Normalidad caótica
La situación de Barajas exige explicaciones: pero no sólo (ni principalmente) de Fomento
El concepto de normalidad es compatible en el aeropuerto de Barajas, según los baremos de la entidad responsable de su gestión, AENA, con retrasos de hasta 17 horas o la permanencia de hasta cinco en los asientos del avión a la espera del despegue; o con decenas de cancelaciones de vuelos y con un caos generalizado en los pasillos del aeropuerto desde el pasado viernes, que ha incluido episodios de estallidos de furia ante los mostradores de información por parte de cientos de viajeros frustrados que hicieron necesaria la intervención de la Guardia Civil.
Miles de personas se han visto perjudicadas por ese caos. Entre ellas, las 7.000 que tras la cancelación de sus vuelos fueron trasladadas a hoteles, cercanos o no tanto: de Guadalajara, por ejemplo; pero más significativos que las cifras son los relatos individuales de esa frustración:viajeros individuales o familias con niños que perdieron la conexión con vuelos transatlánticos, y a causa de ello la mitad de su semana de vacaciones; viajeros que dicen haber sido trasladados "como ganado", sin la mínima consideración. Situación agravada por la falta de información fiable: sobre los vuelos, pero también sobre las causas de lo que ocurría.
En un contexto previo de retrasos sistemáticos provocados desde hace un mes por la huelga (encubierta) de celo desplegada por los pilotos de Iberia, dos de las cuatro pistas del aeropuerto dejaron de estar operativas el viernes a causa de la baja médica de un tercio de los 23 controladores aéreos. Tanto si la causa fue un virus real, según alegan los representantes de ese sector, como si se trató de una forma soterrada de presión, como insinúa el Ministerio de Fomento, hay una evidente falta de previsión de las autoridades: el funcionamiento y seguridad de un aeropuerto por el que circulan al año más de 50 millones de pasajeros, no puede depender de esas situaciones circunstanciales.
Alguien debe dar explicaciones. Mejor si es la ministra de Fomento, como autoridad máxima de la que depende la gestión aeroportuaria. Pero también Iberia y los pilotos en huelga encubierta, que es ilegal, y los controladores. Alegan éstos que la extraordinaria responsabilidad de su trabajo requiere horarios menos exigentes y para ello una plantilla mayor. Pero la forma de reclamarlo no puede ser sembrar el caos y tomar como rehenes a miles de viajeros.
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