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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tic tac

No me pregunten por qué, pero no llevo reloj; por eso siempre consulto los que hay en la calle. Pero en estas fechas mi manía se vuelve tradición y medio planeta fija su mirada en ellos, esperando las campanadas que darán fin a 2008 y comienzo a 2009. Así pues, mientras cuentan las horas, minutos y segundos que faltan hasta entonces, vayamos escogiendo en cuál de ellos nos vamos a sincronizar con el nuevo año.

Tic. Si de relojes emblemáticos se trata, comencemos con el del teatro Poliorama de La Rambla, que desde 1883 marca la hora oficial de la ciudad. O con el reloj giratorio del banco Bilbao Vizcaya Argentaria de la plaza de Catalunya, utilizado desde 1980 para dar las 12 campanadas de marras. Sin olvidar a sus vecinos: el del antiguo Banco Central, hoy Sfera, y los cuatro relojes del edificio La Sud América, en la Ronda de Sant Pere.

Medio planeta fija la mirada en sus relojes mientras espera las campanadas

Tac. No menos oficial es el triunvirato compuesto por los relojes de la Universidad, el Liceo y el Ayuntamiento, sobrios, discretos, funcionariales. En nada parecidos al rabioso modernismo del que luce la Casa de les Punxes de la Diagonal o de la filigrana que ostenta el hospital de Sant Pau, de Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner, respectivamente.

Tic. Afortunadamente, todavía quedan en funcionamiento reliquias como el de la antigua Facultad de Medicina, apenas visible desde la calle de las Egipcíaques; el de la torre del Moll de Pescadors, instalado sobre un viejo faro del siglo XVIII, o el de la Torre del Reloj de la plaza Rius i Taulet, célebre como símbolo de la libertad en las revueltas populares del siglo XIX. Otros han desaparecido, como el mítico que tuvo el Passatge del Rellotge, el que marcaba las 24 horas en la relojería Trilla de La Rambla, los que decoraban Can Jorba y el de La Central Suiza, en el Portal del Àngel, recientemente escamoteado del paisaje.

Tac. Los relojes son objetos serios, precisos, cumplidores. Por ello no es extraño que figuren al frente de instituciones como la antigua Bolsa, en la plaza de Palau; la Caixa d'Enginyers de la Via Laietana, o dependencias del Departamento de Economía y Finanzas de la Generalitat, en la calle de Fontanella. Algunos incluso han vuelto tras años estropeados, como el de la fachada del Patronato Ribes, en Vall d'Hebron, o la pareja de los números 1 y 35 de la Ronda de Sant Pau.

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Tic. También los hay modestos y populares. Entre ellos el de la Creu Coberta esquina con Torre d'en Damians, conocido como "el reloj de los gitanos"; el de la empresa Multiplastic, en Pau Claris con València; el de Tomás Colomer -"relojeros desde 1870"-, en Consell de Cent. O pintorescos, como el de la fábrica de sifones Puértolas, en la avenida de Roma; el reloj comercial que en vez de números pone la palabra obert o tancat -según el horario de la tienda que anuncia-, en la calle Condal, o el que está inscrito en la letra O de Moka, la histórica cafetería de La Rambla.

Tac. Entre los futuristas: los "relojes de luces" incrustados en el pavimento de la calle de Rocafort y la Via Laietana; el de sol de la plaza de Maria Cristina, donde es la sombra del propio interesado la que marca la hora; el de la playa del Bogatell, hecho de hormigón y acero inoxidable, o el que corona el edificio del centro comercial L'Illa Diagonal, con números de tamaño y forma variada.

Tic. Los relojes públicos aparecen puntualmente cuando acaba el año; se hacen visibles por unas horas a todo el mundo; incluso la Torre Agbar se transforma -por una noche- en un inmenso despertador de bazar chino. Tac. Aunque, tras las dichosas uvas, su imagen volverá a pertenecernos tan sólo a los maniáticos, empeñados en no llevar reloj. Tic tac.

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