Agua y crisis asolan la Feria de Navidad
Los feriantes de Valencia alaban la ubicación pero critican la precariedad
Los Autos Chocones esperaban perfectamente alineados a que alguien introdujera la ficha en la ranura; los encargados de Boomerang aprovechaban para hacer mantenimiento, y la Noria Monumental giraba a bajas revoluciones. Pocas escenas son tan desoladoras -algunos, más miedosos, dirían desasosegantes- que una feria de atracciones desierta. Y la Feria de Navidad de Valencia volvió ayer por la mañana a mostrar la imagen que más temen los feriantes. La temida crisis y, sobre todo, la lluvia han asolado esta campaña.
"Estamos más pendientes de las previsiones meteorológicas que los agricultores", explica José Buendía, dueño de la Noria Monumental, que a sus 63 años lleva desde los ocho rodando de feria en feria, "y rezamos a la Geperudeta, pero no nos hace caso". Y no parece broma. "El tiempo nos está partiendo por la mitad", asegura Víctor Cámara, de la churrería Cintia, con 25 años de experiencia en la feria. El presidente de la Asociación de Feriantes de Valencia, José Luis Garcelá, por su parte, es más claro: "En cuanto llueve un par de fines de semana hay que poner dinero de nuestro bolsillo". Según Garcelá, los efectos de la crisis ya se notan desde principios de verano, con un 25% menos de negocio, pero estas navidades el frío y la lluvia han convertido la campaña en "catastrófica".
"En cuanto llueve un par de fines de semana hay que poner dinero"
"El problema es que la gente tiene que perder la gorra para venir"
María Salomé Jimeno, gaditana de origen valenciano, de 49 años, que regenta el Tiro a los Toneles, explica que han ajustado los precios: "Todas las casetas están muy baratas, a un euro". Pero ni aún así. Jimeno explica que la lluvia ha aparecido todos los fines de semana desde la apertura el 5 de diciembre.
Otra de las quejas de los feriantes es su carácter errante. No el de ellos, a eso ya están acostumbrados. Sino el de la propia feria. Tras muchos años situada en los jardines del antiguo cauce del Turia, junto al Gulliver, empezó a itinerar. Varios años en el centro comercial de El Saler o en Campanar. Otros en la avenida de las Cortes Valencianas, donde ahora se construye el nuevo Mestalla. El año pasado se situó junto al paseo de Neptuno, donde la falta de espacio y de aparcamientos condicionó una feria también pasada por agua. Y tras años de peregrinación, esta campaña abrió en los aparcamientos acondicionados junto a la calle del Ingeniero Manuel Soto para la Fórmula 1.
Sobre el emplazamiento, en general están contentos. "La ubicación es preciosa, está fenomenal", afirma Jimeno. Las críticas se centran en la falta de conexión eléctrica, por lo que el uso de generadores les cuesta "más del triple". Espacio más amplio y suelo asfaltado son los puntos a destacar. Pero como el resto, Buendía se queja de que todo sea provisional: "La gente quiere saber dónde está la feria, dónde aparcar". Cámara reconoce las ventajas, pero se muestra más escéptico: "Para qué vamos a decir ni bien ni mal, parece que el Ayuntamiento va a la contra y si decimos que bien puede que nos vuelvan a cambiar".
Driss, marroquí de 50 años, explica que "el problema es que cada año la gente tiene que perder la gorra para llegar". Y los pocos ciudadanos que pasean entre las barracas vacías lo corroboran: "Hemos venido sin saber dónde estaba, nos habían dicho que estaba por Natzaret y veníamos perdidos hasta que hemos visto la noria de lejos", argumentaban ayer a las 13.20 Juan e Isabel, que lamentaban que Samuel, de 3 años, no pudiera subir a los caballitos y al trenecito a pesar de que hacía dos horas que no caía ni una gota de agua.
A media mañana, Andrei, de 21 años, barría en la Mansión del Terror a falta de otra ocupación. Al fondo, los "toros cachondos" de la atracción Rodeo permanecían ladeados mientras las colchonetas que amortiguan las caídas de los clientes están de pie para escurrir la lluvia. "Este año la gente pasa pero no se sube", explica Andrei, "y todos preguntan si hay ofertas".
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