El Mal
Esos dioses terrenales que otorgan veredicto definitivo sobre la culpabilidad o la inocencia de los mortales, esos pozos de infalible sabiduría y objetividad al servicio de la justicia, han decidido que el error es leve cuando el que lo practica pertenece al sagrado gremio de uno de los suyos. Normal. La mafia también es corporativista, los hombres de honor nunca olvidan el intocable lema de Uno de los nuestros si el que ha metido la gamba pertenece a la familia. Pero ahí, al menos, sus componentes no se tiran el rollo de adscripciones conservadoras o progresistas. Sólo importa la inquebrantable unidad de la Familia frente a la incomprensión del prescindible mundo exterior. La difunta cría Mari Luz no va a darnos explicaciones sobre cómo se sentía cuando el tarado la secuestró y asesinó, pero imagino lo que se les pasa por la cabeza y por las entrañas a los que la querían al constatar que el irresponsable que dejó libre al depredador solucione su inconsciencia con una multita grotesca.
En el tremendo reportaje Corrido para un degollado, que exhibe Cuatro también hablan de secuestros. Ocurre en ese tenebrosamente surrealista México. Los autores no son pederastas, sino que lo hacen por el muy humano dinero y la mitad de ellos son maderos. Cortan dedos a las víctimas para persuadir del rescate a las acojonadas familias. Muchas veces le dan matarile al secuestrado el primer día sin esperar la llegada del botín. Ocurre ochocientas veces al año y el 98% de esas barbaries quedan impunes. Bueno, menos curre para los jueces. Así no corren el peligro de que les acusen de esa cosa tan liviana llamada negligencia.
La convicción de Neruda expresada en el desolado "sucede que me canso de ser hombre" debe de ser compartida por mogollón de alucinados y asqueados mexicanos. A los cientos de mujeres cuyos cadáveres aparecen cotidianamente masacrados en los descampados de Ciudad Juárez por no se sabe quién ni por qué (lean la espléndida novela de Bolaño 2666) no les han ofrecido ni el nihilista cansancio de su condición humana. El Mal existe, no es abstracto, está aquí. Y que nadie medianamente sensato le cuelgue el marrón al socorrido eufemismo del diablo.
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