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Bélgica busca un nuevo Gobierno para superar la crisis económica

El democristiano flamenco Leterme se niega a repetir como primer ministro

Andreu Missé

El estoicismo de los belgas es realmente admirable. A las calamidades políticas que arrastra el cuarteado país desde junio de 2007, se han sumado en pocas semanas el hundimiento del principal banco nacional, Fortis, y una crisis económica que devora cada vez a más sectores. Con este mar de fondo, el pasado viernes se desató un grave enfrentamiento entre el Ejecutivo y la magistratura por la intromisión del Gobierno en las deliberaciones judiciales sobre el caso Fortis. El primer ministro, el democristiano flamenco Yves Leterme, dimitió, y el rey Alberto II se ha pasado el fin de semana de consultas con los líderes políticos para buscar una solución. Leterme se autoexcluyó ayer para formar un nuevo Gobierno.

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Lo encomiable es que ni por éstas el país ha dejado de funcionar. Pero es difícil imaginar que Bélgica pueda resistir muchas horas más sin Gobierno. Es urgente el nombramiento del nuevo Ejecutivo para cerrar la operación de venta de Fortis al grupo francés BNP y acabar con una pesadilla que ha arruinado a miles de accionistas, que han visto caer sus valores desde los 30 euros de la primavera de 2007 a un euro actualmente, y que tiene en vilo a miles de empleados. También son apremiantes la aprobación del presupuesto de 2009 y el plan de estímulo económico de 2.000 millones de euros

La retirada de Leterme se daba por segura desde el viernes en toda la clase política, pues había perdido incluso el apoyo de su propio partido, al que ha sorprendido ya con otras tres dimisiones desde junio de 2007, cuando ganó las elecciones. La impresión más extendida es que el rey nombrará otro primer ministro, pero mantendrá la coalición gobernante.

El monarca ha mantenido consultas con los líderes de los partidos de la coalición: Didier Reynders, ministro de Finanzas y presidente del Movimiento Reformista; Elio Di Rupo, líder de los socialistas valones y Joëlle Milquet, presidenta del Centro Cristiano Humanista, y con la presidenta del partido de Leterme (CDV), Marianne Thyssen.

Alberto II ha escuchado también la opinión de los presidentes del Senado, Armand De Decker, y del Congreso, Herman Van Rompuy, quien figura entre los mejor situados para ser el nuevo primer ministro. Reynders, el brazo derecho de Leterme, manifestó ayer que "existe una mayoría para apoyar su nombramiento" si le apoya su partido.

La crisis actual la disparó el pasado viernes el presidente del Tribunal Supremo, Ghislain Londers, que acusó al Gobierno de haber presionado a los jueces que decidían sobre el caso Fortis. Una acusación de este calibre, efectuada por escrito por la máxima magistratura judicial, desencadenó la crisis.

La supuesta presión se había ejercido sobre los tres magistrados del Tribunal de Apelación que el día 12 habían anulado una sentencia anterior y dado la razón a la Asociación de Pequeños Accionistas de Fortis, que agrupa a unas 2.500 personas, que habían impugnado tanto la decisión de desmantelar el banco como su posterior venta a BNP por no contar con su consentimiento. La demanda de los accionistas, en la que pedían poder votar sobre la desmembración del grupo y su posterior venta parcial, había sido rechazada previamente por el Tribunal de Comercio.

A la imagen de desprestigio que padece la clase política se ha sumado la ineficiencia de la cúpula financiera de Fortis, emparentada con la endogámica burguesía belga. Pero no es probable que a corto plazo los belgas dispongan de una nueva clase dirigente. Lo más probable es que el rey mantenga la coalición con otro primer ministro, y que con ocasión de las próximas elecciones europeas y regionales de junio, se celebren también las federales y cambien las caras de quienes hasta ahora han conducido tan mal el país.

De izquierda a derecha, el ministro de Finanzas belga, Didier Reynders, el rey Alberto II e Yves Leterme, en marzo pasado.
De izquierda a derecha, el ministro de Finanzas belga, Didier Reynders, el rey Alberto II e Yves Leterme, en marzo pasado.AFP

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