno, me dicen que se ha cometido una injusticia, pero son unos hipócritas y unos mentirosos. Por la espalda dicen lo contrario", cuenta sobre su protesta contra la segregación racial.

Algo parecido le había pasado al gran Muhammad Ali, al que le quitaron el título de campeón mundial de los pesos pesados por negarse a ir a la guerra de Vietnam. No fue lo único que le ocurrió: Alí, el hombre que boxeaba moviéndose como una mariposa, se enfrentó a cinco años de prisión y a una multa de 10.000 dólares tras declararse objetor.

Ha habido más casos. Robbie Fowler apoyando a los despedidos del puerto de Liverpool. Futbolistas pidiendo la liberación de secuestrados, como en la Liga colombiana. Olímpicos como la rusa Paderina y la georgiana Salukvadze, que se abrazaron este verano en el podio de tiro con pistola de aire a 10 metros, mientras sus países estaban en guerra. Por haber, ha habido fascistas orgullosos, como Di Canio, futbolista del Lazio sancionado con 10.000 euros por saludar brazo en alto; estadounidenses como los baloncestistas Chris Paul o Greg Oden, que apoyaron a Obama. Y españoles como los 165 futbolistas y ex futbolistas vascos que se niegan a jugar con su selección autonómica si ésta no utiliza el nombre de Euskal Herria, impulsado por Herri Batasuna. De nuevo, deportistas usados en la lucha partidista.

Hay quien dice que el fútbol es un sustituto civilizado de la guerra. Llevado al extremo, a los jugadores se les deja ser soldados, y como tales, mudos testigos del mundo y sus pecados. Ocurrió antes del caso Kanouté. El egipcio Abou-Treika, estrella africana, marcó un gol y no se detuvo a pensar que debía estar callado. "Solidaridad con Gaza", ponía en su zamarra. Le sacaron amarilla y fue abroncado "severamente". Se le había ocurrido opinar.

Los deportistas, según la reglamentación olímpica y de la FIFA, son como los militares: no pueden expresar su opinión en público.
Los deportistas, según la reglamentación olímpica y de la FIFA, son como los militares: no pueden expresar su opinión en público.AFP
Tommie Smith y John Carlos, símbolos del <i>black power.</i>
Tommie Smith y John Carlos, símbolos del black power.AP
El serbio Djordjevic pide el fin de los bombardeos de la OTAN en 1999.
El serbio Djordjevic pide el fin de los bombardeos de la OTAN en 1999.EFE
Paolo Di Canio, del Lazio, hace el saludo fascista.
Paolo Di Canio, del Lazio, hace el saludo fascista.AP

Los artículos de la polémica

- Artículo 120. bis de la Federación Española: "El futbolista que exhiba cualquier clase de publicidad, lema o leyenda, siglas, anagramas o dibujos, sean los que fueren sus contenidos o la finalidad de la acción, será sancionado como autor de una falta grave".

- Norma 4 de las Reglas de Juego de la FIFA: "Los jugadores no deberán mostrar al público ropa interior con lemas o publicidad. El equipamiento básico obligatorio no deberá tener mensajes políticos, religiosos o personales. El organizador de la competición sancionará a aquellos jugadores que levanten su camiseta para mostrar lemas o publicidad".

- Artículo 2.10 de la Carta Olímpica del Comité Olímpico Internacional: "El COI se opondrá a toda utilización abusiva política o comercial del deporte y de los atletas". Punto 3 de la norma 50. "No se permitirá ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en ningún emplazamiento, instalación u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos".

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